La miradita

18 Sep

Creo que nos ha pasado a todos y a todas. Vamos conduciendo con prisa y nos topamos con un vehículo que circula con una lentitud exasperante, o con otro que hace una maniobra extraña y peligrosa, o con un tercero al que se le cala el motor y nos bloquea el paso. Nos pica la curiosidad sobre la identidad del conductor o de la conductora que nos causa la extorsión. Nos intriga saber qué tipo de persona es la que es capaz de hacer así de mal las cosas.

  • ¿Quién será el mastuerzo (o mastuerza) que conduce de esa manera tan horrible?, pensamos si vamos solos o decimos a quienes nos acompañan.

Tratamos de adelantarlo para cerciorarnos. Y al llegar a la altura de la ventanilla del insoportable conductor  lanzamos la miradita. Esa miradita que pretende hacer una radiografía del conductor (o conductora, que no es indiferente).  Digo que no es indiferente porque, si es una mujer, saltan como impulsadas por un resorte las actitudes machistas. 

  • Tenía que estar en la cocina.
  • Si es que las mujeres no saben conducir
  • Lo sabía. Es que no falla: una mujer.

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Pero si al volver la cabeza nos encontramos con un anciano, las reacciones son otras. Y se mezcla la impaciencia y la conmiseración.

  • Si es que tenían que limitar la edad para conducir.
  • Así no se puede ir por la carretera.
  • Las personas mayores son un peligro.
  • Tenía que haber multas por circular despacio.

La miradita es como un test que detecta estereotipos y prejuicios. Juzgamos por una simple mirada y dictamos sentencia inapelable: es un imbécil  o una imbécil, qué torpeza más impresionante,  qué egoísmo..

Qué decir si la persona que ha cometido la infracción o que frena nuestra marcha nos parece fea.

  • Donde va a ir con esa cara.
  • Si es que tiene cara de torpe.
  • Cómo le han podido dar el carnet con esa cara.

–    Por Dios, qué cara de pasmado.

Si la rabia es proporcional a la prisa y la prisa es grande, todavía nos salen del alma cosas peores. Imaginemos que el conductor es una persona de raza negra. 

  • No. Si aquí dejamos entrar a todo el mundo y luego tenemos que sufrir las consecuencias.
  • Por qué no se quedan en su país y nos permiten circular como es debido.

 –  Si ya no vamos a caber aquí porque abrimos la puerta a todo el mundo.

La miradita es como una foto que nos permite hacer un juicio sumarísimo, siempre condenatorio, claro. Un juicio que, si vamos acompañados, compartimos con los demás viajeros, que también lanzan sus miraditas de comprobación.

Creo que tenemos que esforzarnos por conducir de manera más amable. No sé por qué algunos se crispan tan fácilmente cuando están al volante. Hay una agresividad a flor de piel que se manifiesta de mil formas. Y una de ellas tiene lugar cuando estamos al volante.

Alguna vez he contado esta anécdota, tan significativa para lo que quiero decir. Un  conductor  va detrás de otro  que, de forma evidente,  se ha olvidado de quitar el intermitente derecho. Han pasado varias calles y no ha girado, ni se ha parado, ni ha hecho intento de aparcar. Amablemente le quiere avisar para que quite la señal de intermitencia. Utiliza primero las luces, luego hace gestos por si se le ocurre al olvidadizo conductor mirar por el espejo retrovisor, luego usa el claxon… Todo en vano. Decide adelantarlo para darle el aviso de ventanilla a ventanilla. Baja el cristal de la  puerta derecha, se aproxima al coche, adelanta con cuidado y, al llegar a la altura del conductor despistado,  le dice:

  • ¡Se ha olvidado usted de quitar el intermitente derecho!

El aludido baja rápidamente el cristal de la puerta izquierda y,  evidentemente enfurecido, contesta:

– ¡No me sale de los cojones!

Así agradece el intento de ayuda del entrometido conductor. Le quieren hacer un favor y contesta con un exabrupto.

