Con la muerte en los talones

5 Dic

Es probable que el título lleve directamente al lector a pensar en la famosa película de Alfred Hitchcok, filmada en 1959 y protagonizada por Cary Grant, Eva Mary Saint y James Mason. Nada tiene que ver con ella. Entre otras cosas porque el título original inglés de la película es North by Northwest. He utilizado la expresión del título para hablar de esa inquietante sensación que hoy tenemos de que la muerte nos persigue allá donde vayamos. Y por eso huimos de ella con escasa movilidad, mascarillas, distancias, lavado de manos y precauciones diversas. La muerte nos acecha en cada esquina y desde todas las instancias se nos advierte del peligro. No solo como amenazados de contagio sino como trasmisores del virus.

Pocos temas hay tan inquietantes como el de la muerte. La muerte propia, la de los seres queridos y la de los seres humanos en general.

Estamos viviendo una crisis en la que, cada día, por no decir cada hora o cada minuto, se nos ofrecen estadísticas de los muertos que ha causado la covid-19. Hoy han fallecido tantas personas en Estados Unidos, en Italia, en Alemania, en España, en tu comunidad, en tu ciudad o en tu barrio… Los números esconden los rostros de las personas. Las estadísticas ocultan  el dolor de la familia y la angustia de quienes se han ido para siempre. Se dice cuántos enfermos hay en la UCI pero nada del temor que tienen a no salir nunca de allí. Y nos vamos acostumbrando a esa cantinela del número de fallecidos. Los muertos nos duelen en la medida que van siendo más cercanos a nuestra vida. El número de muertos nos aflige, pero nos hace llorar la proximidad emocional del fallecido. Es decir, la muerte de un familiar, de un amigo, de un conocido.

Lo cierto es que no hay día en que no aparezcan en los telediarios, en los informativos de la radio o en las primeras páginas de la prensa, noticas sobre los que se han ido para siempre, sobre aquellos a quienes les da igual ya lo que suceda con las vacunas (no recuerdo en qué país se dice “no aparece por ninguna parte”, para comunicar que alguien ha muerto). Ni una palabra sobre el miedo, el dolor o la soledad del que se va o de los que se quedan. Los sentimientos, como decía, se desvanecen entre las graficas, los números  y las imágenes.

Todo lo que nos rodea hace que sintamos la muerte en los talones. Podemos ser nosotros los contagiados, los amenazados, los señalados por el destino. ¿Hay alguien que pueda decir con plena seguridad que a él no le va a tocar? ¡Qué decir de los temores de los hipocondríacos en estos tiempos de asedio viral! ¡Qué pensar del miedo de las personas con muchos años y muchos achaques!

A medida que van pasando los días, la muerte se nos acerca con mayor fuerza, con más notoria intensidad. Quien más quien menos tiene personas cercanas que han sido ya tocadas con la vara maldita del contagio. Algunas se han ido para siempre, otras han quedado con secuelas irreversibles y otras han salido tan fácilmente del riesgo de la muerte que casi parece un milagro.

Es tremenda la sensación de incertidumbre, de desconcierto, de inseguridad, de ignorancia, de impotencia. Uno se contagia y muere, otro se contagia y está curado a los diez días, otro se contagia y queda con graves secuelas, otro pasa la enfermedad sin saberlo, otro, después de haberla pasado, se vuelve a contagiar. Parece una macaba lotería.

Acabo de recibir dos testimonios que quiero compartir con quien me lee. Uno procede de Argentina y otro de España. Y los he elegido para hacer ver que el problema es planetario pero, a la vez, muy cercano a cada uno de nosotros. Y para tocar el dolor y la angustia con las manos. Cuanto más tiempo pasa, es más probable que conozcamos personas  de nuestro entorno que han sufrido las consecuencias de la enfermedad, algunas veces fatales.

Me dice una amiga argentina: “El virus me atacó las vías respiratorias, me faltaba el aire por momentos, baja cantidad de oxígeno en sangre, llegué a tener neumopatía, no neumonía. Igualmente el pulmón está resentido, las cicatrices que van quedando, me explicó el médico, que con el correr de los meses, se van, el cuerpo las absorbe. Fue muy duro, tampoco podía hablar, no me salía la voz y muchísimo dolor de garganta, muy muy fuerte. Estuve, en consecuencia, 15 días sin comer. Pero para mi desgracia no bajé ni un kilo, que necesito bajar  como 8. También te cuento que es una enfermedad que te va destruyendo emocionalmente, porque no sabés qué va a pasar, si a la mañana vas a estar vivo o no. Cara a cara con la angustia y el fantasma de la muerte. Es tremenda esa sensación. Estaba medicada con corticoides y antibióticos, primero inyectable y luego en comprimidos. Al día siguiente del alta, estaba bien, con hambre, normal, entre comillas. De esto hace  casi un mes, todavía me quedó un poquito de tos y la voz, como que no es la mía. Pero con mucha fe en Dios. bien. Y esto de estar al lado de la muerte, me hizo cambiar mi mirada de la vida, la vida es ese instante, y re aprender  muchas cosas, valorar más lo que tengo, priorizarme en algunas situaciones, comprendí y viví al límite la finitud de la vida. Empecé a cambiar cosas de mi casa, a comprar cosas nuevas y tirar lo viejo. Necesito sentirme viva. Y obvio que me quedó mucho miedo…”. 

