Me preguntan por el título del blog: control C + control V, copiar y pegar. Respondo que desde los palimpsestos grecolatinos, hasta la novela pulp, pasando por el arte gótico, el teatro clásico, la poesía en general, la obra de Borges…, todo es copia y endogamia. Luego, me pongo un bitter gin.
Un año escribiendo… Alguien, obviaré su nombre, publica unos puntos suspensivos en su muro de Facebook. A esta hora, 72 personas le han dado a Me Gusta. Cuando no hay nada nuevo que decir es mejor no decir nada.
Hablamos algunos amigos, a la salida de la radio, sobre la vida con filtros: Instagram, Retrica, Befunky… Debatimos. Pasamos nuestras fotos por la cortina del modelaje y la aplicación. Queremos vernos mejor. Le ponemos brillo, quitamos los ojos rojos, falseamos la imperfección y evitamos la arruga, vivimos en el tiempo del escaparatismo y el yoísmo.
Un año escribiendo… La historia es una nube en la red. Nada se borra, sólo se replica y se almacena en otra carpeta. La historia de nuestro país es la historia de la mentira, el nepotismo, el malgasto y el robo. Justo en la época en la que una ardilla podía cruzar la península saltando de grúa de la construcción en grúa de la construcción. Fuimos, reconozcámoslo, cómplices por acción u omisión de la gran fiesta.
Vienen a casa un grupo de amigos. Comemos, bebemos, hablamos de las elecciones, de las llamadas “fuerzas emergentes”, de las salidas de emergencia y los nuevos aires. Hablamos del tono de Carmena distinto, amable, nada exasperante, frente al delirio de Aguirre. Hace meses presagiamos un 2015 total y no nos equivocamos. España está cambiando y deberíamos saberlo, todos. Cuando terminamos de hablar, se ha hecho casi de noche.
Un año escribiendo… Aquel día comimos sopa de espinacas y bacalao a la crema. Entramos allí, porque sí, en aquella taberna sin rótulo en la puerta: O Trigueirinho, lo supimos luego. Amedio, el propietario de la tasca, cubría las paredes de relojes de madera, construidos con sus manos. Las horas eran cucharas y tenedores; y los péndulos, botellas de whisky. Ella me miró y volvió a sonreír, una sonrisa triste pero llena de esperanza, debo decir. Todos los relojes marcaban la hora exacta.
Pienso en Messenger o en Myspace, por ejemplo, aquellos lugares virtuales en los que depositamos tantas esperanzas, palabras, recuerdos, e imagino una estepa siberiana, fría, desértica, silvestre, como una ciudad deshabitada tras el holocausto nuclear… Nada queda de aquellos lugares tan concurridos antaño. Todo se perdió en el tiempo.
Salimos de copas con amigos. Bebemos, brindamos, hablamos mucho, reímos más… Mis horarios corolarios me han desacostumbrado a la noche. A las 3.35 de la madrugada me siento agotado. Voy al baño y allí leo una pintada: No somos nada, pero podemos serlo.
Un año escribiendo… Amigos, confirmado, ya es oficial: todos somos famosos. Facebook es Benidorm en verano, el Makro de los que nunca tuvieron tienda. Twitter es un salón francés del siglo XVII donde todos huelen mal, lo saben, pero intentan maquillarlo con colorete y polvos de talco. Un amigo se enganchó a Instagram. Me dijo que el fuerte sabor a metal de Instagram le había robado el alma.
Microrréplicas es el blog de Andrés Neuman. Pastillas de brillantez cada ocho horas. Escribió una serie titulada “Talento para perder”, con la que me gusta reencontrarme: “El fútbol me enseñó que, si uno corre, es preferible hacerlo hacia delante. Que no conviene pelear solo. Que a la belleza siempre le dan patadas”.
Como escribió Peter Brian Medawar, “un virus es un trozo de ácido nucleico rodeado de malas noticias”.