Y es que no sé si la conducción nos vuelve agresivos. ¿Quién no ha visto enconadas persecuciones de coches para castigar con repetidos golpes de claxon a quien ha osado llamar la atención a otro, o se ha quejado de alguna irregularidad o, sencillamente, le ha adelantado velozmente? ¿Quién no ha visto a conductores bajarse del coche para entablar una discusión que ha llegado a las manos?

Tiene que mejorar nuestra cultura  automovilística, porque hoy en día es demasiado ruidosa, apresurada y violenta.  Recuerdo que, durante el año que vivimos en Galway (Irlanda), apenas si oímos el ruido del claxon. Nuestra hija se dio cuenta.

  • Aquí nadie toca el claxon.

 Y era verdad. Nosotros tenemos esa mala costumbre. Se pone verde el semáforo y pitamos al que no arranca inmediatamente, conduce alguien muy despacio y pitamos para que aligere, se para alguien para aparcar sin dar el intermitente y pitamos para castigarle…

Qué decir de la amabilidad para ceder el paso, para dar preferencia, para aparcar sin ocupar dos plazas, para dar la información que se nos solicita, para sonreír (y a ser posible comprar) a quien  nos ofrece un paquete de pañuelos en un semáforo… 

Claro que la señal más contundente de amabilidad  consiste en respetar  fielmente todas las señales de tráfico. Es una forma de civismo que salva vidas, que facilita la conducción y hace más agradable una actividad a la que dedicamos muchas horas al día.  

Conducir de forma responsable y solidaria es una señal de madurez democrática. Compartimos las calles con otros coches, con motos, con bicicletas, con patinetes y peatones.  La calle es de todos y de todas. Yo diría que es especialmente de los más vulnerables: de los niños, de los ancianos, de los enfermos, de las mujeres embarazadas, de los discapacitados… Hay que garantizar su seguridad y su bienestar. La calle no es propiedad del conductor apresurado, malhumorado y ruidoso… Nos jugamos la vid,  la integridad y el bienestar de las personas. 

Estoy pidiendo más amabilidad, más consideración, más cuidado, más sonrisas. Podríamos hacer el mundo más habitable si  circulásemos pensando no solo en nosotros sino en aquellos con quienes nos cruzamos, en otros vehículos o a pie.

Es una pena que, por motivos diversos (miedo de los conductores, miedo de los autoestopistas, noticias truculentas) ya casi no se practique el autoestop. No ayudamos a alguien, porque nos puede asaltar o extorsionar. Y, si necesitamos ayuda, no la pedimos porque podemos dar con un conductor degenerado. Hemos perdido la confianza. Es una pena.

Lo mismo digo de los taxis (palabra interesante por lo universal). Los taxistas pasan miedo por la noche y también  existe miedo para circular en taxis a determinadas horas y en ciertos lugares. Porque desconfiamos. Es preciso hacer un mundo más habitable. A mí me gusta hablar con los taxistas. Les suelo preguntar por la seguridad en las noches. Hace unos meses subí a un taxi en Santiago de Chile y el taxista se excusó diciendo que era el primer día de trabajo y que se encontraba nervioso y aturdido. 

– No hay nada que excusar, le dije. El primer día es muy importante y lo hará usted muy bien. Y ojalá vengan muchos días estupendos  después.

Le conté una anécdota que le hizo reír con ganas. Para matar aquellos nervios,  le conté la historia de un taxista que el primer día de trabajo recogió a un pasajero en la calle. El cliente se colocó en la parte trasera detrás del taxista. Le preguntó por el destino al que deseaba ir. Y comenzó a circular. Durante el camino, el pasajero sintió la necesidad de hacer un pregunta al taxista y, tocándole suavemente en el hombro, le dijo:

  • Por favor, señor…

No le dio tiempo a formular la pregunta. El taxista se salió de la calle y se empotró en un escaparate. Al salir del coche, un tanto malparados aunque ilesos, el taxista le dijo a su cliente:

– Por el amor de Dios, no me vuelva usted a tocar el hombro.

