Stella Maris

9 Ene

Siempre que voy a escribir sobre el concepto cultural en Málaga recuerdo una viñeta cómica de Serafín publicada, si no me equivoco, en aquella satírica y aperturista “La Codorniz”. Un tipo en exceso rural, apoyado sobre una barra de taberna, decía a los parroquianos algo así como que en ese pueblo habían alcanzado un nivel cultural tan bajo que apedreaban el estanco porque tenía librillos de papel para fumar. Alguien en los despachos municipales debería revisar el concepto de cultura que por allí se respira, su sentido va más allá de los cuatro tópicos de manual de bachillerato con los que, concejales o delegados elegidos por su majestad el alcalde, se despachan ante cualquier inauguración de cualquier evento. Cultura es lo que alguien les chivata que es cultura, si no, no lo ven, no pueden verlo y esto es un mal crónico de nuestra ciudad que difícilmente se convertirá en un referente de vanguardia si no es vanguardia de caspa. Cuando Miguel Briones era Delegado de Cultura ocurrió en una de las Noches en Blanco que un artista colocó, en la Plaza del Obispo y fuera de la programación oficial del régimen malacitano, un cuadro de gran formato en el que se veía a un niño junto a un personaje que se alzaba una sotana hasta las rodillas. Aquella obra fue retirada con celeridad por los pretorianos (vulgo, municipales) que, ante el tamaño del cuadro y se ve que ante la sorpresa causada por un objeto al que no estaban acostumbrados, comenzaron a darle patadas. Como era acrílico sobre tela y eso no se destruye a golpes, montaron en su vehículo y pasaron al cuadro varias veces por encima, con un claro desprecio no ya por el arte sino por la propiedad privada. La historia concluyó con el auxilio de una camioneta de la basura que se llevó la obra, y con la publicación de un detallado reportaje fotográfico sobre el evento en nuestra Opinión de Málaga. Si esas imágenes las hubiéramos visto emitidas desde Teherán o Marruecos, por ejemplo, hubiéramos calificado como salvajes a los autores de tal acción. ¿Exceso de celo policial? ¿Exceso de testosterona? ¿Órdenes furibundas? Vale, las autoridades culturales malacitanas no están preparadas para ningún tipo de manifestación artística así a bote pronto. Tampoco para la custodia de lo que ya le han dicho que es importante aunque haya sido declarado Bien de Interés Cultural. Y ahora la pelota la tiene el actual Delegado Damián Caneda que de pelotas parece que entiende.

La iglesia Stella Maris, Bien de Interés Cultural, fue construida en 1961 por encargo de los Carmelitas Descalzos al arquitecto José María de Paredes Barreda. El edificio constituye en todos sus aspectos un elogio de la sencillez y de la sobriedad consonantes con el monacato cristiano que profesa la orden que allí habita. El templo pasa desapercibido para el paseante inmerso en las prisas a las que obliga el trasiego de la Alameda Principal. Un grupo de menesterosos a sus puertas sentado delata su presencia, ejemplo de arquitectura neo-funcionalista de mediados del siglo XX. Stella Maris hace esquina con Calle Tomás Heredia y su parte trasera corresponde a Calle Trinidad Grund donde se ubica un restaurante que se anuncia al público desde hace algunos meses mediante un neón luminoso taladrado sobre la fachada lateral de la iglesia sin que hasta ahora hayan intervenido ni la policía ni ninguno de todos esos organismos que nuestro alcalde considera que debe conservar íntegros, esto es, Gerencia Municipal de Urbanismo (a quien no corresponderá el asunto), Observatorio Medioambiental Urbano (a quien tampoco), o Delegación de Cultura (pasará la pelota) que, por cierto, tiene su sede muy cerquita de Stella Maris y extraña que nadie se haya percatado de un luminoso taladrado sobre un Bien de Interés Cultural. Ya puestos, y dadas las penurias económicas del Ayuntamiento, podrían alquilarse como novedosas y carísimas vallas publicitarias, pues no sé, la estatua del Marqués de Larios para sombrererías, o el pórtico de la catedral. Imaginen: “Porque te lo mereces”, en rosa. Total, son piedras improductivas y pétreas. Y aquel tipo decía: tiene librillos de papel para fumar. Pues sí, tipos de esos aquí tienen futuro.

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