Volver a casa por Navidad

23 Dic
Interior de un AVE desierto.
Interior de un AVE desierto.

Avanzar para no retroceder. Volver para avanzar. Deshacer todo lo que haces para hacer algo nuevo. Uno tiene la impresión de hacer las cosas siempre desde el mismo lugar. Se trata de actitud y hambre, ese es el espacio (despacio) en el que pretendo estar. Los zapatos siempre tienen la punta hacia adelante.  No hay otra opción que caminar hacia adelante. El universo se expande, si te quedas quieto retrocedes.

20.38 de la noche. El AVE, a su paso por Antequera, alcanza los 300 km/h. Aquí dentro no hay nadie, es un vagón desierto. Ahí fuera todo está oscuro. Todo es oscuridad, una oscuridad veloz, fugaz, una oscuridad líquida. Nada se puede ver, y lo que se intuye pasa a toda prisa frente a nuestras ventanas y, luego, se esfuma. Vuelvo a pensar en que este tren es una metáfora de nuestros días de siglo XXI e interactividad: oscuridad y fugacidad.

Rememoro la última habitación de hotel en la que estuve ayer. Me gustan las habitaciones de hotel, son no lugares donde puedes ser otro. En las habitaciones de hotel nunca quedan marcas ni señales, todo siempre está borrado, es un lugar casi zen. Un hombre es una isla dentro de otra isla y una habitación de hotel es una isla dentro de otra isla, como las muñecas rusas, o algo así, como este tren, parecido.

No es posible sostener al mismo tiempo dos proposiciones mutuamente excluyentes. Desde los tiempos de Santo Tomás, sabemos que si A=B y B =/ C, entonces es imposible que A=C. No puedes estar yendo y viniendo a la vez.  Ahora vuelvo, o voy a casa. De cualquier manera, está claro: no hago todo a la vez. Puedes subir, sí, pero debes saber que en algún momento caerás.

Ser pragmático no debería convertirte en un escéptico. Lanzarte a la conquista de lo posible. Ser flexible, adaptarte. Ser mutante. Ser pragmático no supone carecer de ideales. Ser variable. Ser agua, eso es, ser agua que no se detiene, que moja distintos cuerpos, que avanza hasta el mar para juntarse con otras aguas y con otros cuerpos.

El agua, esa es la idea: el agua es como un espejo. En el espejo del agua se miraba Narciso. Fue quizás el primer selfie de la historia, el primer autorretrato. Un espejo del alma. Cuenta la leyenda griega que Némesis hizo que Narciso contemplara su propia imagen. El joven lo hizo, se enamoró de su propia belleza y ya no le importó nada más que su imagen. Pienso en el gran espejo de la habitación del hotel en la que dormí anoche y vuelvo a mirar a la oscuridad líquida que pasa fugaz tras la ventana.

Los selfies nos convierten en Narciso. Es una mala idea pero así es. Inventamos nuevos caminos -¿caminos de agua?-, nuevos recorridos donde la verdad no había estado jamás y donde, sin embargo, había estado siempre esperándonos. La verdad es un lugar incómodo. Soñamos con ir a Marte pero jamás podremos vivir en Marte (Kiko Guerrero me dice que el problema es volver de Marte, otra vez, volver). Soñamos con la verdad pero jamás aceptaremos la verdad.

El tren me lleva a casa. ¿A qué casa? Al mar, junto al mar, frente al agua, en la playa, en el sur. Soy un ser flexible, mutante, líquido como la oscuridad. Soy agua que va a 300 km/h hacia otras aguas y hacia otros cuerpos. Feliz navidad, amigos.

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