– Perdone, señor, no sabía que ese gesto fuera tan importante para usted.

– ¿No va a ser importante? Como le dije, hoy es el primer día que trabajo en el taxi. Durante más de treinta años, he estado conduciendo un coche fúnebre.

Quise hacer un poco más agradable el trayecto en aquel primer día de trabajo. También he conocido taxistas que, en un breve trayecto, me han brindado lecciones admirables de sociología, economía, política,  psicología y mundología.

Cómo no pensar en la educación vial. Siempre me tengo que remitir a la solución más poderosa. Lo que pretendo con estas líneas, sin embargo, es interpelar a todos y a todas quienes nos ponemos al volante, para que nos esforcemos en  hacer la circulación más amable. Y aún más, para que nuestros juicios sobre el prójimo sean benévolos y no agresivos. Es decir, para que la miradita esté más impregnada de indulgencia que de desprecio.

22 respuestas a «La miradita»

  1. Muy buenas Miguel Ángel!
    Es agradable y sorprendente la variedad de temas que nos propones, eres una caja de sorpresas! Hoy la “miradita” que nos retrata a la mayoría a la hora de conducir. Algunos limitamos los prejuicios en comentarios y pensamientos pero la miradita..ja,ja nos delata. Me parto con la anécdota del taxista, gracias, no la conocía.
    Ya sabemos que lo peor de uno mismo sale en casa y también conduciendo..o eso dicen.
    Aprender a convivir implica lo que hoy nos recuerdas con gracia y talento. A veces,como experimento sociológico y a conciencia práctico el “voy a ser muy amable con el resto de conductores” …un día voy a grabar las caras..incrédulas, de sospecha,.etc que recibo.
    Conducir sin agresividad es de otro mundo…
    Bueno Magister, espero hoy, no ser el que abra los comentarios..me da un poco de pudor (tendré que comentarlo con mi amigo Sigmund) pero es así.
    Gracias por darle brillo a nuestras neuronas cada sábado con tu artículo/carta semanal.
    Besotes y abrazos al clan Más.
    Cuidaros que el mundo es más bonito y mejor con tu familia.

    • Querido Miguel, querida Gema, querida familia:
      Ya ves que ni proponiéndotelo, dejas de ser el primero.
      Y a mí me gusta que así sea.
      Porque tus comentarios tienen unas características encomiables: son perspicaces, siempre alentadores, aplicables a la mejora de la vida y, para colmo, ingeniosos y simpáticos. Lo tienen todo.
      Un gran abrazo y gracias por tu trabajo de portero matinal sabatino.
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  2. Querido Miguel Ángel, qué artículo más lleno de observaciones realistas en los hechos y en las reflexiones que nos producen.
    Bien está este llamamiento a la amabilidad en la conducción. Algunos hasta han perdido la vida por molestias, que son minucias, en el tráfico.
    Lo que nos dices viene a referirse a la conclusión a la que hemos llegado tantas veces: los seres humanos somos cada uno un mundo, todos somos diferentes, también en el modo de conducir.
    Para mi lo más triste en este aspecto son los kamicaces que llenan de dolor a familias de modo totalmente inaceptable, muchas veces con el agravante (que se considera atenuante) de ir bebido o drogado.
    Bueno, de todos modos creo que es más fácil conducir por la carretera que conducirnos por la vida y conducir a los que más amamos.
    Un abrazo y saludos a todos.

