Siempre me han apasionado las diversas vertientes del lenguaje. Carlos Lerena, entrañable amigo y notabilísimo pensador que hace años se fue con la mayoría, afirmaba que el lenguaje sirve para entendernos, pero también para confundirnos. El lenguaje, decía, es como una escalera por la que a veces se sube a la liberación y a la comunicación pero por la que también se baja a la confusión y a la dominación. De todos modos, se podría decir que el lenguaje es lo más objetivo de la subjetividad que nos caracteriza a los seres humanos.
Uno de los fenómenos más llamativos del lenguaje son los malentendidos, causa de mucha frustración en la vida y de mucho humor en los chistes. Un malentendido es un dicho, un hecho o un suceso que se interpreta equívocamente.
El malentendido se produce cuando se ha introducido un factor de distorsión en el acto de comunicación que hace que el mensaje se tergiverse, confunda o altere lo suficiente para provocar que el receptor entienda «B» cuando el emisor le decía «A».
El malentendido proviene algunas veces de la mala audición o de la falta de atención en la lectura. Pondré tres ejemplos de malentendidos lingüísticos. El primero, del ámbito religioso. Un feligrés cantaba con mucho fervor en la Semana Santa de mi pueblo: “Perdona a tu pueblo, Señor. Perdona a tu pueblo, perdónale, Señor. No estés eternamente mojado (en lugar de enojado)…”. ¿Qué sentido tenía en el contexto de la frase el término mojado? Cuesta imaginarlo.
El segundo ejemplo es del mundo de los negocios. Una persona dice que se presta como intermediario para hacer compraventas de terreno. Y añade que lo hace de forma gratuita. El interlocutor dice: “Ya sé que usted se queda al margen de estas operaciones”. Después de comprobar que esa persona le deja de hablar durante un tiempo descubre que entendió así el comentario: “Ya sé que usted se queda el margen de esas operaciones”. Este es un caso de malentendido fonológico en el que el receptor escucha de forma inexacta lo que dice el emisor.
El tercero es del ámbito sanitario. Llega un campesino a urgencias y, al ser interrogado, dice que se ha hecho daño en El Minganillo. Los médicos se miran y se sonríen. Le envían a urología. Allí le exploran, le hacen un tacto rectal y le dicen que todo está bien. Al salir le explica a su mujer que le han dicho que no tiene nada, pero que allí dentro hay una pandilla de degenerados y de incompetentes. Se había caído de un árbol en su finca El Minganillo.
Una forma de que se generen malentendidos es que la comunicación no diferencie lo explícito de lo implícito. Si se explicitan claramente los mensajes, habrá menos malentendidos.
El mensaje escrito, por otra parte, se presta más a la interpretación equivocada, ya que no existe el matiz de la expresión, del gesto y del tono de voz. Y tampoco la posibilidad de aclarar con una pregunta lo que está queriendo decir el interlocutor.
Da lugar a muchos malentendidos la estrechez de miras, el pensamiento monolítico. Decía Mark Twain: “Si tu única herramienta es un martillo, todos los problemas te parecerán clavos”.
Las personas suspicaces tienen más facilidad para caer en malentendidos porque todo lo aprecian bajo el signo de la sospecha. Si saludas a alguien en la calle y no te corresponde al saludo, puede ser que no te haya visto pero, si eres una persona suspicaz, pensarás que te ha ignorado a propósito.
La utilización caprichosa del lenguaje da lugar a curiosos malentendidos. “Sal de mi vida, me dijo. Y le contesté: Pimienta de mi corazón. Se enfureció todavía mucho más. No lo entiendo”. La sal es un ingrediente alimenticio que poco tiene que ver con el imperativo del verbo salir.
Hay muchos malentendidos cuando existen diferencias culturales entre quienes se comunican, especialmente cuando no se domina el idioma que se utiliza o que se escucha.
En el libro de David García Walker “Los efectos terapéuticos del humor y de la risa” se exponen algunos malentendidos que parten no del doble sentido de alguna palabra sino de una situación que trastoca el significado de todo lo que se dice. Pondré un ejemplo tomado de dicha obra.