¿Cómo no sentir el dolor y la angustia de quien ve pasar tan cerca a la muerte? ¿Cómo no pensar que estamos también amenazados?

Entresaco, del mensaje de otra amiga, esta  española, las siguientes palabras de un correo que, amablemente, me ha enviado: “La misma noche que mi padre falleció, le dieron los resultados oficiales a mi hermano y también salió positivo. Mi madre pensó morir… no quería que nos contagiáramos y nos pidió que nos fuéramos todos sumidos en la soledad más profunda en medio de un gran caos. Mi madre estaba sin síntomas, pero decidimos llevarla al hospital y cuál fue nuestra sorpresa que tenía ya afectado los dos pulmones, tenía ya neumonía. Sin poder despedir a mi padre y con la nueva situación, un miedo me inundó y mi cabeza se bloqueó, tarde muchas horas en poder articular palabra. Me hicieron pruebas y yo salí negativo…hubo momentos en que deseé ser positivo para poder abrazar a mi madre con naturalidad, para limpiar sus lágrimas, para no separarme de ella, pero el miedo me decía que el poder tenerlo podría implicar no ver a mis hijas nunca más. Un cúmulo de emociones desagradables: miedo, tristeza…”. 

¿Cómo no sentir  el dolor y la angustia de este relato, de  estas vivencias? ¿Cómo no sentir  el miedo ante la presencia asfixiante  y persistente del peligro?

La muerte es algo excesivo. Está ahí, detrás de la puerta, detrás de la esquina, detrás de esa mano que se nos tiende, escondida en ese furtivo abrazo que se nos da…  Y acaso nosotros la llevamos escondida en el aire que expulsamos. “Cuerdo es solamente el que vive cada día como quien cada día y cada hora puede morir”, decía Quevedo.

Acabo de leer el libro de Héctor Abad de Faciolince titulado “El olvido que seremos”. Un hermoso libro que trata de honrar la vida y la muerte del padre del autor.

En la página 273 dice: “Sabemos que vamos a morir, simplemente por el hecho de que estamos vivos. Sabemos el qué (que nos moriremos) pero no el cuándo, ni el cómo, ni el dónde. Y aunque ese desenlace es seguro, ineluctable, cuando esto que pasa le ocurre a otro, nos gusta averiguar el instante y contar con pormenores el cómo, y conocer los detalles del dónde y  conjeturar el porqué”.

Tres breves conclusiones. En estos momentos (y siempre), tenemos que acudir a la pedagogía de la muerte. Decía Montaigne: ”El que enseñase a los hombres a morir, les enseñaría a vivir”. En un reciente e inquietante libro titulado “La sombra negra del lobo blanco” dice José Luis González-Geraldo: “Hablar de la muerte sin tapujos ni supersticiones absurdas e incluso más allá de cualquier religión puede ser vital para comprender la vida. Para aprender a vivir, hemos de aprender primero a morir”. Recordemos el texto de aquel famoso grafiti: “Hay vida antesde la muerte”.

La segunda se refiere al deber que todos tenemos  de velar por la vida de todos y de cada uno de nuestros semejantes mediante el cumplimiento estricto de las prescripciones que la salvaguardan.

La tercera tiene que ver con la educación sentimental. Tenemos que aprender a sentir, a expresar y a compartir nuestras emociones: el miedo, la angustia, la tristeza, el dolor, la rabia… Y también la esperanza, la confianza, la alegría y el amor.