    • Querido Joaquín:
      Tienes razón. La mayor falta de respeto es poner en peligro la vida del prójimo por velocidad excesiva, adelantamiento indebido, infracción de normas p ingesta de drogas y alcohol.
      Qué decir de las peleas que acaban con la vida de alguna persona a causa de una estupidez.
      En cuanto a la amabilidad, tenemos mucho que mejorar.
      Hay mucho malhumor, mucha agresividad, mucha violencia.
      Uno de los enemigos de las buenas formas son las prisas. Nos tensan y nos crispan.
      Gracias, amigo.
      Un enorme abrazo.
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  3. El año pasado, un amigo que llevaba un año conduciendo, cuando en la ITV le dijeron que tocara el claxon, se quedó bloqueado, porque no sabía dónde tenía que darle. No lo había hecho nunca. La verdad es que es de lo más tranquilo que he visto. Supongo que si leyera este artículo, también le sería una novedad lo de la Miradita.
    No está todo perdido, porque hay gente joven que no pierde los nervios ni con el fútbol ni con la política ni con la circulación.
    Tengo una manía me gusta más tránsito que tráfico (se entiende) y que circulación (por no salir del sitio).
    Sigamos adelante y siempre sabiendo dónde tenemos que poner los ojos para aprender.
    Gracias, me he divertido hoy con tu artículo.

    • Querido josemª.
      Hay que darle la enhorabuena a tu amigo por la curiosa y bendita ignorancia que ha evitado tantos ruidos molestos.
      El primer mandamiento de todo escritor es el siguiente:NO aburrirás ni a Dios sobre todas las cosas. Así que si te has divertido, he cumplido el precepto.
      También como peatones podemos ser amables o agrios, tranquilos o crispados.
      Por lo que me cuentas tú eres un transeúnte amable y tranquilo.
      Así construimos ciudades más habitables.
      Un abrazo.
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      PD: Sabes que te sigo en tus envíos periódicos. Siempre son aprovechables.

  4. Estimado Miguel Ángel.

    Muchas personas se enfadan e insultan a otros conductores al volante. En una sociedad donde vamos todos con prisas, cualquier simple incidente con otros coches, bicis, motos o patines como ir despacio, frenar de golpe, no usar los intermitentes… hace que explotemos y saquemos nuestra peor versión de nosotros mismos. Es cierto y coincido en sus opiniones.

    Por otra parte, a todos nos ha pasado que alguna vez que un leve fallo conduciendo (que todos los tenemos en ocasiones ) provoca esa “miradita” maligna que se nos queda grabada… por no hablar de aquellos que bajan el cristal de la ventanilla y te sueltan unos “piropos” de mal gusto. A mi me pasa alguna vez si conduzco en lugares desconocidos como en otras provincias o comunidades.

    Que bien no sentiríamos si todos los que comparten la vía pública (peatones y conductores) respetáramos las normas de circulación y mostráramos más amabilidad con los demás. Tener amabilidad, respeto y cortesía hacia los demás conductores debería estar contemplado en el código de la circulación como norma prioritaria. Se debería enseñar en las autoescuelas como actitud esencial y necesaria para poder circular. Ceder el paso a un coche que intenta salir, a un peatón que cruza por la calzada, a una bicicleta que es más vulnerable… deberían convertirse en el ejemplo a seguir de todos. Y como bien dices, mucho más prevención si se trata de personas vulnerables.

    Pienso ahora en el ejemplo de aprendizaje vicario que tienen los hijos/as cuyos padres/madres increpan a los demás conductores al volante. ¿Qué están aprendiendo esos niños/a cuando observan la actitud de sus familiares adultos? Por no hablar de la tensión que en ocasiones se genera provocada por un atasco o maniobra que puede llegar a ocasionar incluso algún accidente. ¡Qué estupidez!

    Gracias por tus compartir tus anécdotas cada semana. La del taxi ya la sabía aunque me reí mucho cuando me la contaron. Gracias también por escribir tus artículos cada sábado que leo varias veces porque aprendo muchísimo, aunque no siempre pueda dejarte un comentario. Como dice el compañero Miguel Vera, tus artículos le dan brillo a nuestras neuronas y yo añadiría que alegran nuestros corazones. Nos hacen más felices y mejores personas.

    Un fuerte abrazo desde Ronda.
    Fdo. Juan Francisco.

