EL ESPÍRITU DE LOS TIEMPOS

15 May

Imagen. (Obra de Dino Valls)

1 Cuando Jung se detiene en la palabra “espíritu” son muchas las cosas que nos aclara. Para empezar, nos da una sabia lección de síntesis y conocimiento de una materia tan inasible a veces como la semántica, – en especial si se salta de una a otra lengua, si se pasa del alemán al inglés o al latín, el griego o el español, pongo por caso -, y además de eso, nos va explicando los sentidos que tal palabra ha tenido y tiene a lo largo de nuestras diversas culturas. De tal manera que lo que hace, sobre todo, es poner ante los ojos o la mirada de nuestro intelecto la necesidad de acudir al lenguaje, a las lenguas en sus diversas etapas, para desde ahí clarificar qué queremos decir en realidad cuando afirmamos cosas como “el espíritu es incorpóreo”, o como “… y con tu espíritu”, esto es, la frase latina “et cum spiritu tuo”, ya casi al final de la misa. La misa : así llamada por el “Ite, misa est”, con que el celebrante despide a los presentes. Éste último ejemplo es enteramente nuestro. Como también lo es el recordar aquello de J.L. Borges donde se refería a la Trinidad del credo católico hablando del Espíritu Santo como “un Espectro”.(¡?). Opinión que no suscribimos, pese a nuestro íntimo aprecio por la obra del ilustre argentino : ni las religiones, ni tampoco sus ausencias, deben nunca ser tildadas de nada negativo salvo en caso de acentuadas disputas y lamentables devaneos. Y en mi parecer, la palabra “espectro” no conviene a la noción “Espíritu Santo”. Pero esto es harina de otro costal.

Nos estábamos ahora refiriendo en concreto al trabajo que publicó C. G. Jung con el título de “Acerca de la fenomenología del espíritu en los cuentos populares”, y que está en el volumen 9/1 de su Obra Completa, editado en castellano por Editorial Trotta. Y es el punto 1. Sobre la palabra “espíritu”, (pág. 192 a 198), el que ahora nos interesa y del que espigamos acá y allá, según la conveniencia de nuestros razonamientos en este texto que entregamos. Poco antes de esto, en el Preámbulo (págs. 191 y 192) ha expuesto muy brevemente las condiciones, – casi sería mejor decir los condicionantes -, de los estudios sobre la psique en comparación con los que se abordan en las llamadas “ciencias de la naturaleza” : éstas tienen como objeto un fenómeno natural observable y sobre el que existe, ( dicho con palabras del propio Jung) “un punto arquimédico exterior”, lo cual falta en la psique, porque sólo la psique puede observar a la psique, dice el sabio nacido en Suiza. Aunque más abajo deja caer esto, que no me resisto a retomar de su texto, por lo que se verá en su momento : “Pero no está en absoluto excluido que la física atómica del futuro nos proporcione, por fin, ese punto arquimédico”. (pág. 191).

En efecto, eso comienza a ser posible dadas las tecnologías de observación y medición de procesos que tienen lugar en nuestro cerebro y, como en cierta ocasión razonamos, casi será posible llegar a “pesar” un pensamiento : cuando sea posible medir la cantidad de energía (¿en electronvoltios, -eV-, quizás?) que la masa encefálica pone en acción cuando piensa, idea, imagina…, etc., algo. “Pesar”, sí : por la relación que estableció Einstein con su fórmula E=mc2. Lo apuntamos sólo como posibilidad, y desde nuestra casi absoluta ignorancia de lo que es la física atómica, pero también desde el razonamiento de los que puede ser la investigación del cerebro con tecnologías muy avanzadas. Así, lo que Jung afirmaba a mediados del pasado siglo XX, hoy lo vemos como casi al alcance de la ciencia actual.

2 Antes hemos escrito unas palabras que no debemos dejar ahí sin  más. Puede que algún lector haya reparado en ellas : “… a lo largo de nuestras diversas culturas”. ¿Cómo que “nuestras diversas culturas”? ¿Acaso cada uno no tiene o pertenece a una y sólo una cultura, la que sea? Sí, y no. A la vez que es cierto que se pertenece a una cultura, es también verdad que esa cultura contiene en sí restos de otras muchas anteriores, y también los gérmenes de otras más que aguardan en el porvenir. El “por venir” es lo que está como esperando, idealmente, en el futuro, y “futuro” significa “lo que ha de ser”. De modo que “futuro” y “porvenir” son términos sinónimos en muchos sentidos, aquél primero tomado directamente del verbo latino en su conjugación, y éste otro formado sobre la expresión castellana antes expuesta, “por venir”. Pero, ¿a cuento de qué viene todo esto? Veamos.

Por más que muchos se empecinen en agruparnos bajo una única visión del mundo, somos así, tal como somos, por causas y razones muy diversas. Y constantemente estamos forjando en nuestro interior, las más de las veces sin ser de ello del todo conscientes, cambios, modificaciones, maneras de ser que no se cierran nunca en una única vía. Ahí es donde entra el factor “tiempo”, y por eso lo de “por venir” y “futuro” son cosas que viene a cuento. Las culturas, como los tipos de personas y las maneras de ser, se van (nos vamos) forjando en (o a lo largo de) los tiempos. En este sentido se podría decir que una baza del “espíritu de los tiempos” es, precisamente, el Tiempo.