Cuenta el autor que un joven fue a la capital a solucionar unos asuntos. Sabiendo que su novia necesitaba una gafas y encontrando la ocasión de comprarle unas muy bonitas y baratas, entró en una óptica. Después de ver unas cuantas, se decidió por un determinado par. La dependienta se las envolvió y él pagó la cuenta. Al marcharse, en lugar de tomar la caja de las gafas, cogió otra muy parecida que había al lado y que contenía unas bragas que seguramente se acababa de comprar alguna clienta de las que había en la óptica en aquel momento.
El joven no se dio cuenta de la equivocación, así que desde allí se fue directamente a correos y le envió la caja a su novia junto con una carta. La novia recibió el paquete y quedó perpleja al ver su contenido, pero aún más al leer la carta que acompañaba al regalo. La carta decía así:
“Querida mía: Espero que te guste el regalo que te envío, sobre todo por la falta que te hacen, ya que no tienes ninguna, pues llevabas mucho tiempo con las otras que tenías y éstas son cosas que se tienen que cambiar de vez en cuando. Espero haber acertado con el modelo. La dependienta me dijo que eran la última moda y me enseñó las suyas, que eran iguales. Entonces yo, para ver si eran ligeras, las cogí y me las puse allí mismo. No sabes cómo se rio la dependienta. Como te imaginarás estos modelos femeninos en los hombres quedan muy graciosos y más a mí, que ya sabes que tengo unos rasgos muy alargados. Una muchacha que había allí me las pidió, se quitó la suyas y se las puso para que yo viera el efecto que hacían. Las vi estupendas, por eso me decidí y las compré.
Póntelas y enséñaselas a tus padres, a tus abuelos, a tus hermanos, en fin, a todo el mundo, a ver lo que dicen. Al principio te sentirás muy rara, acostumbrada a ir con las viejas, y más ahora que has estado tanto tiempo sin usar ninguna. Póntelas para ir por la calle y todo el mundo va a notar que las llevas. Si te quedan muy pequeñas me lo dices, no te vayan a dejar señal cuando te las quites. Ten cuidado de que no te estén grandes, no sea que al andar se te caigan, Llévalas con cuidado y, sobre todo, no vayas a dejarlas por ahí y las pierdas, que tienes la costumbre de llevarlas en la mano para que todos vean tus encantos. En fin, para qué te voy a contar más. Solo te digo que estoy deseando vértelas puestas. Creo que este es el mejor regalo que podía hacerte, cariño”.
En el citado libro podrá encontrar el lector o lectora otros ejemplos, como el clásico en el que un pastor anglicano confunde la abreviatura de la capilla West Calch con el W.C. Y desde esa clave le informa a un matrimonio que le ha consultado por su ubicación.
Hay malentendidos pragmáticos. Acabo de leer en el periódico donde escribo, las palabras de un padre que fue detenido por la policía por pasear con una bebé de 45 días en sus brazos por las orillas de la playa de Gijón a las 8.30 de la mañana. Dice. “Salí a pasear donde rompe el mar y a alguien le pareció extraño y llamó a la policía. Todo fue un malentendido”.
Hay malentendidos que nunca se detectan o, quizás, se descubren pasados muchos años, por curiosidad o por azar. Sería más sensato, aclarar con la persona lo sucedido, en lugar de arrastrar la confusión y el dolor. Otros se descubren al momento y se tratan de resolver inmediatamente.
Existe una forma de evitarlos que es el dominio del lenguaje por parte de emisores y receptores. Y una forma de resolverlos, que es el diálogo y la negociación del significado de las palabras y de los hechos. Dichosos malentendidos.
Querido Miguel Ángel, lo primero gracias por el hartón de reír de buena mañana. Es un buen modo de comenzar el día.
Malentendidos en mi vida he tenido a montones y sigo teniendo, creo que prácticamente todos se resuelven pronto; de otros, quizás, ni me haya dado cuenta si los he provocado.
El mal de los malentendidos es cuando el receptor no da opción al emisor de explicarse debidamente.
En fin, los malentendidos son una faceta más en la vida de los seres parlantes y pensantes. Lo importante, pienso, es que no provoquen graves daños.
Saludos a todos.
Querido Joaquín:
Algún día contaré la historia que he apuntado en el artículo de pastor que confunde el W·.C. con la capilla anglicana W.C. Muy simpático. Estuve a punto de sustituir la historia del regalo por ese otro malentendido.
