Exámenes de septiembre

30 Ago

De aquí a una semana todo volverá a la normalidad. Los niños a recuperar el tiempo perdido y los adultos a repasarlo. Cuando se acaban las vacaciones, ahora, en septiembre, es la mejor fecha para tomárselas. Pero no son lo mismo sin camisa hawaiana. Las vacaciones en estas fechas son más vocacionales. No te vas al Caribe, ese bar de abajo en el que te preparan los cócteles de colores, sino al lago Maggiore o a hacer un circuito bohemio por Eslovaquia muy organizado aunque no lo aparente. Eso si no te quedas en tu casa haciendo un niño, plantando un árbol o escribiendo un libro porque la crisis te impide pensar en otra cosa que no sea dejar tu huella gratuita en la posteridad. Particularmente, lo que más me gusta de esta época preotoñal es que ya no tenga que angustiarme pensando en los exámenes y lo que menos, que se me haya pasado esa edad de los deberes incumplidos sin darme cuenta.

Lo siento por los estudiantes, que remordimientos y qué pesadez de fotocopias. Tanto apunte con la letra ininteligible del compañero que ya que se queda en clase, podía hacer el esfuerzo de intentar escribir con buena letra y aún sin comas, por lo menos con párrafos. Yo me apiado, aunque, de algún modo, seguimos sometiéndonos a los exámenes de septiembre durante toda nuestra vida sin matricularnos. Algunos más que otros. La política malagueña es un ejemplo. Tras la feria, en la que todo vale para demostrar lo integrado que se está en las costumbres populares, toca ya la cara seria y el gesto apretado del que cumple con sus pesadas obligaciones para ofrecernos bienestar. Mientras que en las casetas feriales los políticos hacen como si se divierten mucho para demostrar el arraigo, ahora, tras la resaca, hacen como si no se divierten nada para no convertirse en sospechosos de estar a gustito en su cargo institucional o de partido y demostrarle desarraigo. Ya, hasta el año que viene, sonreirán poco en las fotos y se cuidarán muy mucho de no salir otra vez despeinados.

Nosotros, los mortales que les pagamos sin saber de dónde ni cómo, nos dividimos entre la mayoría que está triste por la vuelta al trabajo y la minoría de listos que han sabido aguardar para reírse de nosotros y de nuestras enfermedades modernas, ahora que se toman sus quince días de asueto. Porque ahora todo es una enfermedad. Apenarse por acabar las vacaciones ya no es algo sano, qué cosas, es un síndrome que se trata en la consulta de un psicólogo si te sobra el dinero y estás aburrido o tan desesperado.

De todos modos, cuando vuelvan de Mallorca el día 15 los que se van ahora, reiremos los últimos para terminar de curarnos. Que mal de muchos, ya se sabe, consuela. Pero encontrarte solo en la tesitura de padecer la vuelta al puesto de trabajo debe de ser muy duro.

Yo ya estoy preparado, fin de feria. El 1 de septiembre celebraré el nuevo año. Porque hay año nuevo chino, año nuevo ortodoxo y año nuevo de currante si se tiene la suerte de seguir cobrando un sueldo a pesar de los fondos tóxicos bancarios. Hay que buscar el aprobado para precisamente, repetir curso, pues con lo que nos ha venido encima, peor es meneallo.

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