    • Querido amigo rondeño:
      Ya sé que el tiempo es limitado y que suele estar lleno de exigencias de diverso tipo: profesionales, familiares, personales…
      Por eso es de agradecer que dediques tiempo a la lectura de estos artículos y a hacer algún comentario que, en tu caso, es siempre aleccionador.
      No sé si la conducción agresiva es causa o efecto de nuestro proceder.Digo esto porque existen evidencias de que la conducción nos pone en tensión contra otros conductores y contra transeúntes.
      Coincido contigo en que las prisas son un elemento que agrava la situación. Las prisas no crispan cuando encontramos obstáculos que nos hacen circular despacio. Nos crispan también las obras, las manifestaciones que cortan el tráfico, los transeúntes tranquilos, los conductores torpes…
      Qué importante la asignatura de la amabilidad. Deberíamos tener todos matrícula de honor en ella. El mundo sería mucho más habitable, especialmente para los más vulnerables.
      Un gran abrazo.
      Y gracias, amigo.
      MÁS

  5. Querido Miguel Ángel:
    Qué cierto todo lo que recoges en tu artículo de hoy y muy agudo lo de la miradita (jeje) porque sospecho que nos ha ocurrido a todos y todas alguna vez, sobre todo cuando vamos con mucha prisa a trabajar, a una cita o a alguna actividad a la que llegaremos bastante apurados de tiempo. Las prisas nunca son buenas aliadas (vístete despacio que tengo prisa, dice un refrán español que siempre se oía en mi casa de pequeña).
    Y es verdad que la situación de estrés diario nos lleva a cometer todo lo que dices, siendo lo peor en estos casos que olvidamos que estamos cayendo en los estereotipos, tan injustos, sexistas, xenófobos… (conviene hacer un ejercicio de reflexión al respecto ciertamente).

    Como siempre, la educación es la clave, pero no creo que deba ceñirse a la educación vial, sino a la educación en valores, de manera que seamos capaces tanto de identificar los tópicos y desmontarlos, como de aprender que introducir mecanismos de relajación en situaciones estresantes ayudan a mejorar nuestra actitud y respuesta en las distintas situaciones que la vida diaria nos presenta.
    Muchas gracias amigo
    Un abrazo
    Mariangeles Peláez

    • Querida Mariángeles:
      (Yo creo que tu nombre, escrito así, lleva acento) según las norma de la RAE sobre palabras compuestas, pero tú lo sabrás mejor.
      Cómo me alegra verte por estos pagos. Tus comentarios son siempre sensatos, ricos y sugerentes.
      Me honra tener comentaristas como tú.
      De acuerdo en que las prisas son siempre malas consejeras. La crispación nace muchas veces de una situación estresante.
      Cómo remitirse a la educación como el mejor antídoto de la violencia y de la falta de respeto a los demás y a las demás.
      Gracias a ti.
      Y muchos besos.
      MÁS

      PD: No me he olvidado de la conversación que tengo pendiente con Laura.

      • Efectivamente mi nombre, se escriba como se escriba, lleva tilde…pero el corrector del móvil no siempre funciona adecuadamente y me juega malas pasadas (otras han sido peores).
        Un beso

        • Querida Mariángeles:
          Hay un hermoso libro que se titula Vituperio (y algún elogio) de la errata. Divertido e ingenioso. Escritor José Esteban.
          ¿Quién no ha tenido erratas?
          En la última página de un libro aparecía este texto: “Después de muchas concienzudas revisiones podemos asegurar que en este libro no aparece ninguna ERATA”.
          Besos.
          MÁS

  6. Querido Maestro!
    Hoy soy la resagada del grupo!
    La cabeza se me fue y el día se me olvidó!
    O quizás porque estaba haciendo cosas importantes y se me fue la olla!
    Total que aquí estoy de nuevo!
    Estoy totalmente de acuerdo en la conducción amable.
    No entiendo todas las posturas agresivas hacía los otros, en ningún ámbito y menos conduciendo dónde nos jugamos la vida.
    A mí me va exageradamente bien siendo generosa, complaciente, empática y amable.
    Por los demás y también por mí, porque me siento feliz y con una paz interior tremenda.
    La anécdota del taxista de la funeraria ha estado tremenda.
    ! Me he reído un montón!
    El enfado atormenta y la risa calma.
    Una actitud complaciente mejora el estado de ánimo y hace que todo sea más fácil.
    Yo sigo su ejemplo y la paciencia y la templanza forma parte de mi manera de ser y de actuar.
    Y ya sin más me despido con un apretón de ánimos para todos y un fuerte abrazo.
    Que la semana os sea leve!

