El Océano Onírico

23 May

Vía Láctea : la galaxia donde estamos

I : EL  “TEXTUM”

Es cántico sin término

“Donde la alta espuma canta

y en lentos, casi quietos

remolinos se suma y abre

al cósmico concierto

de soles, astros, y galaxias

como perdidas en espacios nunca

de nadie conocidos, sólo

a veces entrevistos en delirios

ignorados de toda ciencia,

allí reside.

Allí, durante eones, siempre allí,

allí reside.

Tan insistentemente eterno, libre

de términos precisos, voces

siempre sin tiempo

y siendo sólo

presencia ausente o nube

gloriosamente iluminada,

– futura estrella en donde

naufragua un día y otro triunfa en todo

la vida juntamente con la muerte…,

allí, en ese centro

sin mácula, allí reside

quizá

todo el Misterio

del Ser y de la Nada.

Si en esto nada cuenta el Universo,

si en estas cosas nada es la Materia,

ni aun siquiera el Pensamiento,

entonces todo puede ser tan sólo

un Sueño de la Mente

inmemorial de un Dios

ausente.

Completamente ausente, siempre,

siempre…

Nosotros nunca

lo sabremos de cierto.

Si somos hijos del Olvido

jamás de fijo lo sabremos.

Inmemorial : es cántico sin término.”

************

II : LO  “EXTRA – TEXTUM”

Lo que del texto más me llamaba la atención no era ni su forma, que al fin y al cabo nada tiene de extraordinaria en vulgar contexto poético, ni tan siquiera su manera de llegar o alcanzar a con-formarse como cuerpo de texto para-poético. Era otra cosa, como se dirá más abajo.

Note aquí todo lector que a lo antes denominado “textum”, (y ahora abordado como “extra-textum”), en ningún caso lo consideramos plenamente algo poético :

Del mismo modo, no estudiaría nunca como textos puramente poéticos los que nos legaron los llamados “filósofos pre-socráticos griegos”. Y aclaro : no los estudiaría  desde esa perspectiva, (: poética), porque para quien esto abajo suscribe; la poesía es otra cosa:

No es sólo forma, es ante todo una manera de vibración interior que se plasma en texto, ciertamente, y se hace canto, también es verdad, pero cuya finalidad ante todo es “sacar afuera” un modo de movimiento interno del alma misma, de la psique del autor, y “buscar el adentro…”, – en un otro modo de emocionar o conmover o sacudir a las respectivas psiques – “... de los potenciales lectores” -, tampoco consideraré nunca del todo como poema esto ahí arriba escrito y que hemos definido como “cuerpo de texto para-poético”. Quede, pues, en sólo algo “para-poético”, como se ha dicho.

Si se tiene en cuenta que en su casi totalidad ese cuerpo textual que puede o podría parecer un (¿extraño, quizá?) poema había surgido originariamente en las zonas esas tan difíciles a veces de en-lindar, o de situar entre lindes o límites, (que eso es lo que queremos decir con lo de “en-lindar”; y se aclara esto ahora para no inducir a los lectores a la confusión con “lindo”; de manera que “en-lindar” sería “poner lindo”, como “en-barrar” es “llenar de barro”), y que son las zonas de lo onírico, es decir, si se repara en que este texto ahí escrito antes se puede decir que proviene de los ámbitos de las actividades que nuestro ser interior a veces desarrolla en estado de sueño, en los aún tan desconocidos territorios del en-soñar mientras se duerme, es o debe ser cosa algo extraña que no sea eso lo que más nos llame la atención, conque…

¿Qué es lo más llamativo de todo esto, qué es lo que más destacaba ante nuestra contemplación final de todo el proceso, que va desde el sueño tenido y recordado hasta el texto a continuación escrito, y escrito como quien copia al dictado? Porque el caso era (¡es!) en efecto ése. Respondo : lo que más me llamaba – y aún me llama – la atención era el hecho de que la noche anterior, en las horas que preceden al disponerse uno ya a dormir, había estado recordando unas palabras de un antiguo profesor de lenguas clásicas, en la Facultad de Letras de Granada. Y esto era lo que yo recordaba y con esas ideas/recuerdos debí entrar en el sueño :

Nos definía el acento, en concreto el salto del modo de acentuación del latín clásico con su parafernalia de vocales largas y breves al otro modo de acentuación de las lenguas románicas, en concreto el castellano, y que es el acento de intensidad, y que el buen latinista aquél nos definía, en conclusión, como “un problema tan debatido como la cuadratura del círculo”. Y nos proponía su definición en alemán y nos recalcaba la importancia de aprenderlo en alemán, aunque esa lengua en aquellos entonces nos fuera entera o casi enteramente ajena. El ilustre latinista, (el Dr. Ángel Pariente, si no me falla la memoria), era un sabio.

