Nombres del sueño

1 Abr

Posiblemente la palabra latina “corpus-oris”, que se suele dar como de origen oscuro, pueda tener su origen en una raíz KER- (ide.) que acumula, en sus cuatro variantes, desde partes del cuerpo como el corazón o la cabeza, hasta la idea de “crecer, alimentar”. Ya lo razonaremos esto más adelante.
En griego las palabras “onar-oneiratos”, así como “oneirar-oneiratos”, (ambas formas son una sóla, deduzco : tienen el mismo genitivo: oneiratos), es lo que significa “sueño, visión”. De ellas viene el término culto castellano onírico. Y el término Hypnos era el nombre del dios (un “dios menor”) del sueño, siendo el verbo “hypnóo” lo que significaba “dormirse, adormecerse”. La lengua griega distinguía pues entre lo que es “tener sueño” (: o “ganas/necesidad de dormir”) y “tener sueños o ensueños” (: “las cosas que se “ven/vivencian cuando dormimos”). Algo similar ocurre en otras lenguas, como en francés, con esas dos palabras que son, respectivamente, “rêve” y “somneil”, o como en inglés, con los términos “sleep” y “dream”, entre otros.
En latín también se distinguían las palabras referidas al proceso bio-fisio-lógico del hecho de dormir de las que apuntaban al fenómeno que se produce de manera natural cuando dormimos : que soñamos, que tenemos sueños o “ensueños”. Lo que ocurre es que la lengua latina adoptó términos muy parecidos entre sí para los dos diferentes sentidos, siendo “somnus-somni”, masculino de género, el acto de dormir, casi equivalente al griego Hypnos, y “somnium-somnii”, de género neutro, lo que significaba “los ensueños, las visiones, etc,” que se pueden tener en tanto estamos dormidos. Lo que ocurrió en nuestra lengua es que al ser tan similares los dos términos latinos, evolucionaron hacia uno sólo, “sueño”, y nosotros tenemos que distinguir ya por el contexto, ya por aclaraciones añadidas, cuándo hablamos de un sueño que hemos tenido dormidos y cuándo del normal y biológico hecho de tener uno más o menos sueño.
Es posible que tanto el griego “onar/oneirar” como el latín “somnus/somnium” tengan una raíz ide. común en la de la palabra “noche”, (en indoeuropeo NEKw-T-), que dan los vocablos latinos y griegos nox-noctis, en la lengua de Cicerón, y nyks-nyktós, en la de Platón. Lo que las hace parecer diferentes serían los respectivos (e hipotéticos: esta es una hipótesis personal tan sólo) prefijos y sufijos de una y otra lengua. Es un fenómeno muy frecuente y con el que constantemente se topa uno en la lingüística. Pero esto es cosa menor, en relación con lo que irá viniendo.
Lo que antes habíamos llamado “cuerpo onírico”, y de los que hablaremos más adelante en sucesivas entradas sobre este mismo tema, queda así centrado en lo que a los términos que lo nombran se refiere. Me resta añadir el correo electrónico de una persona, con quien he trabajado las potencialidades diversas del mundo de los sueños apenas los tratemos con cierto rigor y constancia. Hablo de Álvaro Marinetto. Con él se contacta, si se desea, en este correo electrónico: alvaritsss@hotmail.com
Lo que a continuación de este texto va a seguir en breve, dada la casi exclusiva finalidad pre-orientadora de esta entrada, será buena parte de lo que La Opinión de Málaga publicó en la edición en papel impreso el pasado miércoles día 31 de marzo, y que se refería a la necesidad de soñar mundos mejores para así ver de mejorar el que vivimos día a día, y algo más en relación con los llamados “sueños lúcidos”, que son aquellos en los que quien está dormido y soñando “sabe” que está soñando. A este respecto anote el lector el nombre del especialista en el tema doctor Stephen LaBerge, Director del Lucidity Institute, en Palo Alto, California. Todo el que lo desee puede bajarse, de manera gratuita, de Internet, un libro suyo sobre el tema. Merece la pena.

3 respuestas a «Nombres del sueño»

  1. Pueden también anotar el correo de Noemí, que trabajó a la vez que Álvaro este tema, años atrás, y que puede dar su personal visión de las cosas que hemos apuntado en la entrada anterior.
    Es este su correo:
    noemi.r.r.@gmail.com
    Gracias.
    Ya le consulté y se mostró igualmente interesada en retomar esta actividad, aun cuando sea de forma menos intensa que años atrás: el trabajo manda.

    • No lo creo. ¡Ya quisiera yo ser erudito! Lo que importa es que se logre entender, quiero decir que me explique yo adecuadamente. Si se me va enetendiendo, que la cosa resulte más o menos erudita es lo menos, ¿no? También ocurre que en cosas de etimologías y raíces de palabras el tema va así. Parece erudito, pero no lo es tanto, se lo aseguro. Y le agradezco su observación: me permitirá controlar, -tal vez-, excesos de datos.

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