Reflexiones sobre Semana Santa

21 Mar

A pesar de que tengo ocho apellidos antequeranos no me gusta la Semana Santa. Perdón. Dicho esto, también debo admitir que como malagueño comprendo el ideario de mi gente y las tradiciones de mi tierra. Mi sobrino es hombre de trono y me consta el sentimiento cofrade que alberga la casa de mi hermano y mi cuñada. Son tradiciones y las tradiciones definen. Jamás se me ocurriría pedir la supresión de las procesiones como hacen algunos que comprenden la democracia como la adopción de una normativa de su gusto por encima de cualquier otro motivo. No me gustan los toros pero considero que las corridas se deben suprimir por ausencia de público y, desde luego, sin que reciban subvenciones. Los impuestos se deben gastar en asuntos más perentorios; por desgracia, tenemos muchos. Del mismo modo, si la Semana Santa debiera concluir un día, tendría que ser aquella fecha en que no pudieran mover un trono por ausencia de hombros. Como veo tan lejano ese día que es que no lo veo, toca reflexionar sobre este evento de origen religioso pero con deriva histórica inmersa en el folclore, que es nuestra Semana Santa. Como decía el protagonista de “Desmontando a Harry” de Woody Allen, durante una discusión con su hermana intolerante con el ateísmo del personaje principal, la tradición sólo es la ilusión de lo permanente. No podemos pretender que algo sea inmutable. Lo nuestro es cambiar por puro imperativo del tiempo que convierte en pasado la abstracción del presente. Quizás, en los tiempos que corren, deberíamos plantearnos si las fechas en que se sitúa la Semana Santa son las más adecuadas y si deberían ser fijadas mediante otro método y bajo otra óptica. El calendario escolar y laboral español está determinado por el calendario religioso que, además, varía según los ciclos lunares, por convención conciliar desde aquel lejano siglo VI que nada tiene que ver ya con nosotros.

Los tiempos corren que es una barbaridad, excepto para algunas cuestiones abandonadas por la sociedad española al fondo de la caja de asuntos pendientes. Por ejemplo la educación. No sólo vivimos en una demencia de país donde se han promulgado siete leyes en veinte años, sino porque la educación no es prioritaria en el sentir general de nuestra sociedad. Nuestras fiestas van por delante de cualquier otro fin y cuando se ha planteado modificaciones ha sido por presiones de la hostelería, el empleo en nuestra ciudad, pero no el único sector que configura una sociedad en su conjunto. Hemos visto semanas en que había fiesta un martes y un jueves, hecho que fastidia tanto a las familias como a la docencia. El fracaso escolar español es un síntoma de la desorientación de la sociedad española en su conjunto. No se debe a un sólo factor y es un problema muy complejo, pero una organización racional de los trimestres y de los periodos vacacionales ayudaría, al menos, a que las familias pudieran planificar el tiempo junto a sus hijos. La racionalización del calendario debería ser una prioridad nacional. En Andalucía tenemos la Semana Santa, otras comunidades tienen otras fiestas. En Sevilla se cruzan en la tintorería los uniformes nazarenos con los vestidos de faralaes y las batas rocieras. Un estrés. Las tradiciones, religiosas o laicas no pueden interferir la buena marcha de los periodos escolares. El aprendizaje exige constancia y continuidad. Las interrupciones en nuestros almanaques son frecuentes. Ojalá nos viéramos un día como en Japón, donde en las mismas fechas se imparten las mismas lecciones en todo el país y es para sus habitantes un motivo de orgullo y satisfacción. Nuestras aulas aún tienen que adaptarse a múltiples diversidades socio-económicas y culturales. Mientras tanto, y ya que no es posible por ahora este debate regulador, disfrutemos de esta Semana tan tradicional en nuestra Málaga y esperemos que la lluvia no rompa las ilusiones de tantas malagueñas y malagueños que señalan estos días como los más importantes del año en su agenda sentimental.

2 respuestas a «Reflexiones sobre Semana Santa»

  1. Curioso artículo: su mensaje es claro (tolero lo que no comparto porque es valioso y significativo para otros), pero en su argumentación hay cosas que flaquean. Por un lado, el criterio de la cantidad de público asistente a una actividad no me parece suficiente para proponer su supresión (suprimamos entonces la poesía, por ejemplo). Si las corridas desaparecen como espectáculo de masas algún día, será porque habrán dejado de ser rentables, y quedarán limitadas a manifestaciones minoritarias, en petit comité, pero sin prohibición normativa, a no ser que algún gobierno las prohíba. Por otro, hay una exigencia de unanimidad en la Educación, pero líneas más tarde se reivindica que «nuestras aulas aún tienen que adaptarse a múltiples diversidades socioeconómicas y culturales»… De todos modos, me gusta su tono tranquilo y conciliador. Últimamente es raro en periodismo de opinión, y se agradece…

  2. No sé que obsesión tienen algunos con la idea de que la Semana Santa, la Fiesta del cordero o la Pascua judía están amenazadas en nuestro país por algunas de las nuevas fuerzas políticas emergentes. Este populismo trasnochado, simplista e ideológico que apela a exacerbar los sentimientos de miles de devotos españoles contra todo aquello que represente una posibilidad de cambio, evidencia la agonía de un sistema que se aferra inútilmente a una tradición muy española que consiste en imponer «por cojones» un orden inmutable, intocable y sagrado. La Semana Santa, señoras y señores, no es una tradición española, que quede claro. La Semana Santa es una expresión exclusivamente religiosa y no una festividad de carácter turístico, como puedan ser los San Fermines de Pamplona, las Fallas de Valencia o la Feria de abril. Ya está bien con asociar la «españolidad» con la Semana Santa, con los toros o con la monarquía #COMPIYOGUI. Entiendo que existan compatriotas nostálgicos de otros tiempos épicos y generalísimos, donde el dedo divino mandaba sobre los designios de cada español, pero lamento decirles que vivimos en un Estado democrático, donde cualquier aspecto de nuestra sociedad puede y debe ser replanteado, si los tiempos y las necesidades del momento así lo reclaman. El pasado de España va más allá de la Semana Santa; por tierras del Al-Andalus, la fe coránica se pregonó durante ocho siglos desde innumerables minaretes y no por ello hoy ser español o andaluz se asocia a la cultura islámica. Todo tiene un pasado y la Historia es la continua refundación de aquello que se consideraba inmutable y sagrado. Feliz viernes sanctus.

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