Según indican los entendidos en esta materia, la cantidad de vivienda vacía en Málaga se agotará en pocos años. Habrá que recalificar nuevos terrenos, el método más rápido de dar el pelotazo, así en expresión popular más que gráfica. Nuestro equipo municipal ya ha demostrado que le encanta este tema de los pelotazos urbanísticos. No digo que nuestros concejales se estén lucrando de modo ilegal sino que nuestro equipo munícipe con Don Francisco a la cabeza ha promovido desde hace años la expansión de nuestra ciudad y, por tanto, los pelotazos que significan que a uno le pasen el terrenito rústico a urbanizable por esa magia de los birlibirloques urbanísticos. Habría que saber a quién pertenecen los territorios que lindan con la ciudad para que sepamos el nombre de los agraciados con esos premios gordos de la voluntad municipal. Que una ciudad sea grande no significa que sea una gran ciudad. Conozco urbes inmensas cómodas como un pueblecito gracias a los servicios públicos que articularon. He paseado ciudades extensas que significan sólo un látigo de distancias y penurias para sus habitantes. Y hacia ahí caminamos. Durante los años setenta Málaga creció como una adolescente desgarbada. La vivienda era una necesidad y arrancó la construcción de grandes barrios en los que ni se previeron aparcamientos, ni jardines, ni otros lujos; aún recuerdo cuándo se instaló la red de alcantarillado en mi barrio, Miraflores de los Ángeles, en los tiempos de Pedro Aparicio, si no recuerdo mal. Los niños nos apedreábamos desde una zanja a la otra, porque ese era el juego que tocaba en aquellos días. Hoy, recibimos las pedradas desde unos administradores de nuestro futuro que ignoran el interés general. Si alguien comprende, por ejemplo, por qué el metro no llega hasta el Parque Tecnológico que lo explique. También sería digno de estudio por qué se extendió la ciudad, con el consiguiente aumento del gasto colectivo, cuando el centro urbano aún está vacío y en partes incluso derruido como las calles de mi barrio cuando aquella miniguerra infantil.
La filosofía municipal parece resumirse en la frase aquella que expresaba que quien venga detrás que apenque. Cuando la extensión de una ciudad, Zaragoza, por ejemplo, llega en rima con crecimiento industrial, se genera un balance entre la inversión obligatoria en infraestructuras y los ingresos constantes y necesarios para abordar ese gasto como sucedió en Vitoria. Las expansiones más allá de las rondas implican para Málaga un mayor gasto. Consideremos, por poner algo, el combustible de los vehículos policiales y pensemos en el incremento de plantilla para que su eficacia no se vea reducida a causa de tener que atender un mayor territorio y más diseminado. La Junta se ve obligada a abrir nuevos centros escolares, mientras que otros están casi vacíos. Y si nos vamos a aspectos ecológicos, lo primero que se consigue con una ciudad extensa es el aumento en las emisiones de gases contaminantes. Volvemos a lo de siempre. Unos cuantos pegan el pelotazo para vivir en sus chalés con piscina al margen de los afanes populacheros, mientras otros veremos incrementada nuestra carga de impuestos para sostener unas calles muy mal planificadas, o muy bien planificadas si se mira desde el punto de vista de ciertos bolsillos. El centro se ha entregado a las manos de los especuladores turísticos y se ha dejado morir para que a nadie se le ocurra reivindicarlo como habitante de esas aceras. Nunca se expropiaron inmuebles abandonados ni se obligó a que se construyera en los solares. Ahí se urdió el pelotazo turístico que mete billetes para unos pocos, que apenas crea empleo y que justifica, de paso, que haya que construir viviendas cada vez más lejos lo que genera un nuevo pelotazo, mediante recalificación, y no me extrañaría nada que para los mismos nombres y apellidos que ya han obtenido el pelotazo con la usurpación del centro urbano a los malagueños. Esta es la planificación made in Francisco de la Torre y sus cuates.
Realmente aprecio este maravilloso post que nos has proporcionado