Pregón para la Feria de la Candelaria de Bengalbón 2015

20 Ene
Cartel y portada del libro de la feria de Benagalbón 2015.
Cartel y portada del libro de la feria de Benagalbón 2015.

Benagalbón, ven, Benagalbón, ven, ven a Benagalbón… Este fue el primer juego de palabras que hice, cuando leí el cartel de vuestro pueblo, hace años, en la autovía A-7, a su paso por Rincón de la Victoria. Un juego absurdo, lo sé.

Mi primer recuerdo es el recuerdo de un silencio. Los silencios son iguales en todos los idiomas. Los silencios se componen de espacios, de espumas, de texturas, de nada… Mi primer recuerdo es el silencio de las calles de Benagalbón. Hace años, muchos, pocos, da igual, el tiempo siempre es relativo. La primera vez que llegué hasta aquí, Dios sabe por qué llegué hasta aquí, yo aún no, mi primer recuerdo, el recuerdo de un silencio. Un silencio benalvino, levantisco, moruno, níveo como las casas que os vieron crecer, un silencio de bruma de mar que lame las faldas de vuestras calles, un silencio golpeado por mis pasos en una sobremesa espesa.

Mi primer recuerdo en Benagalbón, es el recuerdo de un silencio que no podré olvidar, que hoy recuerdo, una primavera de febrero, como ésta, con los almendros en flor, nevados de gracia, y la hierba alta, llegando hasta aquí con mi familia, exhaustos de ciudad, de ruido, de memoria, para plantar algo, aún no sabíamos qué, en la tierra húmeda malagueña, una tierra nutrida por la historia y las manos callosas de los hombres del campo, una tierra que levantaba naranjos silvestres, entre arroyos secos que te llevan a cualquier parte del mundo, olivos y eucaliptos.

Mi primer recuerdo lo grabé en un vídeo con mi vieja cámara Sony. En la imagen, veo a mi hija Alex, un pequeño perro, ladrando alegremente, a su lado, en blanco y negro, en la calle Canalizo, aquí al lado, una calle que nos sorprendió por su frondosidad, cargada de flores de colores y aromas, jazmín, lavanda y tomillo, y la amabilidad de una señora mayor, que se interesó gentilmente por el sonido de nuestros pasos en aquel silencio benalvino, levantisco, moruno y níveo, en aquella sobremesa espesa, y le regaló una flor a mi hija, y nos preguntó “de dónde vienen”, “de Madrid”, respondimos, “y se quedarán mucho”, y nosotros respondimos: “todo el tiempo que sea posible”. Recuerdo de silencio y dádivas.

Luego caímos, como todo, porque todo cae, flotando por las breves calles de Benagalbón hasta la Plaza de las Flores, y ahí callamos… Sssssss… Silencio, otra vez, y agua… Silencio y agua de la fuente y los naranjos mirándonos altivos, y las ventanas a medio cerrar, ajenas a nosotros los peregrinos, extranjeros en la Axarquía, y un niño con una bicicleta, que ahora será un hombre, de pronto, que cruza la plaza, como un rayo, y desaparece cuesta abajo en el silencio y en el agua de la fuente.

Aún no sabíamos que nada de lo que ha ocurrido…, ocurriría y que los hechos son tozudos y que el destino caprichoso nos traería hasta aquí, a vosotros, a mí, a mi familia que me acompaña, a los amigos que me arropan, hasta aquí, hoy, con vosotros, vecinos de Benagalbón, en este celebración vetusta, la vuestra, la nuestra, la de la Virgen de la Candelaria, la primera del año, la decana, la feria invernal pero cálida como un abrazo, como la manta de un cabrero, llena de tradición, de historia viva cuyo pulso se desparrama por el tiempo y el espacio,  más de 300 años, más, hasta aquí, hoy.

