A la hora en que escribo, los escrutinios confirman que la sociedad española eligió de modo mayoritario un enroque hacia la derecha. Hoy jornada de reflexión. Más allá del número de escaños incontestable, esta campaña, además del castigo general hacia una fuerza política a la que se culpa del desastre económico sobrevenido al país, revela ciertas pinceladas de la condición humana. Rubalcaba, por ejemplo, ha tenido la valentía de capitanear un barco que directo se dirigía hacia los escollos impulsado por un huracán. ¿Irresponsabilidad? ¿Execeso de responsabilidad? Como en las buenas películas de cine negro quedan incógnitas a pesar del desenlace; será la ciudadanía quien comente el guión en barras de desayuno y en tertulias de sobremesa. En este reparto no ha faltado ni la chica buena, Carme Chacón a la que el tipo duro salva del infierno mediante su propio sacrificio. Alguien tendrá que recoger los platos rotos del PSOE y una Agustina de Aragón a la catalana emerge como una opción seria. Rubalcaba se lanzó como Tarzán al cocodrilo y ahí queda la chica al fondo del plano, horrorizada por la escena, pero consciente de que deberá participar en la grabación de una segunda parte. Por el bien de la democracia, los socialistas tendrán que reconstruir una formación hundida por las decisiones erráticas de un gobierno que ha demostrado su gran capacidad para gestionar un Estado ajeno a las crisis económicas. Durante un año el gobierno socialista ha dado pasos a lo Chiquito de la Calzá. Los toreros se demuestran en la arena y frente a un toro, no ante un perrillo con dos palos atados a las orejas. Y aquí llega Rajoy. Igual que contemplo a Rubalcaba tintado en el blanco y negro de los guiones de Bogart, percibo ahora a Rajoy en colores, en aquel tecnicolor de las películas del Oeste en mi niñez. Aquí llega el granjero transmutado en pistolero ante los malos que roban las vacas gordas y nos dejan las flacas. ¿Un loco ante molinos? En sus primeras declaraciones se muestra tranquilo, por el bien de todos esperemos que no refleje la paz del 7º de caballería cabalgando hacia una batalla que ya sabe perdida. Un alma gemela de Rubalcaba en ese caso. El tiempo lo dirá, las estadísticas del desempleo lo cifrarán.
Nadie negará lo intrincado y las múltiples aristas que trasluce este peliculón electoral. Ni siquiera faltan los lamentos. Cayo Lara a pesar de la espectacular subida en votos de IU no entiende que el premio gordo se cobra cuando uno acierta todos los números del boleto. Culpa a las leyes electorales de que su formación no obtenga la presidencia del gobierno. Cada uno se consuela como puede y no entiende que ni con 22 diputados se alcanza la mayoria, salvo mediante golpe de estado a la soviética, claro. Un papel feo el de quien desprestigia un sistema cuando no obtuvo beneficios. A este también lo percibo en blanco y negro pero mal iluminado. Al que veremos bajo los focos potentes como púgil aspirante que reclama a voces un combate es a Arenas. Un boxeador correoso que ha perdido en activa y en pasiva, pero que ahora se nota el músculo y la experiencia frente a la falta de forma física y abultada panza de su contrincante. Se siente seguro. Cosas de los escaños. Si hemos visto caer líderes europeos bien entronizados en su poltrona, todo puede suceder en estos meses que quedan hasta las elecciones andaluzas. Las aguas se han convertido en torbellino y las decisiones que en Madrid se tomen, como casi siempre, se pueden convertir en vitaminas y reconstituyentes para Griñán que tiene muy difícil evitar el KO técnico pero no imposible, incluso se puede encontrar con una leve victoria a los puntos. Y entonces, entonces sí brotaría la verdadera personalidad de un Arenas que podría quedarse pasmado ante las urnas. ¿Quién sabe? En cualaquier caso y tal como están las cosas soñemos tiempos mejores que eso también es muy humano, y que Rajoy y sus ministros lo hagan muy bien y descienda el índice de desempleo y el Estado oree sus cuentas y esta película acabe con un final feliz e incluso con morreos entre Cayo Lara y Rajoy, y así no se cumpla aquel verso de Gil de Biedma donde explicaba que de todas las historias de la Historia la peor es la de España que siempre termina mal. Ojalá no estemos ante molinos ni quijotes.