Todo esto es lo que llamo ahora “Extra-Textum”, por ser lo que en mi re-creación de todo el proceso, desde el disponerme a dormir, hasta el despertar con el vívido recuerdo del sueño que acababa de tener y la consiguiente anotación de lo soñado, que se me iba transformando, a medida que recordaba las imágenes, (absolutamente intraducibles a palabras : soles, esferas, sensaciones de soledad y de luminosidades y obscuridades impensables, cosas que empiezan y cosas que acaban y vuelta a empezar todo otra vez, con más soles y esferas y círculos que parecían tener vida propia : ¡el movimiento mismo, como algo vivo en sí, y no como un mero fenómeno físico! Y más cosas, que ahora no vienen al caso, pero que otras entradas a este mismo blog aparecerán), se me iba todo eso convirtiendo, decía, en el texto arriba reproducido.

¿Hay, había alguna cosa más que se pudiera considerar como ad-juntable al textum? Posiblemente, sí : suele ser práctica rara vez dejada de la mano, antes de disponerme a tomar el camino del quedar dormido, leer un poco de algún libro, que por casi norma general nunca se repite todas las noches. Quiero decir que si durante unas noches he estado leyendo algún capítulo del Quijote, y otras fragmentos de poemas de Fray Luis de León o tal o cual escena en concreto de alguna novela picaresca, pronto cambiaba y pasaba a leer cosa de la mecánica cuántica, ( en sus libros de divulgación ad hoc : no soy entendido en absoluto en ciencias como física ni matemáticas, que ojalá lo fuera ), o libros sobre la evolución de nuestros antepasados desde hace un millón de años y más, o sobre las hipótesis acerca del arte de las cavernas, las pinturas rupestres, y cosas así.

Pues bien : aquella noche había estado leyendo unas páginas de un libro que tengo en gran estima : La historia crítica con selección de textos de Los Filósofos Presocráticos, de G. S. Kirk, J. E. Raven y M. Schofield, (de Editorial Gredos, en versión al castellano de Jesús García Fernández).

III : UNA CONCLUSIÓN

Con todo este caudal de cosas bullendo en la mente, al alcance de la mano los libros que la noche antes había estado releyendo, y vuelto el pensamiento hacia esa interesante problemática que en otras ocasiones se ha abordado en este mismo foro, cual es la que atañe a toda esa serie de cosas que tenemos o vivimos con frecuencia cuando dormidos entramos en sueños de muy diversas índoles y luego recordamos, acudí al último de los libros citados, el de la selección de textos de Los Filósofos Presocráticos, ya todo un clásico de la materia, y volví sobre algunos de los fragmentos que había estado releyendo antes de dormí, y me encuentro de pronto con un dato en el que no había reparado antes : había algo subrayado y anotado, de mi propia mano, unas horas antes, a lápiz (como suelo hacer en esos casos : de ese modo, si luego paso lo anotado a nota ya ordenada, es posible borrar la anotación inicial y el libro no se convierte en un maremagnum de lectura molesta para algunos, quizá). Se trataba de lo que se puede leer en la página 350 de la edición antes dicha. En la actualidad manejo la segunda edición ampliada, en su segunda reimpresión (de 1999 ; la primera edición, que en su día manejé, hace años que la regalé), y ahí se puede leer algo muy curioso, tanto en griego como en su directa versión al castellano:

Empieza el fragmento 288, en griego:

“híppoi taí pherousin... etc.  Y sigue su traducción en castellano:

“Las yeguas que me transportaban me llevaron tan lejos cuanto mi ánimo podría desear, cuando, en su conducción, me pusieron en el famosísimo camino de la diosa…”

(Anoto : las palabras iniciales reproducidas en ese griego que nos es posible en grafías de origen latino, suenan a algo que el lector conoce bien : ese híppos, en plural híppoi, son los caballos, -o yeguas, en el texto de Parménides-, que reconocemos en hipopótamos, o “caballos de río”; y el pherousin nos lleva al verbo latino fero-es-ferre..., que es o vale por “llevar”. No vean nada de extraordinario en este aparente alarde de lenguas clásicas : es como si un ingeniero expusiera alguna noción clave de su saber, o un médico o un periodista de los suyos respectivos; algo que siempre se agradece. No de otro modo es como llamo “maestros”, y lo hago con entera sinceridad, a personas de quienes aprendo, ya se trate de Horacio Eichelbaum, de José María de Loma, Alfonso Vázquez, o de Lucas Martín en sus respectivos campos de saber; por no nombrar a otros más, a quienes tanto debo. Sigamos).