21 respuestas a «Con la muerte en los talones»

  1. Buenas Magister!
    Hoy tema profundo y vital que tocas con maestría aún siendo tabú en nuestra sociedad superficial e hiperveloz. Gracias.
    Personalmente iba a decirte que me has dejado muerto con el tema, aunque me lo he pasado de muerte leyéndolo… la realidad es otra. Un enorme respeto y reflexión al vivirlo tan de cerca en estos días.
    Las experiencias que comentas y las citas son brutales, un chute de Vida.
    Pensar en nuestra » hermana» muerte (como diría San Francisco) nos ayuda a valorar más la vida, a priorizar y a mi me ayuda a no Ser y hacer el Imbécil…y eso se agradece.
    Comparto contigo que la muerte es algo excesivo..absurdo y citando a mi madre..una putada.
    Necesitamos aprender a vivir y comprender la vida ergo el título de tu artículo nos viene genial para lograrlo (si no somos hipocondríacos, claro)
    Tener una pedagogía de la muerte es sano y nos hace cuerdos como dice Quevedo, incluso tener una relación cercana y » amistosa»..yo me levanto y le digo casi todos los días, con la sabiduría de José Mota…hoy No, mañana!!!
    Y me quedo tan agusto y centrado.
    Me enseñaste hace tiempo las dos opciones:
    Poner años a la Vida o Vida a los años….estoy en lo segundo ya que lo primero no depende de mí y lo segundo si.
    Hoy un abrazo Vital para ti y tus niñas!!

    • Querido Miguel:
      Qué suerte tener un comentarista tan fiel, tan ingenioso, tan positivo y tan lúcido.
      Ya ves, yo espero cada mañana de sábado con curiosidad tus ideas tus afectuosos saludos.
      En la U. Autónoma de Madrid hay un grupo de profesores que viene trabajando la Pedagogía de la Muerte desde hace más de treinta años. Han publicado varios libros sobre el tema. Dirige el grupo un amigo mío llamado Agustín de la Herrán. Ellos dicen que la escuela trata de preparar para la vida pero nunca se ocupa de preparar para l muerte.
      Sé que anda por mi biblioteca un librito no muy amplio y no muy profundo pero de título inolvidable: Morirse es una mierda.
      Bueno, espero que ese momento llegue tarde, tarde, tarde para nosotros y para aquellos a quienes queremos.
      Un abrazo enorme.
      Besos para Gema.
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  2. Querido Miguel Ángel. Hoy nos ofreces un artículo de plena actualidad y lleno de sensibilidad en estos tiempos.
    Es cierto que vivimos tratando de escapar de la muerte que la percibimos que nos puede atrapar en cualquier esquina, que nos la puede traer aquella persona que más nos quiere y a la que más queremos, como los nietos a los que hay que seguir atendiendo porque sus padres trabajan.
    Lo que pasa ya lo vemos: unos se cuidan por si y por el prójimo; otra ni por si ni por el prójimo. La diversidad del ser humano.
    Qué nos pasa a las personas? Estamos hablando de las reuniones navideñas, que si seis, que si diez, como de algo inevitable. Pero es que no somos capaces de celebrar un año estas fiestas cada uno en su casa?
    No creo que me equivoque, y ya me gustaría, pero creo que estas fiestas van a terminar con lágrimas para muchos.
    Personalmente tengo tres hijos y no lejanos. Cada cual lo celebrará en su casa.
    Tristes navidades llenas de noticias y temores de muerte, cuando la navidad habla de vida. Solo nos faltaba los fusiladores añoradores de la dictadura.
    Me quedo con la esperanza:
    La muerte es el fin o el principio de otra vida? Para los creyentes la Navidad es esperanza.
    Un abrazo, Miguel Ángel, salud y prudencia para todos.