Cualquier tema, cuando entras en él y lees y lees, te encuentras que tiene miles de matices.
Hay malentendidos que han llegado a costar la vida.
Importante cuestión, a veces. Divertidas historias también.
Un abrazo y gracias de nuevo.
ESTOY A LA ESPERA DE SABER QUÉ PASA EN EL AYUNTAMIENTO DE BARCELONA.
Buen sábado.
MÁS
Querido Maestro!
Que difícil es comunicarse!
A veces por susceptibilidad creemos cosas que no se dicen.
Ahora estoy en una época de mi vida que me gusta aclarar las cosas, si no entiendo algo pregunto hasta que me entero lo que quieren decir, las dudas matan.
Tengo una dificultad añadida para que me sea más difícil la comunicación, mi enfermedad me está dejando sin audición.
Imagínese en este mundo de locos, de bullicio, de ruidos, vivo casi en el silencio.
¡Otra batalla más en mi vida!
Me ha encantado la narración de las gafas, cuanto me he reído.
Ha sido superdivertido!
La sonrisa debe estar presente en todas las personas, no hay nada más importante y gratificante y no cuesta nada, es gratis!
¡Espero seguir sonriendo cada vez que le lea!
Ahora me refugió mucho en la expresión de las personas, las observos, miro sus labios y me proporcionan otra manera de comunicación, porque las personas con deficiencias auditivas, sordas, nos encontramos con muchas barreras que hay que vencer.
Es un placer contar con su fantástico humor que nos proporciona alegrías en el cuerpo y ánimos en el alma!
Bendito día luminoso en Málaga, donde estoy de fin de semana¡
Para mí, sería un placer conocerle!
Quien sabe si algún día lo cconsigo!
Sin más me despido de todos con un cordial saludo.
Qurida Loly:
Da gusto leer tus mensajes.
Siempre estan llenas de sentido positivo y vitalista. Siempre animan.
Me alegra que te haya divertido el relato de las gafas. Algun dia contaré el malentendido de la capilla anglicana y el W.C. Son magníficos ejemplos de malentendidos.
Es cierto que los problemas de audición dan lugar a singulares malentendidos.
Estoy comiendo con mi familia en el centro de Málaga.
Besos y gracias
MAS
Me ha encantado el artículo es cierto que en el mundo en el que vivimos esta lleno de malentendidos, como en la escuela, los profesores que mal entienden el concepto de evaluación porque no es sólo un número y eso es muy triste…
Hoy te he conocido en la casa de las carcasas, soy Laura Moreno, he descubierto lo afortunada que he sido en conocerte, mi amiga pedagoga aquí presente me ha dicho que eres una eminencia en la Universidad de Málaga.
Espero verte pronto, un beso.
Querida Laura:
Me ha alegrado conocerte.
Has cumplido tu promesa de leer y de escribir. Me alegro.
Te deseo lo mejor cuando hagas tus oposiciones. Seguro que tus niños te disfrutarán. Yo digo que los alumnos aprenden de aquellos maestros a los que aman.
Verás que hay muchos artículos sobre educación en mi blog.
Espero verte por aquí más veces.
Cuando pase por tu tienda entraré a saludarte. A ti, a Fátima y la pedagoga que pienso conocer.
Besos y gracias.
MÁS
Córdoba, domingo, 16 de junio.
Me levanto relativamente pronto, teniendo en cuenta que hoy es domingo. Bueno, tendré que aclarar que es la segunda vez que me levanto, pues me suelo despertar hacia las cinco de la mañana, por lo que, entonces, suelo tomar café con tostada y aceite, y vuelvo a la cama a retomar el sueño.
¿Qué puedo hacer tan temprano, a las cinco de la mañana, si ahora estoy jubilado y no albergo en la conciencia eso de ‘tener que aprovechar todo el tiempo’, tal como se nos dice cuando estamos en activo?
Así pues, tras mi segundo despertar, y una vez que me aseo, me dispongo a dar la caminata diaria, que siempre la he realizado; aunque años atrás podía completarla con trechos corriendo, pero, ay, uno ya no está para esos trotes.