En efecto, sigamos :

Acudo a continuación a otro libro que con frecuencia ojeo (y hojeo) estos días, y que se titula “La revolución del sueño”, cuyo autor es Pierre Fluchaire, del que manejo la primera edición en castellano que es de 1992. Ahí, en la página 70, el autor destaca una cita de Jung, que entera no reproduzco ahora, pero que nos habla de que en realidad estamos en un “continuum onírico” del mismo modo que estamos siempre en un continuum psicofísico.

Y la cita de Jung, que nos conduce a su “L´home à la découverte de son âme”, (literalmente, “El hombre, al descubrimiento de su alma”) se sustenta a su vez en otras más de Léon Daudet, André Breton, Montaigne, Pascal

Pero sigo unos párrafos más adelante y me encuentro con esto, que también tengo subrayado en la pág. 71 del libro de P. Fluchaire :

Klein y von Wenin Paburg (Psychosynterese: el dormir y el sueño) : “Soñamos (pensamos oníricamente) las 24 horas del día de forma continua… sólo cuando la actividad del cerebro prefrontal es intensa, el pensamiento elaborado, la conciencia verbal domina hasta borrar toda percepción de este pensamiento onírico continuo.”

Es decir : que cuando he tenido un sueño, me despierto, tomo notas en una de esas agendas que la actual tecnología ha puesto en nuestras manos y escribo lo que he soñado, es más que posible que continúe dentro de ese inmenso mar onírico, sólo que en un nivel más a flor de consciencia, pero en realidad, sigo en un sueño...

Y donde he ido escribiendo “he tenido”, “me despierto”, “escribo”…etc., puedes, lector, poner un plural, o incluso directamente la segunda persona de los respectivos verbos con sus acciones consiguientes. Estamos hablando, señores lectores, en términos generales. En esos mares nadamos todos. Al menos quien esto escribe así lo cree, hoy por hoy. ¿Tal vez esto  podría dar un más pleno sentido al textum inicial? Quizá. Seguiremos con estos temas, y en próximas entradas volveremos a cosas antes dichas pero nunca del todo concluidas : los cuadros de Dino Valls, los sueños que nos acosan o nos alegran los días, los textos donde nos reconocemos o nos odiamos, y otras muchas más.

2 respuestas a «El Océano Onírico»

  1. “Los textos donde nos reconocemos o nos odiamos…”, se ha escrito casi al final. Aclaro ahora : no sé qué cosa sea eso de odiar. Puede que algún día (¡que no lo faciliten nunca los Hados!) lo descubra; pero sí sé qué cosa es aborrecer: y en muchas de las cosas que leemos a diario, podemos a veces sentir algo de común – unión con lo descrito (pongamos por caso, un bombero que salva a una persona, alguien que encuentra y salva a un ser vivo ya dejado de toda posible ayuda…) o de aborrecimiento con lo narrado, como esos horribles crímenes y casos de muy difícil “digestión” que nos suelen regalar las tv en sus diversos “noticiarios”. Tratemos de mirar mejor las cosas positivas y dignas de nuestro entorno ; es más sano para el pensamiento y la vida en su totalidad.

  2. Otro dato “inconsciente” : puede que al titular esta entrada así, “El Océano Onírico”, me estuviera dejando llevar por este otro hecho : los océanos de nuestro planeta tienen en su totalidad una palabra que los identifica, y esa palabra en nuestra lengua es también esdrújula : ártico, antártico, atlántico, pacífico, índico… ¿Es por eso que en “mi sueño oceánico” acudí a otro término esdrújulo, onírico, para adjuntarlo a la palabra central, océano? Puede ser. Pero sólo he tomado consciencia de este hecho, “después de realizado”… ¿Dormía en cierto modo en tanto que iba escribiendo? Según von Wenin Paburg y otros más, seguro que sí.

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