Y más : forma parte de lo que hemos llamado arriba, en el título mismo de este texto, “Espíritu de los Tiempos”, eso que se llama Arte. Pintura, Poesía, Música, Cine, Novela. Todo eso es algo que contribuye a configurar y dar plenitud de forma al “espíritu de los tiempos” de cada época. Y de época en época, de salto en salto a través de los cambios y las “maneras de” que adopta la Historia, nosotros, autores como colectividad y a la vez pacientes como receptores de otras performances, también cambiamos. En cierto sentido el ser del hombre es Ser y es Existencia, lo que supone Cambio. Permanencia y Cambio son constantes que no podemos evitar.

3 Estas cosas las estamos planteando así porque es nuestra intención, como en anterior texto de este mismo foro de La Opinión de Málaga ya se empezaba a abordar, echar una ojeada a la obra pictórica de Dino Valls, al trabajo científico de Semir Zeki , (Una investigación sobre el arte y el cerebro, era el subtítulo de su libro “Visión interior”), acercarnos desde lejos, desde una prudente distancia previa, a una serie de cuadros, a un conjunto de textos también, y hacerlo con las garantías que nos ofrecen un par de circunstancias nada desdeñables : la una, que el propio Dino Valls podrá, llegado el caso, intervenir en el diálogo con su obra que plantearemos, algo imposible cuando se dicen tales o cuales cosas sobre El Greco o Vermeer o el mismo Dalí. Y la otra, que los autores de los textos que trataremos también viven, y podrán por lo tanto también dar su visto bueno, su nihil obstat, ( ¡ o su denegación de validez ! ), a cuanto hayamos dejado dicho como aspectos hallados en sus respectivos textos. Es algo que ya hicimos cuando comentábamos poemas y obras varias de Chantal Maillard, por ejemplo. Para que los lectores puedan ahora hacerse una idea más cabal de lo que queremos, damos aquí el enlace con un texto anterior que se publicó en este mismo foro de blogs del diario malagueño antes citado. Es éste, que se titula “Visión interior” y está en “Palabras, bosques” :

Palabras, bosques

Y para cerrar ahora este breve texto de hoy, es oportuno volver al trabajo, – citado antes -, de C. G. Jung y quedarnos con estas palabras :

“El fenómeno psíquico del espíritu indica sin más que es de naturaleza arquetípica, es decir, que el fenómeno llamado espíritu se basa en la existencia de una imagen primigenia autónoma, que existe en la constitución de la psique humana, universalmente y con anterioridad a la consciencia.”

Esta última cita de Jung vendrá más a cuento cuando veamos que, al igual que ciertos aspectos de la actividad humana, como son los que en su obra “El alma primitiva” trató y describió de manera muy sustanciosa y amena Lucien Levy-Bruhl, se producen algunas veces en grandes creadores de obras de arte, y no es sólo el propio cerebro humano en su constitución interna y su naturaleza neurológica lo que explica y da razones del hacer artístico, (sobre todo en pintura, poesía, novela y música), sino que hay en el seno de toda cultura un poso de incalculable valor y de una fuerza potencial todavía difícil de explicar.

Y esa fuerza impulsa y mueve al artista desde adentro al mismo tiempo que arroja luz sobre sus propios pasos, y a veces, se diría, el pintor, el poeta, el novelista o el músico, aun siendo su obra en gran medida actividad cerebral consciente, se ve como arrastrado por una especie de “sueño lúcido” del que no sabe salir hasta llevada a cabo su tarea. Sobre estas cosa habremos de trabajar. Y a estas cosas entendemos que cabe considerarlas como siempre insertas en lo que llamamos “espíritu de los tiempos”, y son éstos que ahora vivimos, tal vez, de los más necesitados de creadores conscientes de su hacer y lúcidos en todos sus (¡incluso!) posibles “arrebatos artísticos”.


3 respuestas a «EL ESPÍRITU DE LOS TIEMPOS»

  1. Anoto.- La imagen que arriba ve el lector ilustrando este texto, es por una gentileza del propio Dino Valls que ahí aparece : de hecho, en su momento, solicitamos de Dino permiso para usar de sus obras en estas entradas de blog, lo que amablemente nos concedió. Gracias, Dino.

  2. Me gustan sus análisis que utiliza como hilo conductor entre áreas que aparentemente están muy distantes entre sí. Y aunque no son temas fáciles, con su forma de exponerlos y como ya dije antes, su análisis, hace que cualquier profano sea capaz de asomarse a estos “otros mundos”. Un placer como siempre!
    Un saludo

  3. El mar es gris plata. O azul, o índigo. Depende del color del cielo en cada momento, de la luz y de la naturaleza del aire en el lugar de la tierra ( el planeta) donde estemos viendo el mar. En el trópico o en las proximidades de los polos. Un día de pleno sol y luz clara o uno nublado y con augurios de tormenta…
    En los textos ocurre algo así. Y si uno se da cuenta de ello a tiempo, no es ya difícil establecer relaciones entre cosas que “parecen” poco afines o al menos distantes. Es una cuestión de perspectiva. Y el resto viene dado por una razón: no basta con leer, sino que es preciso “meter adentro de uno mismo lo que se lee”. Y luego, ya se escribe.

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