Córdoba ha amanecido seminublada, con un día agradable que invita a estos paseos. Apenas se ve gente en la calle. A los diez minutos, aproximadamente, me paro en una zona en la que hay unas especies de arcadas metálicas asentadas en el suelo para acoger bicicletas, dado que habitualmente están vacías. Estoy en el gran paseo central al que llamamos el Vial Norte.
Ahí comienzo a hacer ejercicios de flexiones, apoyándome en las barras. Al rato se me acerca un hombre joven, de tez morena, con algo de barba y camiseta anaranjada. Le veo un tanto tambaleante. Porta en su mano un cigarrillo, por lo que pienso que me va a preguntar si tengo fuego.
– ¿Qué es peor, decir ‘me cago en Dios’ o ‘pillarte los dedos’? -me suelta de sopetón.
Reacciono pronto, puesto que me imagino que me interroga a mí al verme mayor con pelo y barba blancos.
– Yo nunca he dicho ‘me cago en Dios’ -le respondo con suficiente convicción, ya que soy de los que no sueltan tacos.
– ¿Entonces se puede decir ‘me cago en diez’?
– Como tú lo veas mejor.
– Pues, entonces voy a decir ‘me cago en diez’ -me indica alejándose hacia el centro del paseo.
¿Dilema moral de un joven o diálogo surrealista digno de aquella inolvidable pareja de humoristas llamada Tip y Coll?
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Al regresar a casa encuentro a Flora que se está preparando el desayuno. Le doy un beso y le pregunto que tal ha dormido, dado que ella tarda bastante en coger el sueño, por lo que se queda por la noche viendo alguna película.
Me dice que bien, que ha dejado de darle vueltas a los trabajos fin de grado que tanto le preocupaban.
Hablamos de Abel y Esther, ya que anoche estuvimos charlando con ellos sobre el niño y también, cómo no, de que Ada Colau vuelva a la alcaldía de Barcelona. Esther que es catalana y Abel, que ya ha aprendido bien el catalán, están cansados de la matraca independentista, por lo que ven con cierto alivio que sea esta mujer quien lleve las riendas del Ayuntamiento de la ciudad condal. Nosotros, también.
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Cojo “Viajes con Heródoto” de Ryszard Kapuściński, para salir con él a la calle. ¡Qué gran placer es la lectura de un gran libro con el que se sientes compenetrado!
Me dirijo a la terraza de la cafetería Globo, que está cerca de casa. Puesto que es amplia, me siento en un lugar un tanto separado para continuar la lectura.
Sin saber por qué, en esos momentos me viene a la mente la tesis doctoral de Estefanía, profesora de inglés a la que Miguel Ángel le dirigió su trabajo doctoral. Quizás porque me había aposentado en el mismo sitio en el que llevé a cabo la lectura de su tesis o porque, sentada cerca, había una chica joven que se le parecía bastante y que estaba leyendo un libro.
Evoco aquella tarde en la que Estefanía defendió en Málaga su tesis, ante un tribunal formado por cinco miembros, en el que yo me encontraba. Y lo recuerdo bien porque la defensa que hizo, especialmente en el momento de las preguntas, fue excelente, con una seguridad y una confianza poco habituales, ya que en estos casos los nervios de los doctorandos suelen estar a flor de piel.
Puesto que me llama la atención de alguien joven tenga un libro en sus manos en vez de estar mirando de forma compulsiva al móvil, en un momento dado dirijo de soslayo la mirada hacia el volumen pues tengo curiosidad en el título. Allí en la portada pone: “Física y berenjenas”.
¿Acaso no hay algo tan inusitado como la mezcla de la ciencia de Albert Einstein con esos productos que obtenemos de la madre naturaleza? ¿Hay un malentendido o es la estrategia habitual de las editoriales de poner títulos impactantes o paradójicos con el fin de atraer a los potenciales lectores?
En un momento determinado, me siento tentado por preguntarle de qué va el libro, pero me contengo, pues no sé cómo se tomaría esta pregunta por alguien al que no conoce de nada.
A estas horas de la mañana no quiero que haya, pues, ningún malentendido. Ya le resolví el “dilema moral” a un joven que se preguntaba si había algo de malo ‘despotricar contra Dios’ cuando te has pillado los dedos.
