Si el alcalde no quiere matar el Centro de Málaga de modo intencionado, lo está consiguiendo sin querer. No me refiero sólo a la despoblación que provoca el mero hecho de que coloquen un bar bajo tu ventana. Fenómeno que deprecia la calidad de vida y el valor de la propiedad de un solo golpe pero que, por ejemplo, no conlleva ninguna rebaja en el IBI. Las actuaciones municipales se han encaminado a convertir el Centro en una especie de parque temático como aquel que, en la película “Bienvenido Mister Marshall”, los vecinos erigieron con cartones para recrear lo que pensamos que un guiri piensa de nuestra cultura. En arte se llama costumbrismo. Como aprendí del maestro Manuel Alvar López, necesita grandes dosis de mentira para proyectar ante el espectador lo que habría podido ser, si hubiera sido. No menospreciemos las consecuencias letales del costumbrismo. Una buena parte de los terroristas del planeta actúan para devolver al futuro un pasado que jamás existió. La Renaixença catalana comenzó casi por la reivindicación de la butifarra y la barretina, y fijémonos hacia dónde ha derivado la nave. Otro efecto pernicioso de los costumbrismos podemos centrarlo en la siembra de tópicos, árboles conceptuales que una vez arraigados no sólo son invasivos, sino que se vuelven casi imposibles de eliminar. Por circunstancias acabé en una residencia universitaria junto a un señor con cuatro apellidos navarros bien sonoros. Ambos estábamos en un curso en Sevilla a finales del verano. Apenas acabó el primer almuerzo afirmó, dada mi condición de antequerano por los cuatro costados, que yo iría a dormir la siesta como buen andaluz. Lo que hice porque los complejos son problemas de los demás. Él se echó en la cama con un libro para hacer las cosas útiles que siempre están haciendo las gentes del norte. Esa noche, fresco por la ducha, relajado por mi siesta, nos fuimos de copas. Lo machaqué. Aún más cuando lo desperté a las siete de la mañana. Desde ese día, sus ronquidos no me dejaron dormir la siesta. Fue convertido como San Pablo al caerse del caballo.
Las políticas hosteleras y urbanas del consistorio están dibujando una estampa que Málaga no se puede permitir. El turista que se da una vuelta por el Centro encuentra una ciudad falsa y mendiga. Ahora, por ejemplo, ha proliferado en calle Granada el asalto al peatón que es instado a que entre en uno u otro restaurante de los que por allí proliferan. Fenómeno propio de la costa y sus indeterminaciones de todo tipo. Una cosa es que alguien junto a la puerta del local ofrezca ayuda a quien mire la carta, y otra que haya que esquivar y negar pregunta tras pregunta sobre dónde va a comer uno. Si yo estoy en una ciudad ajena a la mía y me encuentro con una calle así, sólo me causa desconfianza hacia el local y, al menos yo, no entro. Si a esto sumamos el hecho de que mientras uno come y charla se acercan dos niños que dicen que cantan y tocan la guitarra para chillar al oído de quien pillen allí sin posibilidad de huida, un tipo que exhibe sus cirujía, otro que deja un mechero y explica que es sordo, y cuatro intentos de venta de flores, la imagen se aleja de una ciudad con un mínimo civismo, civilidad y civilización. Una ciudad turística como tantas otras donde se ha delimitado un reducto para estrujar el crédito del turista o del incauto indígena que allí se acerque. Esto es, la política municipal está dejando el Centro despoblado y a sus habitantes en la ruina, a la vez que está promocionando una imagen de ciudad tabernaria que no se borrará del imaginario colectivo por mucho museo que se abra en medio de este circo al que ya no le falta ni la noria frente a las ventanas de los vecinos. El Ayuntamiento ha resucitado el tópico de la Málaga de mil tabernas y una sola librería. Hoy tenemos más de una librería, pero muchas más de mil tabernas que meten el dinero en los bolsillos de dueños de franquicias, de poseedores de locales y en las huchas de unos interesados muy concretos. No busquemos inversiones industriales o tecnológicas cuando la penosa imagen que ofrecemos es la de un recinto ferial. Los tópicos.
