Hace poco escuché una frase que me inquietó: en internet nada se borra, sólo cambia de carpeta. El mundo 2.0 nos ha abierto una puerta a un espacio inédito, del que apenas sabemos. Estamos en un primitivismo digital que nos fascina. Al parecer, todo permanece en la red. Vivimos en un sistema indeleble, o no.
Facebook está eliminando todos los ‘Me Gusta’ de las páginas que han pasado a estar desactivadas. Hasta ahora, cuando desactivábamos un perfil, pero no lo eliminábamos, los Likes se mantenían en el contador de la página. Ahora, Facebook ha optado por eliminar esos Me Gusta. Facebook ha decidido borrar nuestra memoria.
Pienso en Messenger o en Myspace, por ejemplo, aquellos lugares virtuales en los que depositamos tantas esperanzas, palabras, recuerdos, e imagino una estepa siberiana, fría, desértica, silvestre, como una ciudad deshabitada tras el holocausto nuclear… Nada queda de aquellos lugares tan concurridos. Todo se perdió en el tiempo.
Facebook ha decidido, de forma unilateral, borrar parte de nuestra memoria. Me pregunto: ¿estamos guardando tanto que, al final, no guardamos nada? En mi teléfono móvil, tengo archivados cientos de fotos y decenas de vídeos. ¿Podré traspasarlos al nuevo formato que está por inventar o se perderán en el limbo tecnológico como aquellos recuerdos de Messenger o Myspace?
Hace poco, Benjamín Prado, el poeta, comentaba que “nos estamos poniendo en manos de un yo externo”. El yo externo guarda nuestras fotos, nuestros contactos, nuestros recuerdos. Si él muere, si ese yo externo se desconecta, nosotros también morimos, nos desconectamos. ¿Un hombre sin memoria es un hombre?
La colonización de las nuevas tecnologías, la inseguridad de no tener lo que no se puede tocar, el todopoderoso yo externo… Vivimos en tiempos de un dureza extraña, dureza como de espumas, en el que hemos cedido la intimidad y dependemos de Facebook para saber si estaremos. Les estamos dando un poder brutal a las redes sociales, como jamás se hizo, perdiendo todos nuestros derechos reservados, o sea algo así como un pacto con el diablo.
La memoria de Facebook, o de cualquier otra red social, Instagram, Youtube…, es nuestra memoria. Sandra Jean, de 28 años, de Wildwood, NJ, Estados Unidos, moría hace año y medio. Su perfil quedó inhabilitado, una especie de Sábana Santa, de reliquia para la posteridad. Ahora, Facebook tiene el poder de nuestro patrimonio digital, la memoria de Facebook es nuestra propia memoria.
Nota final: Con todo, la verdadera vida de alguien es lo que nos pasa, y no lo que contamos. La vida en Facebook es una vida en estado sucedáneo.