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ETA ha anunciado que no va a coger más las armas; cita a los gobiernos español y francés para discutir el modo de superar las consecuencias del conflicto y yo, que pertenezco a la que puedo llamar generación ETA, no siento ni alegría. Tres, que eran tres y ninguno era bueno o buena por no discriminar la maldad, anunciaron, txapela a rosca y cara oculta como siempre, que la banda cesa su actividad armada, dos eufemismo de verbo con complemento directo que pretende endulzar crímenes y violencia de todo tipo sobre todo clase de gentes. Hace años ya que, como oráculos, los voceros etarras difunden textos oscuros que necesitan todas esas interpretaciones que no se otorgan a un tiro en la nuca. Hace años que esparcen sal sobre la siembra de esperanza de un futuro limpio para esta España de una historia tan triste que hasta un grupo de facinerosos se considera un ejército en lucha contra el enemigo. No sentí alegría, ni llamé a mis amigos vascos para darles la enhorabuena. ETA como perfecto canalla de película negra no puede evitar su condición que no es otra que la de mafia asesina, la que por cierto, también se considera a sí misma una organización honorable y con oficiales y estrategias y objetivos y agravios históricos hacia su persona. Un alacrán pica porque no sabe hacer otra cosa ni puede evitarlo como hizo el del cuento japonés a la rana que lo transportaba por el agua; ambos morirían ahogados y la rana había sido buena, confiada y generosa, pero el escorpión se sintió preso de sus instintos y mató.
ETA ha comunicado un cese de violencia, no un final por más vueltas retóricas que le den quienes quieran dárselas. Estoy seguro de que hasta consultaron el diccionario para asegurar el significado preciso de sus palabras tal como hicieron los nazis para explicar sus actos, una vez derrotados claro. Cuando un ejército se rinde, sus generales aparecen ante el enemigo a cara descubierta y entregan armas y soldados. Tres Caperucitas de Halloween confeccionando artificios semánticos y citando a los gobiernos español y francés, como adolescente fugado que accede a volver a la casa de los padres siempre que no le regañen, no parece el punto y final de nada; antes escenifica un sainete pero sin gracia. Un conferencia internacional con líderes mundiales más o menos mediáticos supone un megáfono propagandístico que más allá de nuestras fronteras ha equiparado a ETA con el IRA, con la guerrilla de las selvas americanas o con otros grupos que defendían, a pesar de sus métodos más que reprochables, a un grupo de pobres de la opresión de los ricos. Aquí, en el blues triste que tararea la historia de España, los señoritos del norte han pegado tiros en la nuca y han puesto bombas al propio pueblo al que pretendían liberar y a los pobres de más allá del Ebro a quienes han tratado como cosas entre zulos y cementerios. Sus aprendices de asesino no respetaron ni la paz de sus víctimas. ETA está articulando una campaña internacional de propaganda no una rendición. ETA está convencida de que cada uno de los muertos que ha causado está bien matado. No detendrá sus crímenes porque como el escorpión del cuento japonés no sabe hacer otra cosa que inyectar veneno a quien le tienda la mano. Más de ochocientos muertos repican sus campanas lúgubres en nuestra conciencia no en la suya, ni en la de sus sanguinarias amistades.
ETA ha anunciado que no va a coger más las armas; cita a los gobiernos español y francés para discutir el modo de superar las consecuencias del conflicto y yo, que pertenezco a la que puedo llamar generación ETA, no siento ni alegría. Tres, que eran tres y ninguno era bueno o buena por no discriminar la maldad, anunciaron, txapela a rosca y cara oculta como siempre, que la banda cesa su actividad armada, dos eufemismo de verbo con complemento directo que pretende endulzar crímenes y violencia de todo tipo sobre todo clase de gentes. Hace años ya que, como oráculos, los voceros etarras difunden textos oscuros que necesitan todas esas interpretaciones que no se otorgan a un tiro en la nuca. Hace años que esparcen sal sobre la siembra de esperanza de un futuro limpio para esta España de una historia tan triste que hasta un grupo de facinerosos se considera un ejército en lucha contra el enemigo. No sentí alegría, ni llamé a mis amigos vascos para darles la enhorabuena. ETA como perfecto canalla de película negra no puede evitar su condición que no es otra que la de mafia asesina, la que por cierto, también se considera a sí misma una organización honorable y con oficiales y estrategias y objetivos y agravios históricos hacia su persona. Un alacrán pica porque no sabe hacer otra cosa ni puede evitarlo como hizo el del cuento japonés a la rana que lo transportaba por el agua; ambos morirían ahogados y la rana había sido buena, confiada y generosa, pero el escorpión se sintió preso de sus instintos y mató.
ETA ha comunicado un cese de violencia, no un final por más vueltas retóricas que le den quienes quieran dárselas. Estoy seguro de que hasta consultaron el diccionario para asegurar el significado preciso de sus palabras tal como hicieron los nazis para explicar sus actos, una vez derrotados claro. Cuando un ejército se rinde, sus generales aparecen ante el enemigo a cara descubierta y entregan armas y soldados. Tres Caperucitas de Halloween confeccionando artificios semánticos y citando a los gobiernos español y francés, como adolescente fugado que accede a volver a la casa de los padres siempre que no le regañen, no parece el punto y final de nada; antes escenifica un sainete pero sin gracia. Un conferencia internacional con líderes mundiales más o menos mediáticos supone un megáfono propagandístico que más allá de nuestras fronteras ha equiparado a ETA con el IRA, con la guerrilla de las selvas americanas o con otros grupos que defendían, a pesar de sus métodos más que reprochables, a un grupo de pobres de la opresión de los ricos. Aquí, en el blues triste que tararea la historia de España, los señoritos del norte han pegado tiros en la nuca y han puesto bombas al propio pueblo al que pretendían liberar y a los pobres de más allá del Ebro a quienes han tratado como cosas entre zulos y cementerios. Sus aprendices de asesino no respetaron ni la paz de sus víctimas. ETA está articulando una campaña internacional de propaganda no una rendición. ETA está convencida de que cada uno de los muertos que ha causado está bien matado. No detendrá sus crímenes porque como el escorpión del cuento japonés no sabe hacer otra cosa que inyectar veneno a quien le tienda la mano. Más de ochocientos muertos repican sus campanas lúgubres en nuestra conciencia no en la suya, ni en la de sus sanguinarias amistades.