Para la próxima semana hay convocada una huelga de estudiantes de 3 días, unidos a 2 días de lucha, todo ello tras un puente, lo que se puede traducir en un total de 6 días lectivos sin clase en una paradójica defensa de la calidad de la formación en la enseñanza pública. La Junta de Andalucía, imbuida del buen rollo progre que caracterizó al último gobierno socialista, reflejó en un decreto (327/2010) el derecho que, a partir de 3º de la ESO (14-15 años), tenía la población estudiantil para no sólo realizar asambleas, sino para tomar medidas como esta de la que escribo. El texto indica que estas acciones no podrán ser consideradas conductas sancionables. Es decir, que esos días, ni siquiera computan como falta de asistencia. El nacimiento de la Facultad de Medicina de Málaga coincidió con aquellos años convulsos del final del franquismo y la transición. Una serie de huelgas y paros universitarios lograron que aparecieran ofertas de trabajo para médicos donde se indicaba de modo explícito que se abstuvieran los licenciados de esta universidad, hoy por fortuna con un prestigio innegable. La sociedad española de aquellos años aún viraba con rumbo incierto e inexperto hacia un cambio de régimen del que se desconocía su esencia y alcance. Las discusiones sobre qué era la democracia conducía a actos anecdóticos como uno que contemplé cuando el acomodador intentó levantar a una familia que se había sentado sin pagar en primera fila para ver el desfile procesional de Calle Larios, el argumento usado para no soltar las sillas es que ya estábamos en democracia. El daño de las dictaduras se prolonga en una sociedad durante generaciones. Un Estado como la República Francesa, poco sospechoso de falta de democracia, conduce sus instituciones de enseñanza con estructuras y sanciones disciplinarias para alumnado y profesorado que aquí serían tachadas de dictatoriales sin más. Cada sociedad es hija de su historia que en muchas ocasiones no se trata sino de una mala madre.
El caso es que en defensa de la calidad de la enseñanza pública, el llamado sindicato de estudiantes ha convocado una huelga de tres días, es decir, 18 horas lectivas, lo que provoca la mejora inmediata de la enseñanza privada donde los pagos mensuales disuaden a familias y estudiantes de despreciar la docencia. Si este aspecto se considera para el alumnado de formación profesional que se enfrentará a las leyes de la calle en pocos meses, parece fácil deducir que un exceso en la defensa de la enseñanza pública como este conlleva la devaluación inmediata del valor de sus títulos. Estas acciones están convocadas por un sindicato de estudiantes, como aquel SEU franquista, organización única en el ámbito estudiantil, en cuya página web expresa que la lucha es el único camino, con gran desprecio de la razón que se supone más cercana a quienes entre libros se encuentran. Cualquier trabajador paga su cuota sindical y participa en elecciones en las que se designan sus dirigentes y representantes. Ante esta organización, nos encontramos con una infraestructura que no sabemos quién sufraga, ni quién se halla detrás de sus sedes, y lo que es más importante, quién ha legitimado a sus mandamases o en qué proceso electoral. Por otro lado, este grupo se define a sí mismo como sindicato, pero no se halla compuesto por trabajadores sino por usuarios de un servicio, un derecho, el de la enseñanza, del que la sociedad en general no es consciente de lo caro que es. El ciudadano no abona de modo directo ni profesorado, ni edificios, ni gran parte del material escolar. Si se sumaran esos conceptos, el recibo exhibiría unos cuantos ceros disuasorios de ese abandono de varias jornadas lectivas justificado por una contradictoria defensa de lo que esa acción deteriora. En un país donde los menores de 18 años no pueden conducir coches, ni votar, salvo en las elecciones a Consejos Escolares, se dispuso una legislación que les permite ausentarse de las aulas a pesar de que la escolarización en España es obligatoria hasta los 16 años y un menor no puede abandonar su Centro escolar. Salvo que lo proponga cualquier organización dirigida por una trama de sombras, pero con nombre rimbombante. Buen rollo.