    • Querido Joaquín:
      Nosotros también lo haremos así. Cada pequeño núcleo familiar en su casa.
      Hay que ver lo que pesan las tradiciones,las costumbres, los hábitos personales y sociales.
      Es difícil comprender algunos comportamientos humanos, algunas inercias.
      Yo creo que no somos conscientes de la gravedad de la situación, a pesar de que ya son muchos meses de experiencia y muchos hechos aleccionadores.
      Hasta que no lo vemos cercar, hasta que toca la muerte en nuestra puerta, movemos la importancia de los cuidados.
      Es cierto que el virus es desconcertante. Se contagia un jugador de fútbol y a los diez días ya está´jugando como si nada hubiera pasado. Se contagia otra persona y se va al otro barrio. Una tercera se contagia, se salva de la muerte pero le quedan unas secuelas para toda la vida.
      Entonces mucha gente piensa que no le va a tocar el contagio y que, si le tocase, se va curar en unos días.
      Una elemental actitud cívica hace que cumplamos de buen grado las prescripciones que salvan la vida y la economía. No por la multa sino por la exigencia moral. Por eso no me parece mal que se invoque la conciencia ciudadana.
      No me hables de esa carta delos militares retirados en la que hablar de fusilar a la mitad dela población. No sé si espero su ignorancia o su maldad. No se enteran de los que es una democracia. Quien manda es el pueblo, no es el rey, no es el gobierno, no es el ejército. Y quien manda tiene el deber de mandar para todos y para todas, nunca tiene el derecho de eliminar a nadie.
      Un abrazo enorme, querido amigo.
      También para Ana Mari, para tus hijos y para tus nietos.
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  3. ¡Querido Maestro!
    Hoy ha tocado un tema, el de la muerte , que en estos momentos y por mis cercanas vivencias no me resulta nada agradable.
    La muerte como dice es silenciosa, inoportuna, y se lleva con ella todos nuestros sueños.
    He vivido hace poco una desagradable experiencia, la muerte de mi padre y además he tenido que sufrir el dolor más ingrato, por parte de mi hermana, de no comunicarme la noticia y por otra parte que me han impedido entrar a verlo.
    El poderoso caballero don dinero hace hasta que la muerte sea todavía más amarga si cabe.
    Verdaderamente no puedo entenderlo, como la crueldad más horrible, la maldad en las entrañas pueden hacer actos tan viles y macabros.
    He pasado momentos muy duros, de preguntas sin respuestas, de no entender que está pasando, de pensar porque es tan cruel la vida y preguntarme que he hecho yo para merecer ese trato.
    Imagínese todo eso aparte de la inquietud que trae esta pandemia, el de las muertes y los quebrantos.
    Me ha producido un tremendo choc difícil de definir y de sobrellevar.
    Pero me considero fuerte y a veces valiente y he lidiado con muchos toros en mi vida como para abandonar el ruedo sin torearlo.
    Tengo que hacer valer mis derechos y no pararé hasta poner a los desalmados en el lugar que le corresponde ya sea por la justicia terrenal, social o divina.
    Cualquiera de ellas me vale para desenmascarar una trama urdida a mis espaldas para obtener cosas materiales que para mi no son nada.
    Siempre he tenido la idea de ser una buena hija aunque la respuesta que me han dado no ha sido igualitaria.
    He vivido el maltrato tan cerca que no se como he tenido el coraje de desear que me quisieran.
    A veces, querido amigo, los infiernos se viven en la tierra.
    Y estoy segura que tarde a temprano el destino me traerá mi recompensa.
    Por ella lucho a diario y porque la verdad aflore desde los confines de la tierra.
    A veces pienso que la muerte es solo una trágica experiencia que nos llegará a todos sin saber cómo ni de qué manera.
    Sin más por hoy me despido con un fuerte abrazo para todos y esperando estar aquí la semana que viene.
    Besos.

    • Querida Loly:
      Qué terrible experiencia la que estás viviendo.
      A la tragedia que supone la muerte del padre se añaden en tu caso las crueles circunstancias que describes.
      Es difícil imaginar cómo se pueden urdir tramas tan horribles, que destruyen a las personas.
      Y más por intereses materiales.
      Es un drama la muerte de un ser querido, pero el cómo se produce añade un suplemento de dolor y de angustia insoportables. ¿Cómo es posible que no te avisaran y que no pudieras despedir, aunque fuera en la distancia, a tu padre?
      Recuerda la fábula que yo cuento (LA ESTRATEGIA DEL CABALLO) y que supongo que conoces. Las paladas de tierra que pretendían sepultarlo es las utiliza para alcanzar la libertad.
      Camina, querida amiga, no te quedes parada en el medio del túnel. No te sientes en el suelo lamentando tu suerte. Tù no has hecho NADA que merezca tanto dolor. Camina hacia la luz al final del túnel.
      Mereces ser feliz.
      Besos y ánimo.
      Gracias por escribir a pesar del dolor.
      MÁS

  4. Las tres conclusiones me parecen de gran calado.
    Voy a detenerme en este comentario en la relacionada con el mundo de las emociones.
    La mayoría de la gente no sabe qué hacer con su miedo, con su dolor, con su rabia, con su angustia ante lo que está pasando.
    Y claro, en la escuela se ha estudiado geografía, historia,matemática, física, química…, pero no se ha trabajado nada cómo superar el duelo, cómo hacer frente al dolor o a la rabia.
    Y esas cosas no se aprenden por arte de magia
    Hace falta educación emocional.

    • Querida Marta:
      Gracias por dedicar tu tiempo a leerme y a escribir tu interesante comentario.
      Tienes razón. La escuela ha sido siempre el reino de lo cognitivo y no el reino declo afectivo.
      Se pregunta siempre por lo que se sabe pero no por lo que se siente.
      Una enorme carencia porque la felicidad depende más devlo que se,siente que de lo que se sabe o de lo que tiene.
      Besos.
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  5. Hola Miguel Ángel.

