Diversas encuestas publicadas durante días anteriores auguran futuros éxitos a Ciudadanos tanto a nivel estatal, local, incluso autonómico en Andalucía. Sin embargo, estos avances electorales están previstos bajo esa atmósfera tormentosa de la erradicación de las mayorías, situación que puede transformar las victorias en derrotas y ninguneos, a causa de las alianzas entre dispares, si no, entre diferentes. Así está la estampa del cielo social español, como si el destino lo hubiera calcado de estos chubascos de domingo bajo los que escribo. Una luz de plomo sobre una ciudad con ansias de sol y verano perpetuos. Ante este aguacero irrumpe Ciudadanos con ciertos visos de alcanzar el poder. La sociedad española, situada por el imaginario colectivo bajo la sombrilla sobre la arena, como enmarcada para siempre en una foto de Pérez Siquier, sufre ahora el desencanto consigo misma. Tras aquella orgía de los ladrillos, esta resaca por tanto psicotrópico financiero y tanto estupefaciente social hibernados para un futuro que ahora es presente imperfecto con toda la carga de realidad del indicativo. Aquel gabinete socialista de Rodríguez Zapatero gobernó como esa manada de inútiles que la historia desenmascara hoy; allí donde el Partido Popular pudo, cultivó una podredumbre que aguarda en las colas de un sistema judicial que a ninguna instancia del poder interesa que funcione. Tampoco se inhibieron del tintín de las monedas sucias Convergencia, la Casa Real y un buen número de prebostecillos locales. Entre idiotas y flatulentos me parece un buen título para la novela que el pueblo español protagonizó como sujeto paciente durante aquellos tiempos en que el secreto de la felicidad consistía en asfaltar la península, y dejarse querer de un modo u otro. Conocemos el final trágico de esta película pero nos imaginamos que el próximo desenlace será aún más aciago, según los nubarrones que desde tantos frentes se aproximan. Por lo pronto, los ricos catalanes ya intentan huir de esta pobreza que tanto afea cualquier foto, salvo las de Pérez Siquier. Alzan los calçots también en Baleares, y los señoritos vascos y navarros barnizan ya sus makilas por si hay que soltar algún varazo. En días de diluvio quien tiene un arca, triunfa.
Y en mitad de esta ciclogénesis expansiva llega Ciudadanos. Inés Arrimadas, junto con su equipo, ha sido valiente en una Cataluña conducida por el nacionalismo hacia la confrontación social; un freno de sensatez frente a aquella hoguera de niños pijos educados en Harvard, y que nunca pierden. Ciudadanos recuerda a UCD; enarbola un discurso cómodo, con el que gran parte de la clase media se identificará sin mayor problema, pero que, al menos por ahora, no indica qué va a hacer de modo concreto para que se calme este tan largo invierno. La formación de Albert Rivera se revela como un parche, y España necesita mecánica nueva, de última generación y con urgencia. La sociedad española tiene que encontrarse en un escenario donde se sienta sociedad y española, un espacio de encuentro donde las comunidades ricas abandonen la prepotencia de quien amenaza, y las otras, el lamento del subsidio. Aquella UCD se articuló en tiempos terribles y ofreció a los españoles un modo de no definirse ni por la izquierda, en muchos casos soviética, ni por una derecha todavía con vocación neo franquista. Tras varios años, y por el efecto despabilador de un golpe de Estado, el pueblo español descubrió un 23 de febrero que sólo había disfrutado la anestesia del paso tiempo, aquel viejo aforismo de Lampedusa de que era necesario que todo cambiara para que todo siguiera igual. Si Ciudadanos quiere alejarse de aquel precedente tiene que mostrar hechuras de partido con idea de Estado, un ideario, más que ideología, para una cohesión social. Por ahora, Ciudadanos se limita a rectificar alguna leve medida del que mande. En Málaga actúa como monaguillo del Partido Popular en el ayuntamiento, y en Sevilla funciona como palmero del Partido Socialista. O campo, o playa; o sequía o lluvia. Por desgracia, nos hallamos en una época en que hay que resolver incógnitas y disyuntivas frente a tanta borrasca de pretéritos que ensucia el futuro.