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La semana pasada José Antonio, cargado de incertidumbres hamletianas, no se atreve a expresar (y esto es una interpretación mía) que los temas últimos de El Adarve se encuentran alejados de aquellos que le inquietan. Y es que la realidad en la que nos movemos es tan intensa, incierta y, a veces, agobiante, que hablar de cuestiones, ocasionalmente, tan distantes no le estimulan suficientemente cuando hay otras que siente de modo perentorio.
Pero como en cierta ocasión comenté, Castilla del Pino nos advertía que todos tenemos un espacio de intimidad que solo nosotros podemos conocer cada uno de sí mismo, ya que el resto son conjeturas por parte de los demás. Y es lo que hago con nuestro amigo de Galicia, tras compartir muchos ‘adarves’ con él.
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Por cierto, hablando de malentendidos, conjeturas y dilemas morales: ¿Alguien se ha dado cuenta que es imposible saber qué piensa el presidente de China Xi Jinping con su hermético rostro que solo esboza una leve sonrisa con los labios?
Imposible que haya un malentendido con él; no así como ese singular personaje llamado Donald Trump que posee una incontinencia verbal y tuitera que da pánico.
Esta reflexión, que tiempo atrás me he hecho, me la confirma el escritor y periodista polaco a partir de su estancia en la China de Mao, allá por los cincuenta del siglo pasado, cuando le enviaron a este país del que no sabía nada.
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Bueno, voy cerrando. No he entrado en los malentendidos de las elecciones y de los políticos porque en ellos reina la máxima: “Donde dije, ahora digo diego”. Encontrar coherencia en ellos es como hacerse discípulo de Diógenes de Sinope, que con su lámpara en mano y en pleno día buscaba, en la antigua Grecia, un hombre de verdad… y no lo encontraba.
Querido Aureliano:
Ayer leí tu comentario y, cuando iba a realizar el metacomentario, desapareció de la pantalla.
Esta mañana te iba a escribir para pedirte que, si lo tenías copiado, lo volvieras a enviar. Como no lo había borrado esperaba dar con él. Y así ha sido.
Haciendo indagaciones esta mañana, he comprobado que se había ido, sin que nadie lo hubiera ordenado, a la bandeja de papelera desde donde lo he podido rescatar.
Me he alegrado de encontrarlo porque, como era largo, suponía un fastidio volver a escribir.
Bueno,m ya está aquí, afortunadamente. Misterios de la técnica.
Interesante tema el que planteas de los malentendidos en política.
No sé si el que sospechas es el motivo real que tiene alejado a José Antonio de la palestra. Me gustaría saber si es así. Y también sabe, si así fuera, cuáles son son esos temas perentorios.
Me gustan comentarios de este tipo y no esos que nunca desvelan la identidad, la forma de ser, de actuar y de pensar de quien escribe.
Un gran abrazo y gracias.
MÁS
Hola, Miguel Ángel.
Solo quería preguntarte por qué se ha retirado el largo escrito que había enviado esta mañana y ha estado puesto en el blog hasta que ahora que ya no aparece.
Gracias.
Hola querido Profesor Miguel:
Que alegría leer y reírme tanto…..la palabras… tantas construyen y tantas destruyen…. y no por maldad sino por esos malos entendidos o malos momentos, a veces una palabra de ánimo ni siquiera es comprendida como tal….Pero si dejamos de dialogar y revisar esos entredichos nos quedamos con lo que cada uno piensa.
En este mundo moderno dónde las comunicaciones vuelan en segundos muchas veces estamos incomunicados, que paradoja.
Nuevamente gracias desde Tucumán lo saluda afectuosamente Cecilia
Querida Daniela:
Qué alegría poder recibir tu comentario desde tan lejos.
La comunicación se rompe por muchos motivos. Los malentendidos son uno de ellos. Y, como dices, la solución está en el diálogo.
Y antes,claro, en el esferzo por manifestarse de forma clara y en el esfuerzo por entender al otro.
Me alegra que el texto te haya hecho sonreir.
Besos y gracias.
