Navidad al viento

23 Nov

Mañana se inaugura el cosquilleo navideño oficialmente en Málaga con mucha tranquilidad. Aquí el adviento no existe porque eso suena a pasar mucho frío. Frío adyacente. Del que te entra por los costados. Así que encendemos el chisporroteo de lucecitas que alquila la señora Porras cada año, esperamos a ver qué hacen sus adornos y ya está. Embobados. A ver qué novedad nos traen. Boquiabiertos. Como cuando te compras un móvil, que escudriñas sus chorraditas, para ver si valen la pena, según lo que hayas pagado. A propósito, fuimos los que más gastábamos en luces no hace tanto -cierra la boca, que aún no tilila el cielo, ya te aviso-. Pero por la transparencia esa nueva que nos anula la sospecha y el afán por señalar el despilfarro, ya no se sabe el puesto que ocupamos en esa lista del absurdo en el gasto fulgurante intermitente. Ni importa. Aquí cuando un Palacio de Congresos es una ruina, se vende la burra del belén sobre un impacto económico muy beneficioso para la ciudad. Y de los museos, mejor ni hablar, por dejar tranquilo al buey, no sea que se lo lleven también, de manera provisional, y nos dejen solos a la Virgen, el Niño y a San José estabulados para nada. Pues en esa tesitura, cuando se destapó la vergüenza de ser los que más derrochábamos de España en esta ambientación de cartón piedra luminosa prestada, con un contrato blindado en plena crisis, se sacaba pecho municipal sobre los beneficios que suponía ser así de manirrotos, para los comerciantes de la ciudad. Brillante.

Con las lucecitas Ximénez ha pasado como con las marcas de los teléfonos, que ya no tiene que ser de esa coreana para ser fiables, entre otras cosas porque te pueden estallar al ritmo de un redoble de batería. El tamborilero ya puede ser de un modelo chino extremeño, apartando a Raphael del villancico, sin pena ni gloria. Aunque como están las cosas de radicales, empezando por García-Page, en vez de Extremadura, habría que hablar, quizá, de Centromadura, para no molestarlo a él ni a nadie. Y aplaudir a los Reyes Magos, tan nuestros. En la calle o el Congreso. Aquí no hay primeros ministros magos, ni presidentes republicanos magos. Para eso estará Papá Noel, en otros lares de menos sangre azul que la nuestra. Qué maleducados estos republicanos que no dan palmas pero sí nos tocan las panderetas. Trump con un gorro y una barba sería un perfecto Santa Claus republicano, ¿quién lo querría?

Respecto a la inauguración oficial navideña de mañana, lo que nos mantiene la curiosidad a punto tiene más que ver con descubrir su melodía. Como del móvil nuevo, pero ahora también de las luces. Porque adelantan que las bombillitas de este año, seguirán el ritmo de la música durante dos minutitos, dos veces al día. Yo creo que desde lo de las hamburguesas Uranga no ocurría nada de tanta envergadura musical en la ciudad. Para celebrarlo se traen a Siempre Así, siempre así, en la cresta de la ola, en la vanguardia de la cultura, tirándonos de los pelos por eficaces y ultramodernos.

Pero decía al principio que este encendido de los buenos deseos iba a ser tranquilo, y no me refería tanto a que esta vez nuestros ediles no tendrían que huir perseguidos por su propia policía local como tampoco hace tantos años, sino a que no se vislumbran elecciones navideñas en el horizonte. Eso que han oído ha sido un suspiro. Mío. El golpe de partido en el PSOE y su angelical gestora provisional -como el Pompidou, mira- nos salvó de ese mal trance. Por eso estamos repantigados, precantando villancicos. ¿Se imaginan votando en Navidad? ¿Una campaña entre el turrón y los mantecados? Ah, sí, que ya pasó. Un 20 de diciembre. Qué rápido olvidamos las cosas. Y lo grave que iba a ser el 18… Ya tengo preparado el móvil para grabar lo de mañana. El móvil nuevo. Las luces nuevas. El viejo político de los metrobuses. La señora de la ropa interior en la mano. No me lo pierdo. Suena celestial.

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