Llega la Candelaria, vecinos, y es hora de festejar que seguimos vivos en el tiempo de los valientes y la estrechez, blanco de azahar y luz en una esquina colmadita de fragancia; llega la Candelaria y toca volver a replicar la bendita tradición que pasáis de padres a hijos, de padres a hijos, de padres a hijos…; llega la Candelaria y salimos a la calle, y hablamos, y reímos, y bebemos, y brindamos, y suenan las músicas, y algo, no sabemos bien qué es, nos hace vernos un poco mejores; llega la Candelaria y el recuerdo, la memoria latente de otras Candelarias, de otros que como nosotros, también salieron a la calle, y hablaron, y rieron, y bebieron, y brindaron, el recuerdo que pasa de padres a hijos, la febril memoria que nos configura, el pasado de los que fueron que, al fin y cabo, somos nosotros; llega la Candelaria, la más participativa, la de los mayordomos, la de los ciudadanos que colaboran, trabajando juntos, todos, en el objetivo común, ejemplo de cooperación en estos días inciertos; llega la Candelaria en silencio, un silencio benalvino, levantisco, moruno, níveo como las casas que os vieron crecer.

Decía Borges que “la Historia Universal es la historia de un solo hombre”. Imagino entonces a un hombre, a uno solo, a un benalvino bereber, aquel hombre que hace siglos hizo de estas rampas empinadas su hogar, Galbún empezó a llamar a la tierra, su tierra, y en ella, en esa tierra a cultivar la vid, el vino y la pasa. Imagino al joven soldado del ejército de los Reyes Católicos, ejército que aquí se apostó, apuntado a la Málaga, contingentes señoriales y las milicias, a ese joven lancero que quedó atrapado de la belleza de este balcón que mira al Mediterráneo y juró vivir aquí por siempre, antes de morir en la Reconquista de la ciudad de Málaca. Imagino al cristiano viejo, campesino, que sumaba ya varias generaciones en estos parajes, y que se unió a la Feria de la Candelaria con orgullo y que supo pasar aquellas costumbres, que son éstas, de generación en generación. Imagino a los benalvinos que hace tiempo, siglos quizás, ya digo que el tiempo es relativo, hacían sonar sus ritmos de verdiales por las calles: guitarras, platillos, laúdes, violines, voces templadas, cálidas y alegres, postradas al ritual eterno de nuestros abuelos. Y os imagino a vosotros, antes, más jóvenes, bailando un pasodoble en la plaza, coronando el ciclo de la vida en la llegada de La Candelaria, disfrutando de la alegría y solemnes en la devoción.

La Historia Universal es la historia de un solo hombre, decía Borges, y la historia se repite (ese es uno de los errores de la historia), y seguiréis celebrando, festejando este instante y lo harán después vuestros hijos y los hijos de vuestros hijos, y en los siglos venideros vendrán nuevos pregoneros, y otros mayordomos, y nuevos vecinos, y extranjeros…, y la fiesta continuará porque así debe ser, porque la vida siempre debe continuar, con las pandas formando un círculo y los espectadores formando un corro, bravos y poderosos, orgullosos de vuestra tierra, de vuestro pueblo, de vuestro tiempo, con  los bailes, las cintas y las castañuelas, en las calles, en esta parroquia, en los caminos de viñas y olivares, en la comarca de la Axarquía proyectándose por todo el mundo. Sentimientos, recuerdos, ideas…

A mí sólo me queda agradecer a esta tierra que me ha acogido como un hijo, agradecer a los benalvinos y a las benalvinas su hospitalidad, a los mayordomos por pensar en este humilde comunicador, periodista, locutor de la radio que os despierta cada mañana en Radio Victoria, por elegirme para pregonar (aunque los mejores pregoneros sois vosotros y lo sabéis, que vivís y pregonáis este pueblo y su historia), agradecer este momento que jamás olvidaré, el honor, el placer emocionante, el lujo de pregonar estas fiestas, y agradecer el cartel de este año, un cartel tan rinconero y tan malagueño, con nombres de vecinos y amigos, de aquí, nuestros: Malaka Youth, Carlos Bravo, Tomás García, Javier Ojeda…

Porque sobrevivir consiste en cambiar lo que buscas por lo que has encontrado, enlazando mis recuerdos con los vuestros, el presente, con el pasado y el futuro, alzo mis palabras hasta los cielos de Benagalbón, a través de un silencio, un silencio benalvino, levantisco, moruno, níveo como las casas que os vieron crecer, un silencio de bruma de mar que lame las faldas de vuestras calles, en esta fiesta que pasa de padres a hijos, de padres a hijos, de padres a hijos, alzo mis palabras para decir que VIVAN VUESTRAS FIESTAS, QUE VIVA LA CANDELARIA Y QUE VIVA BENAGALBÓN.

FELIZ FERIA DE LA CANDELARIA 2015.

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