    • Querida Loly:
      Pues sí que te eché de menos el sábado. Porque eres de las que no fallan.
      Y seguro que es verdad que otras ocupaciones importantes te tuvieron absorbida. PERO NUNCA ES TARDE PARA COMPARTIR.
      Y compartir no solo ideas, como haces tumor sino sentimientos y experiencias.
      Me alegra que la anécdota del taxista te haya hecho reír. Contra crispación, sentido del humor.Es hermosa y muy cierta tu frase: el enfado atormenta y la risa calma.
      Muchas gracias.
      Muchos besos.
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  7. Hola Miguel Ángel.

    Mi amigo Víctor Arufe, profesor como tú de Facultad de Educación, en este caso de la Universidad de A Coruña, ha escrito un libro titulado “La educación por escenarios”. Él describe distintos escenarios en donde se ha de educar al alumnado o a tus propios hijos e hijas. Y tú, esta semana, nos hablas de un escenario en donde hace falta, sin duda, más educación. Efectivamente, a mí también me ha pasado, yo he mirado y otros me han mirado.

    Cuando entramos en el coche, accedemos a un micromundo donde creemos ser los protagonistas del mismo, la carreteta es sólo nuestra y el resto de vehículos y conductores son obstáculos que vencer. No sé si será el ritmo acelerado nuestras vidas lo que hace que vayamos con prisa a todos lados y que perdamos la buena educación que mostramos en otros escenarios y que hace salir lo más irracional de nuestra forma de ser, o simplemente se trata de una mala educación vial.

    Sea como fuere esta transformación a tipo doctor Jekyll y Mister Hyde resulta peligrosa para nosotros y para los demás.

    Buena semana para ti y par todos los que acceden a este blog.

    Un abrazo.

    • Querido Juan Carlos:
      No conozco el libro de Victor Arufe. Y no sé si se refiere a la educación que ha de realizarse en los diversos escenarios o para actuar en ellos. Porque las dos perspectivas tienen interés. Se puede educar para conducir de forma responsable y amable. Y también en la conducción podemos aprender actitudes y reacciones amables.
      Es interesante la visión que planteas del conductor como responsable de un microcosmos en el que todo y todos los demás se convierten en estorbos. No lo había pensado, pero algo de eso debe haber.
      De acuerdo contigo (y con otros comentaristas que también han apuntado esta idea) en que la prisa es una mala consejera en la conducción.
      Un gran abrazo.
      Y gracias, ya fuera de la sombrilla.
      MÁS

  8. Querido Miguel Ángel: siempre es un placer enorme poder comentar… aunque a veces las circunstancias y las tareas docentes lo impiden, y requieren que las reflexiones que podamos hacer resuenen por horas en nuestras cabezas y queden allí guardadas.
    Ser amables al conducir tambien implica, creo yo, ser amables al transitar como peatones, al trabajar, al referirnos a nuestros colegas, a nuestras familias. Cuánto nos cuesta simplemente ser amables…y la conducción vial suele sacar a la luz la ira que muchos no expresan hacia quien corresponde….
    Como siempre maestro, su mirada llena de otros atributos descriptivos completa el relato y lo llena de color.
    Simplemente gracias
    Mariana

    • Querida Mariana:
      Qué casualidad.
      Otra Mariana me prometió esta mañana hacer un comentario en el blog, pero no es docente, así que no eres tú.No conocía el blog y parece qué tú me has leído en otras ocasiones.
      No sé desde donde escribes. De cualquier manera, muchas gracias por el estupendo comentario que has escrito con el que coincido plenamente. También los peatones pueden comportarse amablemente o con acritud.
      La amabilidad es necesaria para tener una convivencia positiva en todos los ámbitos de la vida.
      Muchos besos y gracias de nuevo por tus palabras, tan generosas, tan amables.
      MÁS

  9. Querido Miguel Ángel:

    Qué tal, cómo va todo.

