¿Dónde ponemos los límites al sentido del humor?

12 Ene

Vean el chiste gráfico que adjuntamos a este texto cuyo pie dice, traducimos: “por favor, disfruta de este chiste gráfico, cultural, étnico, político y religiosamente correcto, gracias”. ¿Dónde ponemos los límites al sentido del humor? En Dios, en nuestra Comunidad Autónoma, en nuestros prejuicios…, o no ponemos límites.

Tras los atentados yihadistas de París contra la redacción de Charly Hedbo surge un debate, que nunca cesa, en torno a la libertad de expresión y a los márgenes del humor. Diré por delante que me cuesta llegar a conclusiones de peso a este respecto y que sólo busco espacios, más o menos, comunes. También diré que muchas veces río y no pienso, y cuando pienso dejo de reír.

A veces, el receptor de un chiste se ofende porque no entiende que la clave para responder a un interrogante no está tanto en la brutalidad del humor sino en el equívoco de las intenciones. Su interpretación se transforma en identificación y, claro, se siente agredido. Un chiste es como una fórmula matemática. Ofenderse por un chiste equivale a no saber despejar la incógnita. Ocurre muy a menudo, ya digo, pero es entonces cuando algunos se enfadan y otros llegan a matar.

Como muchos saben mensualmente hago un espectáculo “El Late-Show” con mi amigo Álvaro Carrero, actor y monologuista de El Club de la Comedia, en el que trabajamos con un humor pegado a la actualidad, surrealista en ocasiones, absurdo otras, satírico… Hacemos un programa de televisión que nunca saldrá en televisión, una paranoia a la que invitamos al público desde el principio y, por supuesto, también nos planteamos si alguno de nuestros chistes podrán ofender o no. El debate sigue.

Un amigo me dice, a este respecto, por whatsapp que “si no eres capaz de reírte de tus propios fantasmas puedes terminar devorado por ellos”. Quizás, quién sabe. Woody Allen dijo que la comedia es igual a la tragedia más tiempo. El arte del chiste es un arte complejo. El arte del chiste es casi imposible que encuentre unanimidad: la risa de uno es la tragedia de otro. Ya digo que yo mismo me he sorprendido riendo brutalidades que, al ser pensadas, han requerido de cierta corrección, impostación, requiebro.

Hace unos días MediaMarket publicaba un tweet que ha ofendido a algunos andaluces. A las 17 horas, twiteaban: “Buenos días, Andalucía”, insinuando que los andaluces son unos vagos que se despiertan a la hora de la siesta. ¿A favor, en contra? Yo, desde luego, no me siento agraviado. Mi amigo Carmelo González, monologuista, sostiene lo mismo, siempre y cuando, no se metan con los de Antequera porque “entonces te meto dos hostias”.

Pierre Desproges, gran monarca del humor negro, hacedor de grandes chistes salvajes, sobre el nazismo, el cáncer o la muerte dijo que “se puede reír de todo pero no con todo el mundo”. Me parece muy razonable. Por cierto, Desproges seguía contando chistes sobre el cáncer cuando él mismo era enfermo terminal de cáncer.

Lamentablemente no hay fórmulas. El humor es como la moral, como los culos que cada uno tiene el suyo.

Con todo, aunque el debate no cese, nunca, jamás, nada justifica, ni siquiera explica, un hecho tan brutal e indignante como el asesinato de 12 personas por hacer humor, riéndose de un Dios, de una región o del Sursumcorda.

Quizás ante el humor haya sólo dos posturas iniciales: te hace gracia o no te la hace. El resto de cuestiones (morales, tal vez) dependen de las ganas que tenga uno de discutir o matar.

Ah, para terminar, un chiste:

  • Mi hija que está en el hospital, muy grave…
  • ¡La puta!
  • No, la otra…

Hasta la próxima, buena semana y buen humor.

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