La infancia es la única patria que nos queda; y la única República Independiente, es la de la nuestra casa. Leo, con asombro, en la wikipedia que la ilusión “se refiere a una percepción o interpretación errónea de un estímulo externo real”. Por ejemplo, ver un animal donde sólo hay vegetación. Si sólo fuera así, deberíamos inventar una nueva palabra para definir la Noche de Reyes a través de los ojos de un niño. Ilusión NO, inventemos un término que lo defina mejor. Algo así como ilumión, cemonte o sparklehorse.
Intentar llegar desde la madurez, de alguna manera, a los sueños entusiastas de un niño en la Noche de Reyes es como revelar por Hubble un planeta, es casi un milagro, o una temeridad: porciones del Universo oculto, repletas de similitudes y generalidades, pero cada una única e irrepetible.
Recuerdo la Noche de Reyes de 1983. Fueron las navidades del España-Malta, del 12-1, del gol de Señor… Como decía W. Whitman, “toda pulgada cúbica de espacio es un milagro”. Aquellas navidades empecé a creer en los milagros.
España era segunda de su grupo y necesitaba ganar en el último partido a Malta por 11 goles o más, única posibilidad que tendría para superar a Holanda en la clasificación final. Todos los medios de comunicación calificaron la remontada de imposible. Sin embargo, y contra todo pronóstico, España ganó 12-1 y se clasificó para la Eurocopa de 1984, en la que quedó finalista. Aquellas navidades yo pedí a los Reyes Magos una equipación completa de la selección española.
Siempre imagino la llegada de los Reyes Magos como un hecho mayestático y místico, un instante trufado de conversaciones absurdas, increíbles y divertidas pero muy potentes, conversaciones entre los tres magos de oriente, como en una peli de Woody Allen o mejor. Para mí, la llegada de los Reyes Magos es un salto aún inexplicable en la física cuántica, un retorno del retrofuturo sin solemnidad. No puedo evitar pensar en ese tiempo, como si fuese una tierna foto de Instagram, con filtro Hefe, llena de humanidad.
El caso es que aquellas navidades del 83 fueron las del milagro. Imploré el kit completo de la selección española, con sus medias negra, claro. El caso, digo, es que aquella mañana del 6 de enero, entre la colina de regalos de toda la familia, junto al árbol de navidad, encontré un envoltorio con la firma de Deportes Núñez, una afamada tienda de deportes del barrio. Lo sabía: “era mío”, me dije. Al abrirlo, ví las medias negras y la bandera… Upsss, sí, era la zamarra de España, sí, el problema era, fue, que resultó ser la de Arconada, el portero. (¿¿Qué niño quiere ser portero, pudiendo saborear la gloria de meter un gol??).
Si es un milagro, cualquier testimonio es suficiente; pero si es un hecho, es necesario probarlo. Aquí están las pruebas de un milagro, o casi. Los Reyes Magos existen, sí, está empíricamente probado, aunque son falibles.
(Nota 1: Aquella especie de subidón-bajón tuvo su resarcimiento, cuando años después Andrés Palop en la Eurocopa de 2008 e Iker Casillas durante el Mundial de 2010, lucieron orgullosos la misma camiseta retro que me trajeron los Reyes Magos en el 83, la de Arconada, digo).
(Nota 2. En aquel mítico España-Malta, el del 12-1, el portero fue Paco Buyo, que conste).