Cuando un cirujano actúa de forma incompetente en un quirófano, es probable que el paciente pague las consecuencias con el agravamiento de su enfermedad o con la muerte. Él se puede ir a cenar con la familia o los amigos, después de dar la noticia y el pésame a los familiares.
Cuando un piloto de avión comete un error fatal, es probable que figure con el número uno en la lista de fallecidos del aparato siniestrado.
Hay una diferencia notable en las repercusiones de la incompetencia profesional. En el primer caso, el mal profesional se lava las manos (literal y metafóricamente hablando) y recibe su sueldo a final de mes como si nada hubiera pasado. En el segundo caso, el mal quehacer tiene unos efectos irreparables en el profesional. Ni siquiera lo podrá contar.
Estoy convencido de que la conciencia profesional y el buen hacer de los cirujanos les obligará a realizar su trabajo de forma eficiente y responsable. Estoy convencido también de que, en caso de equivocación o de fracaso involuntario, no se irán a cenar tranquilamente con la familia o los amigos. Pero creo que es fácil llegar a la conclusión de que se trata de dos situaciones diferentes.
Siempre he tenido más miedo al quirófano que al avión. Siempre he pensado que, por la cuenta que le trae, el piloto procurará hacer bien su trabajo. Salvo que sea un suicida procurará llevar el avión a destino sin el menor incidente. Y, aunque el piloto sea un suicida, creo que por responsabilidad, elegirá otro medio de quitarse la vida que no arrastre consigo a cientos de inocentes.
He elegido estas dos profesiones para explicar que el ejercicio de la docencia se asemeja más a la tarea del quirófano que al pilotaje del avión.
Si un grupo entero de alumnos fracasa, el profesor puede irse de vacaciones tranquilamente. Siempre cabe la explicación de que el desastre se ha debido a la falta de capacidad o de aplicación de los estudiantes.
No digo que al profesor le sea indiferente el éxito o el fracaso de los alumnos y alumnas, pero no sería igual que el desastre le afectase directamente a él como sucede con el piloto de aviación.
Se me dirá que el avión obedece automáticamente las órdenes del piloto y que la libertad de los estudiantes hace que puedan rechazar o ignorar las instrucciones o enseñanzas del docente. Es cierto. No se puede negar que algunos (o muchos, si se prefiere) de quienes fracasan en el sistema educativo, lo hacen por méritos propios. Pero no hay que descartar el fracaso que se produce por una deficiente actuación profesional.
A mí me preocupa el fracaso de mis alumnos y alumnas. Cuando se produce, pienso en la parte que me corresponde. Pienso que, acaso, con otro docente más preparado, más entusiasta, más capacitado, más hábil, más experimentado, ese fracaso no se hubiera producido.
Vemos cada día que, idénticos alumnos y alumnas de una clase, van bien en unas asignaturas y mal en otras. Vemos que en dos cursos gemelos de una misma escuela, uno funciona de maravilla con determinado tutor o tutora y otro es un verdadero desastre. No es muy lógico suponer que todos los irresponsables se han dado cita en los alumnos que van desde López hasta Zunzunegui.
Hay datos que obligan a reflexionar. Cuando un profesor cosecha un elevado porcentaje de fracaso año tras año, será preciso considerar qué es lo que sucede con el proceso de enseñanza, aprendizaje y evaluación. Es insostenible defender que siempre le tocan a él los peores alumnos y alumnas.
De la misma forma sería indefendible que el cirujano con un porcentaje de fracaso significativamente superior al que cosechan otros colegas en el mismo Hospital dijera que esto sucede porque tiene que operar a los desahuciados.
Al hablar de éxito y fracaso en el aprendizaje hablo también de repercusiones del proceso educativo que tiene que ver con otros aspectos relacionados con las actitudes y los valores. No debería ser igual ser un profesional excelente que un profesional desastroso.
Estoy defendiendo con estas líneas la evaluación del profesorado. Una evaluación que no debe sustentarse solo en los resultados y que no deben efectuar solo los alumnos y alumnas del profesor, aunque creo que necesariamente tienen que participar en ella. Debería se contrastado su criterio con el de otros evaluadores. Un alumno puede valorar negativamente a un profesor exigente o puede mostrarse muy satisfecho con quien le aprueba sin haber aprendido nada. Otros evaluadores podrían ser los propios colegas, los directivos, expertos externos e incluso los padres y madres de los alumnos y alumnas.
Por supuesto que sería importante en ese proceso la autoevaluación de los propios interesados. Ellos y ellas tienen una perspectiva insustituible en la valoración de su trabajo.
Hablo de una evaluación con efectos en el desarrollo profesional. He visto muchas evaluaciones que no han tenido efecto alguno en la mejora de las prácticas. ¿Para qué sirve entonces? Los alumnos y alumnas se desaniman cuando ven que sus evaluaciones negativas no consiguen modificar ni un ápice comportamientos inadmisibles de los profesores o profesoras a quienes han evaluado.
Todo el proceso queda invalidado si los docentes no tenemos ánimo de mejora, si no somos humildes, si no pensamos que podemos hacer las cosas mejor. Por ejemplo, si los alumnos y alumnas dicen que no entienden lo que el profesor dice, no puede éste pensar que eso se debe a su bajo nivel o a su evidente falta de interés. Tendrá que pensar dónde radica el problema y cómo puede hacerse entender.