MÁS
Me ha encantado el artículo de esta semana “el regalo de las gafas”. Sin duda que por culpa de las confusiones en las conversaciones escritas o que se hablan, a veces nos sentimos heridos, enojados o preocupados. Los malos entendidos también generan un distanciamiento entre personas que se dicen querer de manera sincera y genuina. Como bien comparte Dr. -“hay malentendidos que nunca se detectan o, quizás, se descubren pasados muchos años”-. Conversaciones que se dejan sin aclarar con la contraparte, que resulta contraproducente y luego si se les suma una carga de emociones a las interpretación de franquezas o posibles distorsiones de la realidad que se dicen entender, entonces se lastiman y fracturan las relaciones. Desafortunadamente sucede en el ámbito escolar entre docentes y estudiantes o entre colegas de trabajo o entre padres e hijos o en la relación de pareja que se pueden crear enormes muros y como dice, es posible que si emisor y receptor hacen las aclaraciones, pueda evitarse el distanciamiento y el conflicto. Excelente artículo, gracias.
Saludos a todos.
Dr. Guerra, saludos estupendo artículo de esta semana “el regalo de las gafas”. Sin duda que por culpa de las confusiones en las conversaciones escritas o que se hablan, a veces nos sentimos heridos, enojados o preocupados. Los malos entendidos también generan un distanciamiento entre personas que se dicen querer de manera sincera y genuina. Como bien comparte Dr. -“hay malentendidos que nunca se detectan o, quizás, se descubren pasados muchos años”-. Conversaciones que se dejan sin aclarar con la contraparte, que resulta contraproducente y luego si se les suma una carga de emociones a las interpretación de franquezas o posibles distorsiones de la realidad que se dicen entender, entonces se lastiman y fracturan las relaciones. Desafortunadamente sucede en el ámbito escolar entre docentes y estudiantes o entre colegas de trabajo o entre padres e hijos o en la relación de pareja que se pueden crear enormes muros y como dice, es posible que si emisor y receptor hacen las aclaraciones, pueda evitarse el distanciamiento y el conflicto. Excelente artículo, gracias.
Buenos días a todo el mundo.
Jeje, buenas risas que me he echado con la anécdota de las bragas. Gracias Sr. Guerra.
Para evitar los malentendidos, Quintiliano (no yo, el de Calahorra) decía: “claridad no es decir las cosas de manera que nos puedan entender, sino decirlas de tal modo que no exista la más remota posibilidad de que no nos entiendan”.
Por decir algo, un ejemplo de malentendidos en español escrito, y por ende hablado, es el uso del sujeto omitido. A veces nombramos el sujeto al principio del párrafo y lo omitimos durante siete o más páginas. Luego pasa lo que pasa cuando interactúen otros sujetos en el fondo del asunto.
Otra es la retahíla de subordinada de la subordinada, y la subordinada de esta última. No solo en español. Prueben a leer a Faulkner en “Absalom absalom”. Yo debo ser muy torpe, pues he leído la novela como cuatro o cinco veces y aún descubro cosas que lecturas anteriores pasaron desapercibidas.
De otras lides de similar saco están los que se hacen o usan el malentendido cuando la situación se entiende perfectamente. Eso requiere habilidad e inteligencia. Cuando yo estaba en la guerra, en una clase teórica en un aula más bien pequeña, todos muy apretados, en el sopor de la digestión de las cuatro de la tarde, ante un severo capitán y un silencio sepulcral, a un compañero se le escapó un sonoro pedo. Ante el casi inmediato barullo que se lió en reprimenda del guarrete que lo dejó escapar, el capitán, muy serio, ordenó silencio, pidió explicaciones al emisor, y este dijo, “es que al desplazar la bota de detrás hacia adelante ha hecho un ruido extraño”. Y el capitán respondió “ ven ustedes, malditos malpensados, como no todo es lo que parece”. Y siguió dando la teórica como si nada hubiese ocurrido.
Que tengan un buen día.
Estimado Quintiliano:
Me alegra que la historia de las gafas te haya hecho reír. Imagino que también te habrá resultado ingeniosa la historia (fidedigna) del campesino y su lesión en El Minganillo.
Magnífica la cita de tu tocayo. Muy certera y oportuna.
Descubrir cosas nuevas en cada lectura no es signo de torpeza sino de inteligencia. Pienso yo.
También a mí me ha resultado graciosa la anécdota del cuesco camuflado.
Gracias.
Cordiales saludos.
