Ya se ha producido el primer accidente entre un coche y el metro de superficie por Teatinos. Según parece la o el conductor se saltó un semáforo en un cruce que no existiría si el metro fuera por donde circulan los metros, esto es, bajo tierra. En superficie se llama tranvía y está sujeto a iguales o más contingencias que los que podemos llamar metros de trayectoria polivalente, es decir, autobuses. La Junta de Andalucía es así. Cuando no puede sufragar los gastos de unas infraestructuras que abordó por motivos ideológicos pero faltos de sensatez, se escuda en ilusionismo semántico y ya está. Todo ciudadano andaluz tiene derecho a un metro o dos. De acuerdo. Como aquel personaje masculino en la “Vida de Brian” que quería reflejar su derecho a ser madre en unas leyes revolucionarias para una nueva sociedad. De acuerdo. Un derecho existe cuando se puede pagar. Y eso es lo que nuestros políticos jamás ha contemplado a la busca de una gloria instantánea que les otorgue votos y pensionados exprés aunque arruinen a generaciones futuras. Los metros son rentables y convenientes a partir de un número de usuarios y de un precio del billete. No es que en otras ciudades sean más tontos que nosotros. En positivo, no es que seamos más listos que otros muchos, más ricos que nosotros. Lo digo con todo el respeto, pero instalar un metro en Granada, por ejemplo, no tiene ningún sentido, dadas las dimensiones de una ciudad que casi se atraviesa andando. Volviendo la vista a Sevilla o Málaga el tiempo dirá. Por lo pronto, ya nos han avisado que el billete se subvenciona porque de otro modo costaría los 5 euros por los que sale el trayecto. Esas deudas no se dispersan en el aire como los magos hacen con el conejo de la chistera. Permanecen, crecen y hay que pagarlas de los bolsillos de todos. Incluidos los ciudadanos andaluces que nunca se beneficiarán de ese transporte público que es el tranvía, alias, metro en superficie. A ello unimos una política eléctrica que impide la energía nuclear, sin que los ingenieros puedan mediar en el debate todavía, y que apostó por molinillos de dudosa eficacia que ya empiezan a poblar ciertos paisajes más de la cuenta. Electricidad cara, transporte caro, subvenciones, déficit, deuda. Es tan cara la energía que recordemos al alto cargo de Susana responsable de energía, que tenía su luz enganchada como se dice en mi pueblo y en el suyo.
En casa del pobre todo son lamentos. La zona del nuevo campus universitario se construyó hace muy pocos años. En efecto, insertar un metro bajo tierra sale caro y puede generar problemas en zonas como el centro de Málaga donde, salvo en pocas calles, planificación rimó con improvisación. Los barrios de Teatinos se alzaron casi con el rumor del metro en sus planos. En una zona despoblada no debe ser complejo el uso de la zanja y las pantallas de hormigón e incluso el de la tuneladora. Siempre que se estuviera calculando una Málaga del siglo XXI. O en frase corta, siempre que se estuviera construyendo Málaga. Lo que jamás se ha hecho con una perspectiva de diez años vista. Es decir, a las imprevisiones de la Junta, que aborda proyectos sin dinero ni presupuesto firme, hay que añadir la falta de planificación que Málaga padece desde época romana pero que se hace más clara en el desparrame urbano que ha propiciado el consistorio del PP con su huida hacia las afueras pero sin prever las necesidades e infraestructuras adecuadas. De este modo, el futuro se convierte en regreso al pasado con tranvías que condenan carriles y calles, en lugar de metros que se definen como un transporte que corre bajo tierra y de ahí su eficacia en el cumplimiento de los horarios. La compra de autobuses no exige infraestructuras y un carril bus se construye con pintura. Ya hemos padecido el primer retraso y accidente con un tranvía travestido en metro. Como sucedió en Vélez-Málaga, sospecho que no será el último. Falta de planificación y comisarios ideólogos que se creen modernos sin haber salido del terruño. Es lo que hay.