    Fíjate si el tema de la muerte es «yu yu» que esta semana cuesta que aparezcan comentarios…. Tampoco yo lo iba a hacer, pero no quería que sintieras solo como si no te hubiéramos leído…

    Este es un tema recurrente, ya lo has tratado en otras ocasiones… No sé yo si la felicidad está en pensar en la muerte como algo natural o en no pensar en ella, ya llegará en su debido momento, o no… Me imagino que con el transcurrir de los años este pensamiento se irá haciendo más constante. No es lo mismo ver el futuro con distancia que verlo más de cerca. Uno que va camino de darle 57 vueltas a sol ya va pensando en la muerte de uno mismo y no en la de los demás. Porque parece que siempre se mueren los otros y que a uno nunca le llegará su hora. Pero cuando empezamos a enterrar a amigos contemporáneos vamos viendo que nuestro fin también se acerca. De momento intento hacerle el «vacío» (como diría un niño) a la muerte antes de que ella me lo haga a mí.

    Para no tener nada que decir me ha salido una pequeña reflexión sobre el tema tratado.

    Un abrazo.

    P.D. Otro no puente que celebramos… Espero que pronto todos y todas podamos celebrar los días de descanso como acostumbraramos antes de la pandemia…

    • Querido Juan Carlos:
      Estoy seguro de que siempre puedes decir no algo sino mucho sobre cualquier tema que se proponga.
      No sé quién decía que iba entrando en una edad en la que la muerte ya es algo posible.
      Estoy contigo en que el tema de la muerte tiene mucho de tabú.
      Los comentarios van como de costumbre. No se lee mucho y se escribe menos.
      El tema de la muerte (su realidad) está siempre presente pero ahora, con el coronavirus, se nos hace presente de manera casi obsesiva.
      Ya ha muerto en el mundo un millón y medio de personas.
      Cada 30 segundos muere una persona por esta indomable enfermedad.
      ¿Cómo no pensar que nos puede tocar?
      Hay muchas personas que están jugando con fuego.
      Lo lamentable es quecese fuego puede destruir a otros.
      No tendría que ser necesario recordar a un adulto ni una sola vez que es peligroso meter los dedos en el enchufe.
      Un abrazo y gracias por estar ahí.
      Feliz puente.
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  6. Querido Miguel Ángel, un artículo cargado de vida y sentimiento, a pesar de hablar de la muerte.

    Me sorprende que en nuestra sociedad la muerte sigue siendo un tema tabú, teniendo en cuenta que es lo único de lo que estamos seguros que pasará…moriremos….Ojalá sea lo más tarde posible, o al menos que nos diera tiempo a disfrutar de lo que tenemos, a saber lo verdaderamente importante en nuestra vida, a poder despedirnos de nuestros seres queridos y dejarles la esperanza que todo irá bien y que sigan viviendo para mantenernos vivos. Sin embargo las muertes asociadas al Covid sólo permiten que durante un instante desaparezcamos todos, es como si por un momento dejáramos de existir. Dice mi madre, “todas las muertes son duras…pero esta además es muy cruel, no nos permite despedirnos, no nos permite abrazarlo, besarlo , hablarle en los últimos momentos. Desde la soledad más profunda y sumidos en un caos sin precedentes… sólo podemos llorar por su ausencia, sin llegar a asumirlo, sin creer que ya no podamos verlo nunca más…” La muerte no es la mayor pérdida en la vida. La mayor pérdida es lo que muere dentro de nosotros mientras vivimos”. Norman Cousins.

    “Solo cuando realmente sabemos y entendemos que tenemos un tiempo limitado en la tierra, y que no tenemos manera de saber cuándo se acaba nuestro tiempo, entonces comenzaremos a vivir cada día al máximo, como si fuera el único que tenemos”. Elisabeth Kubler-Ross. Preciosa frase que en tiempos de Covid pierde sentido, ¿Cómo se puede vivir al máximo si lo importante tiene que estar lejos para poder estar protegido? Vivir sin vivir es lo que muchas personas, especialmente mayores, están vivenciando en la última etapa de su vida. Tristeza, miedo, dolor nos inunda por todos los rincones de nuestro cerebro que nos paraliza, nos bloquea y no nos permite articular palabra…ni para llorar. Un dolor que se hace físico, supongo que para liberar la tensión de una muerte no anunciada, una muerte que consideramos injusta.

    Como orientadora he tenido que acompañar en el dolor y duelo a alumnado que ha perdido padres, hermanos y lo que es peor…algunos han perdido la vida. Recuerdo dos casos que me han enseñado y que están muy presentes en mi vida: Uno de mis alumnos de 1º de la ESO, luchó en sus últimos momentos por darle normalidad a su vida y se propuso sacarse el curso y así lo hizo con la ayuda de una profesora que lo acompañó en sus momentos más difíciles, ella nos contaba que con fuertes dolores luchaba por tener normalidad. Otro alumno de bachillerato sabía su desenlace y decidió regalarle a sus padres un vídeo con todo lo que le enseñaron, con todas las personas importantes en su vida…aleccionadoras historias que me han hecho sentir dolor y a la vez admiración por cómo personas tan jóvenes afrontaron la vida, afrontaron la muerte.

