Émile Zola
Traducción María Teresa Gallego Urrutia
Editorial Alba Minus
Hoy llego con un clásico bajo el brazo, un regalo para los que amamos la literatura, una obra por la que no pasa el tiempo y que en cualquier momento se puede convertir en auténtica actualidad.
Émile Zola, padre del naturalismo, es el autor de esta novela, Thérèse Ranquin, cuyo prólogo se convierte en un excepcional resumen de la teoría de este estilo tan emparentado con realismo.
Si espectacular es la novela, más original es el preámbulo. Zola se dirige exactamente a los críticos literarios, editoriales y periódicos que desde un primer momento han tratado al escrito como “apestosa basura”. Célebre es la frase “En Thérèse Raquin pretendí estudiar temperamentos y no caracteres” premisa primordial de esta forma literaria que se basa en representar la verdad cruda y cruel, con objetividad documental, en todos sus aspectos, desde lo sublime hasta lo más vulgar y con todo lujo de detalles.
Y eso fue lo que no gustó: los detalles. Llegaron a tachar a Zola de obsceno, morboso e inmoral por tanta descripción exhaustiva de determinados datos y pinceladas. Y de ahí su alegato en el introito, donde paso a paso, explica cuáles son las características principales de esta novela.
La trama en sí, es simple: Thérèse, vive con su tía y su primo desde que quedó huérfana de madre. Criada como una hija y por un sutil egoísmo de la tía, es obligada a casarse con su primo, de tal manera que los tres llevan una existencia monótona. Al poco tiempo de haberse celebrado la boda el marido lleva a su casa a un amigo llamado Laurent, naciendo entre él y Thérèse una atracción física y un apetito sexual muy fuerte, que rayando en la obsesión les llevará hasta el crimen con el fin de poder satisfacer sus deseos. Pero tras el asesinato la relación entre ellos cambia, la culpabilidad hace mella en sus mentes y serán incapaces de sentir el deseo y la pasión que experimentaban. Todos los sentimientos se invierten, todo lo positivo se hace negativo y el miedo será el maestro de sus sentidos. Esta tensión se reflejará en perfidia, desconfianza, cólera, ira, frustración y malos tratos –con violencia de género incluida- que serán el pan nuestro de cada día en el matrimonio mientras la tía sufre un ataque de apoplejía y comprende todo desde la soledad de la enfermedad. El desenlace final es patético, trágico y emotivo.
Lo mejor de la novela, no es la historia en sí, sino el profundo análisis que hace el autor de cada uno de los personajes y de las situaciones a las que se enfrentan. El narrador omnisciente, hace tratamiento profundo de los caracteres, sobre todo en su vertiente fisiológica, analizando detalladamente los pensamientos y emociones y reflejando sin falsos idealismos lo que la esencia del hombre es, con detalle casi científico, meticulosidad e imparcialidad tanto de sus virtudes como de sus defectos.
La obra recoge las condiciones particulares del determinismo: la herencia genética, las taras sociales -en las que se incluían el alcoholismo, la prostitución, la violencia y la pobreza- y el entorno social y material donde se desarrolla el individuo. El determinismo llevado a la literatura es el naturalismo del que hablamos al principio, al que se suman otras características: la fisiología como conducta del personaje (así Thérèse será de constitución nerviosa y Laurent será de temperamento carnal), la denuncia de lacras sociales, y el feísmo y el tremendismo como ejemplos de lo denunciable.
No se puede negar que la novela aturde en el buen sentido de la palabra. Te agita, te remueve, te llega. Hay momentos que te avergüenzas de forma ajena al conocer la intimidad del personaje. Aquí no se escatima en detalles y puedes reconocer la pasión sexual sin ningún tapujo como también puedes identificarte en un arranque de cólera, o en un pensamiento desagradable. Entiendo que fuera en su época un escándalo, porque sin llegar a los límites del asesinato, cualquier sentimiento de los que narra son habituales en nuestro devenir.
Actualísimas, por desgracia, las palizas que recibe Thérèse. Y espeluznante la degradación del género humano del amor al odio.
Esta novela es tan especial que la recomiendo encarecidamente a todos los lectores que amen los clásicos, a aquellos que busquen un ‘gore’ bien escrito, y en general a todos los que gusten de profundizar en la psicología humana. Cerremos este capítulo con la propia despedida del prólogo de Zola que casi podría ser una dedicatoria “…a las personas inteligentes que no necesitan, para ver las cosas con claridad, que nadie les encienda un farol en pleno día”.
Realmente una obra digna de leer y, sin duda alguna, tras su lectura, se obtendrá una nueva visión acerca del amor pasional y sus consecuencias, además de la degradación de los sentimientos humanos.
Muy bien redactado el post, ¡y lástima no haberlo encontrado antes!