    Mañana ya es viernes, otro artículo más en El Adarve a punto de disfrutar, y yo sin dar señales de vida. Y esa es, sobre todo, la intención de mis palabras. Pero, ya puesto, te voy a mandar un selfi de palabras, voy a hablar de mí, una vez más.

    Un nuevo curso ha empezado. Es cierto, es algo a celebrar. Para mí es el verdadero comienzo de año. Después de estar haciendo como los indios (prepararme para el invierno recogiendo leña como un loco), recién aterrizo en mi pequeña ciudad.

    Cada vez soy menos urbanita. Sé de sus partes positivas, pero las negativas también están ahí, haciéndose destacar en este momento de aterrizaje, haciendo ruido, colas, mascarillas, prisas, puertas con llave, espacios reducidos, aglomeraciones, poco verde, poco cielo, demasiado asfalto, demasiadas luces …Demasiada sangre en los ojos y en la cabeza, y, a veces, también en la boca o en las maneras.

    Cada lugar es un mundo, cada persona también. Pero pienso que lo que describí anteriormente incita a la violencia, al mal humor, a no ver al de al lado como a uno mismo, a “echar miraditas” sea desde un vehículo o no. Todo y todos nos estorban.

    Pues sí, un nuevo curso ha comenzado. A los míos los escucho hablar de su suerte, si te da tal profesor o profesora determinada asignatura. Es una auténtica evaluación del profesorado desde el punto de vista del alumnado. Los libros no se conocen hasta última hora. Algún que otro error en los códigos. Devoluciones. Tardanza. Covid. Deseo que todo siga su curso normal, con las cosas de todos los años (estas no son nuevas).

    Cuando hablo de la ciudad como un lugar un tanto hostil, no pienso, como contraste, que el campo sea un paraíso en donde todo es paz y felicidad, en donde lo bueno cae del cielo. Pero es otra historia, si te gusta. Ahora ya voy a poder disfrutar de mis sobrinas mucho más. La pequeña, Lucía, que tiene 7 años, le preguntaba a su madre mientras guardábamos la leña:
    ¿Y esto lo hacían todos los años?¡Y nosotros nos lo perdíamos!
    ¡Si supiera cómo me duele el cuerpo! Pero la cabeza sonríe. Esa noche había luna llena.

    Querido Miguel Ángel, muchos abrazos, y que tengas un buen año 21-22.

  10. QUERIDO JOSÉ ANTONIO:
    Hombre, qué sorpresa. Y qué alegría verte por esta plaza pública por la que antaño te paseabas con frecuencia.
    Bienvenido seas, amigo.
    Antes de continuar quiero expresarte mi inquietud por la ausencia de Don Quintiliano. Hace muchos meses que no aparece por aquí. Ni siquiera en los artículos más cercanos a la política.
    Siempre hablamos de nosotros porque decimos lo que pensamos.
    Preocupante y certera descripción de las grandes ciudades, que no están hechas para los más débiles, para los más vulnerables. Si se hicieran para los niños y las niñas, como dice Tonucci, todos y todas podríamos estar seguros y felices en ellas. Hace tiempo escribí un largo artículo sobre la ciudad educadora…
    Yo fui un niño de pueblo. También reflexioné por escrito hace años sobre la escuela rural.
    Me alegra tu celebración de la llegada del curso. También es para mi esta fecha más importante que el Año Nuevo. Yo prefiero el Curso Nuevo.
    Bonita historia la de Lucía a la luz de la luna llena. Besos para ella.
    Feliz Curso Nuevo.
    Un gran abrazo y déjate ver más por aquí.
    Gracias, amigo, proseguir ahí.
    MÁS

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