MÁS
Claro que es bueno lo del Minganillo. Pero comparado con lo de las “bragas viejas” de la novia, aquello es nada. Lo de las bragas viejas, en pensamiento de feminista radical rayando al hembrismo puede ser hasta cuasi dilictual. Eso puede ser un intento de asesinato psicológico. Es que no te imaginas la cara de la novia al leer la misiva. Te arriesgas a que te abran unas diligencias previas como investigado, estimado Sr. Guerra, jeje.
Siguiendo con el tema del malentendido, hace muchos años, antes de dedicarme en exclusiva al campesinado y por lo tanto antes de ser meritorio de la categoría de Don, unos campesinos, matrimonio ellos, personas ya mayores y que aún viven, contrataron mis servicios para que los atendiera en un testamento. Era un testamento con numerosos legados, un poco enrevesado. Los campesinos se movían y mueven en su hablar a golpe de neologismos, o en el mejor de los casos con palabras castellanas habladas un andaluz muy restrictivo, quiero decir, con las terminaciones siempre anticipadas de todas las palabras. Dicho sea con el debido respeto, y especialmente aficionado a su uso y terminología.
Estábamos en Notaría, el Sr. Notario, un gallego joven, con un contundente deje gallego en su hablar, leyendo el testamento. Los campesinos, depositarios de toda su confianza en el aquí presente, me miraban con cara de haba.
Le digo al Sr. Notario: “Un momento D. Tal”. El notario para de leer y traduzco a la lengua de los campesinos las palabras jurídicas que D. Tal leía. Ante mi leve oratoria, los campesinos exteriorizan una sonrisa que les llega de oreja a oreja.
Ahora es el Sr. Notario el que pone cara de haba y me pregunta: ¿Qué le has dicho Quintiliano -entonces yo aún no era Don-? . Respondo, lo mismo que Ud. está leyendo en la escritura.
Estimado Don Quintilian:
El ejemplo de la notaría es excelente.
Le explica lo mismo, pero de manera que lo entiende.
¡Cuántas veces lo he visto en las clase!
Lo dice muy bien Parker J. Palmer en el libro «El coraje e enseñar»: algunos profesores están más preocupados de demostrar cuánto saben que de que los alumnos aprendan.
Y el notario era un notario, no un profesor. En nuestro caso es más preocupante porque tenemos la obligación de que nos entiendan.
La lección que has dado a los lectores se entiende perfectamente. De ahí el Don.
Saludos y gracias.
MÁS
Imagino que habrá habido malentendidos fatídicos.
Por ejemplo, haber confundido la fecha de una examen, el lugar de una cita de trabajo, el horario de salida de un avión…
Esos malentendido que podríamos llamar fácticos han sido, quizás, frutos del error o de la falta de atención.
Pero, claro han causado daños importantes. Digo esto porque tanto el artículo como los comentarios están más enfocados a las consecuencias en las relaciones.
Saludos.
Querida Alicia:
En efecto. Existen esos malentendidos.
Se producen por muchos motivos. Algunos radican en el emisor y otros en la recepción del mensaje.
Aunque tengan repercusiones pragmáticaa también pueden estar mezclados componentes emocionales.
Besos y gracias.
MÁS
Hay malentendidos que son fruto de la mala acentuación. Leyendo algunas cosas sobre tema me he encontrado con ejemplos increíbles. De una coma dependía la vida de una individuo.
Perdón, imposible ejecutar la sentencia.
Perdón imposible, ejecutar la sentencia.
Si lo que se quiere decir es una cosa pero lo que se expresa es otra, se produce un malentendido.
Creo que este es un tema apasionante.
Gracias al autor y a todos los comentaristas.
Querida Irene:
El ejemplo que presentas es el título de un libro que tengo desde hace años. PERDÓN IMPOSIBLE. Se trata de un libro sobre el arte de escribir bien.En el libro se atribuye esa historia al emperador Carlos V
Besos y gracias
MAS
Mensaje para Juan Carlos Muñoz:
Espero que no me malentiendas. No quiero ejercer presión alguna. Solo quiero saber si el silencio se debe al apremio de las tareas e final de curso, a que los temas no te han motivado o a algún problema de salud. Es lo que tiene la asiduidad: cuando faltas se te echa de menos.
Un gran abrazo.
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