Huelga

9 Dic

La limpieza en Málaga es paradójicamente un guarro al que despiezar en múltiples beneficios. La última reunión entre el comité de empresa de Limasa y el alcalde ha finalizado sin puntos de acuerdo y con una reafirmación en las ganas de huelga por parte del comité de empresa, esto es, representantes de los trabajadores que no consideran a otros trabajadores. La limpieza en Málaga es un problema al que nunca se le ha puesto solución salvo con billetes encima de la mesa. Los trabajadores de la limpieza en Málaga tienen un sueldo más que envidiable si se compara con la cualificación laboral que ostentan, pero en nuestra sociedad aprieta quien puede apretar y aquí unos y otros tienen soga ancha para hacerlo, frente a la ineptitud municipal. Por un lado, la empresa a la que se entregó el servicio, esto es, un conglomerado de empresas accionistas, junto con el Ayuntamiento de Málaga, recibe el dinero de los mismos vecinos a quienes maltrata. Así, no habrá nadie en este mundo que diga que Málaga es una ciudad limpia. Los arcones de plástico todo el día abiertos, junto con los colchones, muebles en las aceras y calles sin barrer, así lo han atestiguado desde siempre; es decir, en tiempos de bonanza económica cuando cualquier queja se curaba con monedas, el Ayuntamiento tampoco luchó por la mejora de los servicios cuya gestión corresponde a ese grupo de empresas depositario de un capital fijo cada año. Por otra parte, los sindicatos, seguros de que aquí podían apretar las clavijas las han apretado. El problema está en las concesiones que se hicieron sin mirar al futuro, no en las peticiones. Es decir, si los ciudadanos de Málaga nos hubiéramos enterado de ese concepto con el que se negocia ahora de la cesta de navidad, pues igual hubieran arreciado las críticas a quien permitió aquello que ahora es tan complicado para quitar de las manos. Además, Limasa es también una empresa con una fuerte estructura familiar. De aquellos tiempos en que nadie quería ser basurero quedó el que el puesto de empleado de la limpieza, con sueldo semejante a un funcionario de nivel A de la administración, se hiciera hereditario como la monarquía. El resultado es que cuando se habla de regulación de trabajo se alude a los primos, hermanos, hijos y cuñados, caso inusual en el mundo del trabajo público.

La limpieza en Málaga es, ya digo, un guarro de preciosos jamones para despiezar en otros muchos aspectos. Cada vez que los sindicatos convocan una huelga general, el primer piquete informativo, eufemismo de aparato de coacción, se envía a la puerta de Limasa. Una huelga de limpieza tiene unos devastadores efectos políticos por la suciedad ambiental que se crea, sobre todo, en los barrios populares y populosos. Los chalés y grandes mansiones pueden aguantar sin recoger los cubos una semana y con no comer marisco, la situación se puede sobrellevar. Si se piensa en barrios como Miraflores de los Ángeles o La luz, o Nuevo San Andrés con los contenedores, perdón cajones de plástico, a dos metros de las ventanas de los ciudadanos, la sensación cambia. Todos los trabajadores públicos han visto bajar su sueldo y condiciones laborales porque el dinero que llega al Estado viene de unos bolsillos colectivos vacíos y de unos capitales que se prestan a España o no. Si irresponsable fue la empresa con concesiones hechas a los trabajadores en años pasados, igual de irresponsable es un comité laboral que no busca soluciones pero empieza a entonar los cantos de pena de las víctimas cuando alude a que el Ayuntamiento quiere poner a los vecinos en contra de ellos. Cuando los trabajadores públicos han perdido más de 3000 € es muy difícil que un comité de una empresa que cobra del tesoro colectivo convenza a nadie de que un grupo va a ser considerado una casta especial que no tiene que soportar ningún peso. Esta huelga tiene un tufo a huelga política innegable, además de la peste que por sí sola generará. Lo que será imposible explicar a la ciudadanía es que tras pérdidas en el comercio, tras aguantar la vejación de las calles sucias, alguna de las partes acabe aceptando la razón de la otra. Pobre Málaga en manos de tanto irracional.

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