    Es necesario, en estos momentos muchos más, que la Escuela esté preparada para dejar a un lado un currículo que de poco sirve, en plena pandemia, con la muerte en los talones. De pequeña tenía pesadillas con la perdida de mi madre y mis hijas han soñado con la muerte de alguno de nosotros. Desde pequeñas les enseñé a creer en el poder de los sueños y teníamos un árbol para pedir deseos, tanto mis hijas como sus amigos y amigas coincidían en un deseo: que no muriera ninguna persona de su familia (y tenían cuatro años). La muerte está muy presente en nuestras vidas porque forma parte de ella.

    Es necesario una Pedagogía de la Muerte. He encontrado un interesante trabajo de fin de grado del Grado de Primaria de la Universidad de Navarra, basado en el libro “La muerte nunca falla. Un doloroso descubrimiento” (Poch), realizado por Lorena Parra Bustamante que también perdió a su padre: “La muerte existe desde que existe la vida. La presenciamos diariamente y escuchamos hablar de ella a cada momento. En las canciones, en los medios de comunicación, en las películas… Los telediarios son el reflejo de muchas muertes que suceden día a día en el mundo y la mayoría de los ciudadanos nos mantenemos atentos a la televisión con el fin de ver y ser conscientes de lo que pasa en el resto de lugares. Las películas infantiles de Disney, por ejemplo, también reflejan la muerte, a pesar de ir destinadas a un público de muy corta edad. Son muchas en las que se produce una pérdida de un personaje importante: Bambi, Dumbo, El Rey León, Nemo… Ni los adultos, ni las instituciones educativas, ni el personal docente estamos en muchas ocasiones preparados ni tenemos los conocimientos necesarios para enfrentarnos a estas situaciones y responder de manera adecuada a las preguntas de los niños. Estos tienen inquietudes, y la muerte, al igual que otros temas trascendentales, no se puede pasar por alto. Debemos saber qué responder y cómo tratar el tema tanto en el ámbito familiar como en el educativo. Una educación para la muerte es la base para vivir mejor y con mayor plenitud, otorgando la importancia debida a las cosas que la tienen, y a existir con todo el sentido que proporciona una responsabilidad más consciente. Es una asignatura pendiente”. (Herrán y Cortina).

    Mis hijas han llorado mucho por el vínculo que tenían con su abuelo, con mi padre. Mi hija más pequeña sólo me decía si era posible revivirlo, si podíamos viajar en el tiempo y evitar su muerte… Ninguna de ellas ha obtenido por parte de la Escuela ninguna respuesta a su dolor, ninguna respuesta a sus sentimientos. «En el colegio se aprende historia, geografía, matemáticas, lengua, dibujo, gimnasia… Pero, ¿qué se aprende con respecto a la afectividad? Nada. Absolutamente nada sobre como intervenir cuando se desencadena un conflicto. Absolutamente nada sobre el duelo, el control del miedo la expresión de la cólera» Filliozat. Hay que saber reconocer, afrontar y recibir las emociones de los otros. Somos seres en relación (En Arqueología de los Sentimientos de Santos Guerra) .

    Yo creo que verdaderamente una persona muere de verdad, cuando se olvida, cuando desaparece en nuestro recuerdo, por lo tanto mi padre siempre estará vivo. Lo único que ya nos consuela es que él estará siempre con nosotros, a través de sus anécdotas, historias, costumbres, cultura, cuentos que nos contaba, poesías que escribía y que nos regalaba, aprendizajes y valores que nos inculcó,… en definitiva a través de su esencia, porque eso nunca lo arrebatará nadie “Recuérdame, Hoy me tengo que ir, mi amor. Recuérdame, te llevo en mi corazón y cerca me tendrás. A solas, yo te cantaré Soñando en regresar”
    https://www.youtube.com/watch?v=cfzmjgpx-VE
    “La muerte no existe, la gente sólo muere cuando la olvidan; si puedes recordarme siempre estaré contigo”. (Isabel Allende)

    PD: Gracias Miguel Ángel por incluirme en tus reflexiones, en tus historias donde siempre pones mucho corazón.

