Los diferentes grupos de investigación de la Universidad de Málaga denuncian que la Junta les adeuda 2,7 millones de euros. Ante una crisis económica que va más allá de la coyuntura, es decir, que exige un cambio íntegro del modelo productivo español y, sobre todo, andaluz, la Junta no sólo recortó gastos en las partidas de investigación y desarrollo, sino que además no cumple con el pago de esas partidas presupuestarias. Andalucía, más allá de toda esa gracia y potencial de futuro que nuestras autoridades vociferan que tenemos, es una de las regiones más pobres de España y con mayor debilidad en su tejido de industria. Como los dioses no son del todo malos con nosotros este año una vez más el turismo va a meter dinero en los bolsillos de muchísimas familias para que puedan aguantar los meses que separan las incertidumbres de septiembre de las incertidumbres del próximo junio. El turismo es así. Este año han confluido varios factores para que la temporada sea un éxito. Sobre todo, las pésimas labores que están realizando nuestros competidores mediterráneos para atraer viajeros. Competimos con un tercer mundo que se ha convulsionado entre revueltas y un integrismo religioso que impiden la necesaria tranquilidad de quien busque descansar y divertirse durante unos días. Andalucía siempre anda de un modo u otro pidiendo, ya la mano alzada al cielo, ya a los fondos públicos y, como continúa la coplilla, siempre mirando la cara si la ponen mala o buena. En mitad de este panorama en el que o destruimos Andalucía a base de ladrillos, o un veinte por ciento de la población continuará en paro, la Junta no invierte en investigación que desarrolle la productividad andaluza sobre cimientos más sólidos que el cemento, como los de Alemania cuyo producto interior bruto crece en mitad de esta crisis. Si la señora Merkel quiere los andaluces nos meteremos nuestros pepinos donde la señora Merkel mande, y pidamos a San Lutero que nunca prohíba el baño en nuestras playas.
Oí a un judío neoyorkino que ellos se hipotecan primero para conseguir un negocio y a partir de ahí ya comprarán la casa, mientras para gran parte del mundo, la deuda primera, la de la casa, hipoteca su acceso a cualquier negocio. No todos los ciudadanos han nacido para negociantes. Yo menos que ninguno, pero una sociedad, la andaluza en nuestro caso, debe evaluar sus prioridades y la primera para nosotros es la salida de este subdesarrollo que nos ahoga frente al resto de regiones ricas de Europa; esto sólo se consigue con grandes sumas de dinero puestas sobre las mesas de estudio de nuestros investigadores durante décadas, junto con el estímulo para que la industria privada también derive fondos hacia ese mismo fin. Nuestro problema quedará resuelto para siempre. Imaginemos súper-cosechas de productos hortícolas, piscifactorías que abarroten los restaurantes del mundo, playas sin contaminación, vinos de calidad suprema, placas solares que abaraten la energía y aumenten la competitividad de nuestra tierra, o un patrimonio cultural rescatado y clarificado; de todos esos sueños y más se ocupan nuestros investigadores, pero en precario. Investigar en Andalucía significa llorar y una carrera de fondo contra la depresión. Una persona se prepara durante unos cinco cursos de universidad y con 23 años se integra en un grupo de investigación; a partir de ahí cobra unos teóricos mil euros, sin pagas extra, y entrega su mejor juventud a estudiar hasta los 27 como poco; luego, puede recibir otra beca hasta los 29 y ya con 30 años, ha amasado un currículum fabuloso que no le sirve para nada que no sea seguir investigando o buscar el empleo que no buscó a los 23. La Junta adorna ese camino de espinas con un retraso en los pagos de la mensualidad de la beca que impide una mínima existencia normal, junto con ese otro natural retraso que debe tener la llegada de fondos a los grupos de investigación. Ya se sabe, el hambre agudiza el ingenio y al científico la necesidad y la penuria le vienen bien para que centre sus pensamientos en lo que tienen que estar, esto es, en irse de aquí nada más que pueda. A Alemania con un pepino. Ya que la Junta no les paga como investigadores al menos que les pague como mártires y que los saque en los tronos.
Magnífico toque de atención para aquellos que todavía piensan que la investigación en Andalucía es puntera, con campus de excelencia e investigadores sin cobrar o haciéndolo tarde. Recortes en la concesión de proyectos y recortes en la contratación de personal investigador con más de 10 años de experiencia. Por cierto, algunos con contratos en prácticas, al más puro estilo “masterizado”.
Enhorabuena.