El presente artículo se ha quedado muy corto con respecto a lo que es el Centro de Málaga: Un lugar intransitable entre el continuo acoso de la hostelería, músicos impresentables, toda clase de pedigüeños, carteristas, en fin para que seguir…… Es un contraste una ciudad que artísticamente ha evolucionado de una manera notable y la degradación por abandono de su Centro Histórico.
¡Dios del Cielo! Su crónica de guerra le ha salido hoy harta vehemente. Es éste un artículo más propio de José Luis Alvite pero sin el arte de aquél, claro. Javier Fernández
Destruyamos Málaga entonces, pero qué queremos? Cuál es la formula? Dónde están las propuestas de estas mentes excesivamente privilegiadas que impiden ver más alla de la simple crítica activista?
Nos acordamos de la Málaga de antes?, la del centro circulado, la de los edificios en ruina, la Málaga de los tres hoteles (Málaga Palacio, Bahía Málaga y Don Curro, las aceras rotas, el Puerto como muro de separación entre culturas, la Málaga de los cero museos, etc etc etc.
Así de grandes somos y seremos siempre. A diferencia de otros lugares en los que el chovinismo raya lo absurdo, nosotros siempre nos empeñamos en matar lo nuestro.
Absolutamente de acuerdo con usted. Incluso se ha quedado corto, posiblemente. El centro de Málaga es tabernario, incómodo para el peatón y enriquecedor para Ayuntamiento y propietarios de los negocios dicho. Observen una cosa: no hay plazas ni calles con bancos, y menos a la sombra. No interesa: el que quiera descanso… que pague. Saludos y enhorabuena.
Cuando La Opinión busca bloggers para colgar sus opiniones, imagino que irán al Club Mediterráneo preguntarán quién escribe sin faltas de ortografía y ya han encontrado a uno. Porque se derrocha clasismo, conservadurismo y pocas ganas de escarbar más allá de «la imagen».
La critica hecha en este articulo es comprensible, mas aun ya que las cosas son asi. Pero casi todas las ciudades grandes y dignas de ser visitadas tienen todo esto mismo, o aun peor. Para descubrir Malaga, tambien muchas otras ciudades, pero Malaga especialmente, es necesario poner de tu parte y ir mas alla’ que el tipico turista, yendo a la »superficie» de nuestro centro, te encuentras eso, una version mas sedada de los peores »tourist traps» que pueden ofrecer Londres, Roma o N. York
Totalmente de acuerdo con usted, maestro. Esto no es una ciudad, es un parque de atracciones. Pero claro, tampoco tenemos que extrañarnos tanto, teniendo en cuenta que tenemos a una Concejala del Centro que no está ni de lejos a la altura de las responsabilidades que se le ha encomendado en el distrito centro. Esto en una noche, en la que al parecer, le han propinado una paliza a un sacerdote dentro del confesonario de una iglesia católica situada en el mismo centro de la ciudad. Para más señas en Stella Maris. Señora Concejala, por favor tenga algo de dignidad y dimita mañana mismo.
Se ve que no conoces el centro, hace veinte años te sentaba en la Herrería del Rey, a leer el periódico y tomarte unos churro y era un ejercicio magnificó para ejercita él no, eso sigue igual, pero el centro está mucho mejor, los de las terraza y el asalto ha la carta armada tienes razón, afea mucho, se debe controlar el centro en este auge de todo, pero los de los mendigo y demás sigue como siempre .
Al Sr. Victor y a algún otro que parece que hay que explicarle las cosas con cucharilla: la invasión del espacio urbano por terrazas que obligan al peatón a sortear obstáculos como en el Gran Prix es TOTAL. La otra noche una ambulancia tubo que parar 5 minutos en el estrangulamiento de plaza del Siglo a plaza del Carbón, porque los comensales no se creían que de verdad tuviesen que abandonar su cerveza y levantarse para dejar paso a tamaño vehículo. ¿Creen ustedes que es normal pasar por calle Santa María en fila india? Si esto es mejorar que venga Dios y lo vea, que nada tiene que ver esto con que desde que se propuso, viéramos en la peatonalización del centro, una verdadera oportunidad para la ciudad