    • Querida María José:
      Pocos comentarios más emocionantes que el tuyo.Porque está escrito no solo desde el mundo de las ideas, sino en medio del duelo por la muerte de tu padre, que anida en el corazón. Sé lo que espesar por ese duelo. Mi madre murió a los 63 años de forma repentina y mi padre a los 77, de un céncer de pulmón. No sé cuál fue peor. Cuando se fue mu padre se fueron definitivamente los dos. Porque en el que queda, se mantienen los dos. Tenía la sensación de que recuperar la alegría sería una traición.
      A mí se me murió un compañero de 12 años cuando estudia segundo de Bachillerato. Se ahogó a mi lado. Creo que fue mi primer encuentro con la muerte como un hecho real.
      Antes, siendo monaguillo en mi pueblo (Grajal de Campos), yo asistía a los funerales y a los entierros.Yo veía los cadáveres.Un niño de pueblo está familiarizado con la muerte. Porque un niño de ciudad no ve un cadáver hasta que es mayor. Mi mujer vio el primer cadáver cuando su padre murió. Ella tenía más de 50 años.
      Parece mentira que siendo la muerte algo tan importante de nuestras vidas, no haya preocupación alguna (ni en la escuela ni en la familia) por reflexionar sobre ella, por prepararse para ella, por asimilar la de los seres queridos.
      Estoy seguro de que los recuerdos no morirán nunca. Los muertos siguen vivos en nuestros corazones.
      Los tiempos que vivimos, son especialmente propicios para reflexionar sobre esta realidad.
      Gracias por escribir en las duras circunstancias que estás atravesando.
      Gracias por la canción que adjuntas.
      Muchos besos.
      Mucha fuerza.
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  7. Muchas gracias Miguel Ángel por abrir tu corazón y compartir tu vida, una parte de ti. Quiero que sepas que estaré eternamente agradecida por el correo que recibí y las palabras tan bonitas que me regalaste y me regalas siempre que tienes una oportunidad. Gracias porque tu sabiduría, tu humildad, tu bondad y sensibilidad han hecho que tu blog sea un lugar de encuentro y reconocimiento de todos los que te seguimos. Un lugar en el que siempre estaré si la salud me lo permite. Un fuerte abrazo para ti, tu mujer y tu hija.

    • Querida María José:
      Me alegro mucho de tenerte en el blog, como excelente profesional de la educación y como magnifica persona que pone lo mejor de sí misma en lo que hace.
      No me olvido de tu madre, que estará especialmente afligida por la cercana y definitiva ausencia.
      También me acuerdo del dolor que supone para los nietos la desaparición de un abuelo. Un beso grande para tu hija en estos momentos de tristeza.
      Ojalá que el periódico La Opinión mantenga este espacio en el que me gusta compartir ideas, experiencias y sentimientos.
      Besos.
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  8. La muerte nos está acechando en estos tiempos con una especial insistencia. En cualquier lugar te puedes contagiar.
    La imagen que has elegido para ilustrar el artículo es muy elocuente. Todo el mundo huyendo despavorido del virus (salvo algunos inconscientes).
    Tengo en casa a mi abuela de 87 años que se muestra asustada constantemente. Es lógico, cualquier descuido puede ser mortal.
    Y, desde luego, de la preparación para la muerte, nada de nada.
    Saludos.

    • Querida Marina:
      Tengo delante de mí un libro titulado La muerte y su didáctica, de Agustín de la Herrán y Mar Cortina. Llevan, si mano he contado, más de treinta los trabajando sobre esta compleja cuestión.
      Es cierto que hoy la muerte está más presente que nunca en la sociedad.Todos los días hay referencias a las muertes que produce la covid-19. Pero casi siempre son muertes lejanas, números de muertos y estadísticas que suben y bajan.
      No sé si la vacuna despejará este horizonte sombrío.
      La tarea más importante está en nuestro interior.
      Besos y gracias.
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  9. Buenos días a todo el mundo,

