Hinojosa y la ideología

28 Abr

Este último viernes se presentó El buzo y la aviadora último ensayo y obra de teatro basada en la vida de José María Hinojosa nacida del trabajo del infatigable y riguroso investigador literario Alfonso Sánchez Rodríguez. La obra ha visto la luz gracias al impulso del Centro Cultural de la Generación del 27 y a los buenos criterios de edición que la Fundación Málaga demuestra en cada obra que publica. José María Hinojosa es un autor poco conocido para el público mayoritario. Ya si decimos que fue amigo, pagador de alguna aventura malagueña de Dalí y su enemigo sin querer, su figura comienza a recibir unas ciertas luminarias. Si además descubrimos que trabajó junto a Manuel Altolaguire y, sobre todo, junto a Emilio Prados, la iluminación aumenta de temperatura. Si lo descubrimos en una fotografía junto a Luis Buñuel, Dalí de nuevo o Moreno Villa entre a otros, el interés por quién era ese hombre que aparece fumando en pipa, se incrementa. Si a esto le sumo que gracias a las ediciones de Alfonso Sánchez, su biógrafo y estudioso más prolífico, descubrí el que para mí es el libro más importante del surrealismo español surgido de la poética de Hinojosa, La flor de Californía, así con ese raro acento, creo que el escritor desprenderá un atractivo innegable para cualquier amante de la literatura. Los poemas de José María Hinojosa florecieron al tiempo que los de Lorca o Alberti, se avivaron en los mismos fuegos que los de Emilio Prados o José Bergamín e incluso su obra atesora una mayor calidad que la de otros autores adscritos a la conocida como Generación del 27, mediante casi una operación de mercadotecnia filológica, me refiero al gran filólogo, pero no tan buen poeta, Dámaso Alonso. Sé que lo dicho en la anterior frase es polémico. Las historias de la Historia son escritas por los vencedores y una gran victoria puede llegar a las manos incluso en forma de mesa de despacho, un mazo de folios y un acceso directo a las pocas editoriales que queden tras una guerra.

La figura de Hinojosa fue machacada por todos los bandos a causa del devastador efecto que la ideología tiene sobre la razón y sobre las ideas. José María Hinojosa, el desconocido que da nombre a bibliotecas y colegios malagueños, fue fusilado por el bando republicano durante la Guerra Civil. Cometió varios pecados, a saber, era terrateniente de Campillos, fundó un partido político ajeno al social-anarquismo imperante en las zonas republicanas y, sobre todo, no supo huir a Gibraltar, por ejemplo, como pudieron hacer otros perseguidos. Una vez llegado el ejército triunfante con la cruz nacional-católica clavada sobre la faz de la Iberia, las dudosas amistades de José María, junto con la más que dudosa obra poética surrealista a la que se unió su afición por la política de partidos, lo convirtieron en un cadáver incómodo en los anaqueles literarios franquistas. Así, una vez inserta la Generación del 27 en la literatura de manual, fue más fácil reivindicar a Lorca, del que se dice que tenía mucha gracia para todo y que las maledicencias rurales hicieron cometer un fallo a la guardia civil, que a Hinojosa o Romero Murube, ambos con vidas poco edificantes por motivos bien distintos. Además personajes de probado republicanismo como Alberti lo habían condenado en vida, lo que cerraba la puerta para que una buena parte de lo estudiosos de la literatura lo reivindicaran durante los años de la transición. Habrá que esperar a los estudios de Julio Neira, primero, y al constante impulso de Alfonso Sánchez después, para que un magnífico escritor nacido en una época apasionante pero convulsa en exceso, pueda estar ante la mirada limpia de los lectores que ahora sólo tienen que juzgar sus textos desde el punto de vista emocional y literario y no a través de los cristales del púlpito o los de la checa. La ideología nubla el raciocinio, tiñe cuanto toca y además es peligrosa por invisible. Hegel el padre intelectual de Marx, a quien robo esa visión sobre la ideología, dijo que el hombre que odia queda preso de su enemigo. El hombre que se pone sus gafas de ver el mundo es el peor de los ciegos, el peor de los esclavos.

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