El Gobierno ha promulgado una serie de normas que reformarán los gastos municipales. Por un lado, los ayuntamientos abandonarán competencias que no les corresponden; por otro, un buen número de concejales de nuestra provincia, más de ochocientos cincuenta, dejarán de cobrar un sueldo que sólo se recibía sobre el papel o en el imaginario colectivo, pues en los pueblos muy pequeños, la realidad presupuestaria se impone al deseo retributivo. No creo que los concejales de las poblaciones con menos de dos mil habitantes hayan percibido nunca un sueldo fijo, al menos en nuestros pueblos malgueños, que, por otra parte, tampoco es abundante en localidades pequeñas, salvo Axarquía y Serranía de Ronda. Los municipios pequeños no son el problema de los disparates en el gasto público. Tal vez, el foco, al menos aquí, haya que situarlo sobre los municipios costeros, capital incluida y sobre la Diputación que, por ahora, escapa de la quema, a pesar de duplicidades y de allegados como Salomón Castiel, el rey de la negociación sobre sus retribuciones. El número de asesores, junto con el de empresas públicas municipales debe disminuir y los sueldazos de sus directivos parece que van a tener un cierto control. Apuesto este teclado con el que escribo a que más de uno ya está elaborando estrategias para saltarse la normativa. Si Don Francisco justifica lo injustificable cuando alguien ha criticado las generosas nóminas de sus gerentes, ya veremos cómo intenta esquivar los dictámenes del Gobierno. Todo por la pasta. Ahí quedan organismos de dudosa explicación, como el OMAU, y otros de directa barbaridad por sus pérdidas como Palacio de Congresos, o Promálaga. Sobre el sueldo de los políticos y allegados es fácil redactar un discurso populista. La casta, más que clase, política cultiva desde hace años su desprestigio con esmero e intencionalidad. Entre corruptelas e ignorancias arde la confianza que el pueblo español tenía depositada en los idearios de sus dirigentes, y en las instituciones que representan.
Aunque la crisis enturbie el pensamiento, y el mileurismo se haya convertido en un maná con el que ahora sueñan millones de españoles, un responsable político debe tener un sueldo que garantice un nivel de vida digno y acorde con la responsabilidad de la que se hace cargo. Quizás, las medidas contra la inutilidad deberían de ir más allá del refrendo en las urnas, pero esa es otra discusión. Fue Jesús Gil quien primero inoculó en nuestra democracia el veneno de que el gobernante tenía que ser un plutócrata que no cobrase del erario público, esto es, un negociante o empresario que se alimentara de negocietes que de forma natural le salieran al paso, como recalificaciones de terrenos públicos en privados y pecadillos de este porte. Los malagueños conocemos muy bien el resto de la historia, y el daño que un grupo de desaprensivos han dejado en la Costa durante lustros. Los alcaldes y concejales deben cobrar una nómina que los blinde lo más posible contra la necesidad que, en casos, es madre del pillaje y asesina de su hermana de rima aguda, la moral. Aunque ahí quedan los titulares sobre Iñaki Urdangarín para contradecirme y, de paso, también desdecir al pobre Sócrates que no concebía a un hombre educado y ruín. Nunca conoció a nuestra actual clase política. Los ayuntamientos tampoco pueden convertirse en fuente de ingresos para esa nueva elite sacerdotal que son los llamados asesores y/o gerentes de empresas municipales para los que Málaga es tierra de riqueza, con la bendición de ese gran benefactor de prohombres que es Don Francisco de la Torre. No sé si esta reforma es la mejor de las posibles. La oposición socialista la critica. Pero la oposición hace tiempo que se ha instalado en el cerrilismo a ultranza como antes hizo la oposición Popular. Ya digo que no sé si es la mejor de las reformas municipales posibles, pero estaba claro que era necesaria. Y ahí cantan las cuentas en rojo para demostrarlo. El peligro de este corpus normativo radica en que como daño colateral pueda convertir las Diputaciones en verdaderos reinos de taifas, con trono y todo.
Estimado José Luis, disculpe que le aborde. No nos conocemos pero estoy interesado en contactar con Ud., pues he visto que realizó su tesis sobre Jaime Gil de Biedma, y quería poner en su conocimiento el nacimiento de una revista, en la UMA, por si le pareciera interesante colaborar en algún número.
Mi dirección de correo electrónico es aqs@uma.es.
Disculpe que le aborde de este modo, un cordial saludo,
Antonio J. Quesada