Mientras escribo estas líneas, en distintos ayuntamientos catalanes votan si los vecinos quieren o no una independencia ajena a España. Aminatu Haidar aún continúa padeciendo el arbitrio y la tortura que le inflige aquel hermano marroquí del Rey de España, según él mismo lo llamó. Dos cooperantes de ONG, catalanes por cierto, se encuentran secuestrados por el terrorismo internacionalista islámico que ha aprendido desde el rapto del atunero vasco, Alakrana, la facilidad con que, ante las órdenes del Ministerio de Defensa, los desarrapados huyen en frágil esquife con euros españoles en los bolsillos. ¿Francia? Bien, gracias. La consultora internacional S&P calificó como negativa la deuda del Estado Español y los banqueros han tenido que desmentir y matizar mucho esos informes para que la bolsa no se hundiera. El presidente Rodríguez Zapatero también gesticuló ante los medios, incluso apretó los puños en alguna ocasión como énfasis para los datos positivos, pero esa lectura como tímida, la mirada huidiza frente a la cámara como de niño que explica suspensos a sus padres, temeroso del bofetón, no convence. El presidente del Gobierno de España es el tipo que uno se llevaría a la isla, si naufragase, pero para que hiciera de Viernes, o se encargase de la búsqueda de los cocos para el almuerzo, pero a mí, al menos, me resulta imposible imaginarlo como el héroe aguerrido que me librase del ataque de caníbales; no lo querría de compañero en una pelea. España no necesita un vergonzante Chávez, ni un trilero Berlusconi, ni una Margaret Thatcher como ama del orfanato, pero los ciudadanos sí necesitan confiar en las capacidades de gestión y en una seguridad de palabras que Zapatero no trasmite. Imagino que sus asesores de imagen y prensa se hallarán en un sinvivir o en un paraíso perpetuo, porque ahí poco hay que hacer. ¡Ay!
El rollito y el buen talante, como de presidente de ONG, lucen mientras no se produzcan problemas. Pero han arreciado, y Defensa, Exteriores, Interior (servicios secretos), Economía y la imagen interna e internacional que este catálogo de horrores dibuja, revela que España navega sin rumbo y, desde luego, bajo los aires de una debilidad manifiesta que me hacen envidiar un pasaporte gibraltareño. Enfrente de estos asuntos oigo la crispación estratégica que Rajoy usa como arma. Un tipo al que tampoco llevaría a la isla porque intentaría usarme como Viernes o venderme a los caníbales, o algo así, que de eso sí tiene pinta. El problema de Zapatero no es de talante, sino de inutilidad según se ve en los resultados. Marruecos recibe ayudas de euros españoles pero no duda en pisotear en nuestro territorio los derechos de una mujer sólo por sus ideas. Los piratas aún disfrutan la juerga, ojalá me inviten que algo pagué. Vista la semana, pido el pasaporte de Gibraltar o de alguna otra independencia española.
Pasaporte de Gibraltar
16
Dic