    Hoy estoy que me muero de ganas de vivir. Como vemos en la anterior oración, la muerte, tiene un sentido positivo. Todo lo que se me ocurre de la muerte, en mi tal vez ignorancia, creo que es positivo. Qué sería de la vida sin la muerte. Ustedes se imaginan por un momento que la vida fuese eterna, ustedes se imaginan a esa nuera que vive con su infernal e insufrible suegra, qué sería de la primera sin el consuelo de la muerte natural que ha de venir a la segunda. Si no hubiera muerte natural, la nuera en un acto de inteligencia y pensamiento del devenir futuro, se suicidaría, sin lugar a dudas. Qué sería del niño de papá criado a expensas y a esperas de heredar el patrimonio de la cercana muerte de su padre. La muerte es necesaria, es renovadora, es igualitaria, es justa en la mayoría de los casos en occidente, es perfecta, lleva la igualdad a la perfección sin ningún género de duda, dentro de 100 años todos calvos (excepto los incinerados). Qué sería del afán depredador del humano sin el miedo a la muerte. Los mayores, aún sin conocerla, como la vemos objetivamente cercana, parece que vamos asumiendo la idea de que todo esto es finito, y de ahí que aumente su indulgencia conforme van pasando los años. La muerte impone una necesaria, intangible e irrefutable disciplina de vida. Aún con lo dicho, creo que es más real decir que no tengo mucho que decir de la muerte, porque lo que es experiencia, experiencia, creo que tengo más bien poca. No me acuerdo de nada de aquel tiempo en que estuve muerto; tal vez mi falta de memoria sea porque nacía justo en el momento de morir. Recuerden, me degollaron en el asedio de Monte Arruit, el 9 de agosto de 1921. Pronto hará 100 años. Tengo recuerdos de antes de ir a la guerra de África, incluso mejores y más precisos que algunos de mi actual vida. De mi vida siguiente, no recuerdo casi nada, hambre, frio, recogiendo aceitunas, comiendo tocino y naranjas agrias, algunos recuerdos malos con pesadillas incluidas de mi época en la Guerra Civil española, en el frente de Mequinenza, en agosto de 1938, fui muerto desangrado, una bala me atravesó la rodilla izquierda. Volví a nacer, esta vez con una cicatriz del tamaño de una bala en la rodilla izquierda, aún la tengo.

    Yo comprendo que alguien no crea algunas de mis palabras, lo comprendo. Yo también hago mi esfuerzo por creer que con los actuales presupuestos del Estado, aquí, vamos a vivir incluso mejor de lo que nuestro actual gobierno nos augura.

    Que tengan un buen día, y mejor muerte (cuando les toque).

    • Estimado Don Quintiliano:
      Otra vez por estos lares. Una alegría para mí y, eso espero, para todos los lectores y lectoras de El Adarve.
      Nada hay más democrático que la muerte. A todos nos llega. A todos nos iguala. A todos nos reduce a cenizas. A todos nos lo quita todo.
      Tengo aquí delante un libro de Juan Carlos Ortega titulado Morirse es una mierda. En él se dice: «Cuando estamos, la muere no está. Cuando la muerte está, nosotros ya no estamos».
      Y ofrece una serie de consuelos y de consejos. Desde el Carpe diem a la invitación a disfrutar de la vida.
      Al final del libro, dice el autor: Morirse es una mierda y pensar así es un motivo de profunda alegría. Y añade: «El tamaño de la mierda será directamente proporcional al amor que sentimos por la vida»,
      Tengo aquí cerquita otro libro que se titula «Solo los gatos tienen siete vidas», pero tú, querido Quintiliano, tienes por lo menos ocho. Hay que ver lo que has vivido. Hasta te has muerto y has resucitado. Y aquí sigues regando y escribiendo, buscando tu navaja y pensando, mirando al cielo a ver si llueve y con los pies en l tierra para que no te lleven los vientos de la política.
      Te deseo una vida larga, larga, larga. Y disfrutada.
      Un cordial saludo.
      Y gracias por leerme y por escribir tan bien. Me honra tenerte como comentarista.
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  10. Es terrible este virus.
    Como no se ve parece que no hace daño, pero basta comprobar que ha causado más de millón by medio de muertes en el mundo. Y sigue haciendo estragos.
    Se ha hablado y se ha investigado poco sobre el origen. Desde luego, sin ha sido fruto de una decisión humana, es para echarse a temblar. Porque esa persona o personas han sido capaces de poner el mundo patas arriba.
    El peor de los efectos es la muerte que ha provocado. Pero tambo`én es grave el empeoramiento de la vida que ha producido.
    Saludos y gracias.

    • Querida Elena:
      Contesto a tus dos comentarios.
      1. Es lógico que una persona de 87 años esté asustada. Se ha insistido mucho en que los mayores eran presa fácil del virus. Ahora se está viendo que también afecta a adultos y jóvenes, no solo a ancianos.
      2. También a mí me llama la atención que no haya más preocupación por investigar cómo se ha gestado este desastre. Hablamos de lo que pasa y de cmoo hacer frente al problema, pero menos de por qué lo estamos padeciendo.
      3. Es cierto que hay poca preocupación por la didáctica de la muerte.
      Gracias por tu comentario sobre la ilustración. Y, por supuesto, por el doble comentario.
      Besos.
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  11. La muerte nos está acechando en estos tiempos con una especial insistencia. En cualquier lugar te puedes contagiar.
    La imagen que has elegido para ilustrar el artículo es muy elocuente. Todo el mundo huyendo despavorido del virus (salvo algunos inconscientes).
    Tengo en casa a mi abuela de 87 años que se muestra asustada constantemente. Es lógico, cualquier descuido puede ser mortal.
    Y, desde luego, de la preparación para la muerte, nada de nada.
    Saludos.

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