“Las mujeres” (T. C. Boyle)
Traducción de Julia Osuna Aguilar
Editorial Impedimenta
Cuando llega a tus manos una biografía novelada de Frank Lloyd Wright, escrita por T. C. Boyle y editada por Impedimenta, uno sabe perfectamente que podrá o no gustarte el contenido, pero que se han alineado todos los planetas para que todo el universo confluya en el lado positivo.
Si Boyle es un prestigioso escritor como así lo aseveran la gran cantidad de premios recibidos el Guggenheim, el PEN/Faulkner o el prestigioso premio francés Medicis Etranger, no menos atrás se queda Frank Lloyd Wright, el arquitecto que mejor representa a los Estados Unidos. Un Le Corbusier o un Mies van der Rohe a la americana.
El interés por el arquitecto sigue vigente sobre su obra, en sus edificios y dibujos y sobre todo como referente con sus ‘Casas de la Pradera’ y el concepto de concebir una casa: las estancias se mezclan entre sí generando espacios de transición que producen una sensación de fluidez especial y todas las piezas gravitan en torno a la chimenea de la sala de estar, manteniendo la vieja tradición británica y de la cultura popular de todos los tiempos, de la casa como un lugar sagrado en torno al fuego del hogar.
En ese tipo de escenario comienza nuestra biografía. En su casa Taliesin en Wisconsin, donde llega nuestro narrador-observador al Atelier, una auténtica escuela de arquitectura basada en la enseñanza desde el taller. Allí los alumnos convivían con el maestro y las discusiones y debates eran constantes. A modo de comuna, separados por sexos, los estudiantes participaban tanto del trabajo del taller de arquitectura como de las más variadas labores caseras, desde plantar en el huerto, hasta pelar patatas para la cena. Y casi todas las noches, amante como era Wright de las artes, se organizaban veladas musicales o apasionados debates, eso sí, nada de alcohol y nada de tabaco.
Lo cierto es que la biografía nos cuenta la vida de Wright desde la perspectiva de sus cuatro mujeres, amores tumultuosos y apasionados en su conquista pero apacibles y serenos en la tranquilidad de la pareja. El tema de los divorcios y muertes, aparte. Tampoco la descripción de los amores comienza ordenadamente ya que Boyle a modo de feed-back, comienza por el final. Por supuesto que la narración de tan variadas personalidades es rica en matices, perfectamente dibujados, con la cantidad exacta de palabras para transmitir la imagen e inferencias de monólogos internos como para hacernos un amplio encuadre de cada uno.
Ambientada en los años americanos de principios del siglo XX, veremos desfilar en la pluma del autor personajes conocidos de la escena americana y representaciones tipo costumbrista de algunas profesiones como periodistas o granjeros, de tal manera que los rasgos que definan a cada uno son estereotipos que fijan el personaje sin cambio posible ni evolución, al contrario que sus protagonistas.
Wright era un excelente arquitecto y un hombre bastante mujeriego, con una buena dosis de ego que queda perfectamente transcrita en la obra pero la singularidad de ésta es ofrecernos la perspectiva biográfica de acercarnos a su persona a través de los asuntos domésticos y cotidianos. Nos llenaremos así de la gran vitalidad de Wright, de su afán de superación cuyo símbolo es la reconstrucción de su propia casa un par de veces tras ser arrasada por el fuego y por la veracidad de los hechos a través de los embrollos de la historia. Un hombre que creció rodeado de todos los mimos y que buscó esa adoración en las mujeres que le envolvieron. Si hacemos caso a la sentencia ‘Detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer’ en este caso, con sus defectos y virtudes, sus histerias, su sumisión, su dulzura y sus sacrificios, hubo cuatro mujeres y esta es su historia.
Recomendada para los seguidores de Boyle, los amantes de la arquitectura y en especial de Wright y para todos los que quieran conocer un personaje histórico reciente desde una perspectiva intimista.