Si esa voluntad de mejora no existe, será fácil artificializar el comportamiento para ofrecer una buena imagen al evaluador. Es decir, hacer las cosas bien mientras dura la evaluación. Me contaron que en un Colegio de Barcelona había un profesor muy vanguardista. Nada más entrar en clase se ponía a leer el periódico La Vanguardia. Hubo una evaluación y, todo el tiempo que duró la evaluación, dejó de leer el periódico.
Aunque claro, siempre existen formas de descubrir esa trampa. Bajando las escaleras hacia el patio después de haber estado observando el aula, un alumno me decía al ser preguntado sobre cómo había ido la clase: Hoy muy bien. ¿Por qué no viene usted todos los días? El profesor parecía otro.
Le evaluación del profesorado es una necesidad, como lo es la evaluación periódica de cualquier profesional en cualquier organización. ¿Se recicla periódicamente, realiza una formación continua, adquiere competencias en lenguas extranjeras y de las tecnologías de la información y comunicación? En el contexto universitario: ¿publica artículos, libros, investiga…? Se trata de optimizar y proporcionar datos objetivos a los docentes a efectos de su mejora constante. E insisto que estando la universidad española situada entre los peores puestos del mundo, nada menos, según la clasificación más prestigiosa que realiza la universidad de Shanghai cada año, esta evaluación del docente universitario se antoja una necesidad urgente. No podemos permitirnos que nuestros universitarios tengan menos competencias que cualquier otro, de cualquier otro país. Saludos.
Lo que menos necesitamos los docentes son puntualizaciones y metáforas manidas de descualificación profesional. El docente que trabaja a pie de aula, hoy, sabe bien como desde la Admon educativa se le fiscaliza y exige hasta las veces que respira al día. Los tópicos sobre la incompetencia alimentan la visión irreal de una profesión cada vez más agredida incluso por los popes académicos que la desmnuzan en categorías y dimensiones a observar en sus sesudas investigaciones.
Estimado Santos Guerra,
lo primero de todo quisiera felicitarle por su blog, le sigo desde hace tiempo y estoy siempre de acuerdo con usted artículo tras artículo lo cual me maravilla…. haber encontrado un autor que tenga mi misma concepción de la enseñanza y de la pedagogía, con otros comparto tan solo unos retazos de ideas.
Sin embargo, con este artículo no estoy de acuerdo al menos en parte. Es cierto la comparación que hace de nuestra profesión en contraste con la de los cirujanos, y es cierto que nuestra irresponsabilidad no nos lleva a suicidarnos pero desgraciadamente y ahí es donde quisiera matizar sí que queda en nuestra conciencia…con lo cual la mayoría de profesionales NO nos lavamos las manos…
Por otro lado, la evaluación que usted defiende NO sirve de nada, como en todas profesiones también en la enseñanza hay docentes motivados y entusiasmados por su trabajo y otros que no lo están tanto (por motivos sobrados y ahora sobre manera cada vez menos con los golpes que el gobierno nos viene pegando), ¿cómo puede hablar a estas alturas de que nos evalúen con la que está lloviendo? ya sólo nos falta poner el trasero y dar la razón al gobierno de turno que lo único que les preocupa de nuestro ejercicio son las famosas auditorías que dejan nuestra profesión por los suelos totalmente vapuleada…
LLegado a este punto quisiera comentarle que a mi como al resto de compañeros nos evaluan todos los años (desde la dirección del centro, mis propios compañeros, los alumnos, las familias, etc…) y esta evaluación no sirve para nada, o mejor dicho no sirve para hacernos más humildes sino, en ocasiones, para humillarnos aprovechando tales circunstancias sobre todo algunos alumnos y padres para vengarse por razones ajenas a mis actitudes y aptitudes como profesional de la enseñanza.
Por tanto, estas continuas evaluaciones que lo único que provocan son ansiedad y olvidarte durante un tiempo de tus alumnos y de la enseñanza y preocuparte únicamente de los resultados de la misma, no sirven lo más mínimo para cambiar nuestro estilo docente y mejorar cada día, lo que verdaderamente hace que mejoremos es nuestra CONCIENCIA. Esta conciencia hace que cuando llegue a casa, después de lvarme las manos, piense el día que he tenido, haga un balance (positivo/negativo) y me plantee cómo puedo mejorarlo para evolucionar tanto profesional como emocional y personalmente. Esta es la verdadera evaluación, la que sale de nuestro corazón….
Para terminar quisiera acabar con esta historia que va a esclarecer mejor mi pensamiento sobre la evaluación:
En una ciudad X se disponen a decorar un edificio público a cargo de un voluntarioso artista que se ofrece a ello sin ánimo de lucro. Los resultados son una maravillosa obra de arte que da otro punto de vista más artístico y estético al edificio y a su entorno. La obra es contemplada por unos ancianos que día tras día se han acercado a contemplar su evolución. Estos ancianos la rechazan ya que resulta demasiado innovadora en contraposición con la visión clásica y simplista que tienen sobre el arte. Debido a ello,y sin ningún tapujo y consideración hacia el artista, la obra es retirada…..
Siempre me he preguntado cómo pueden existir personas sin curiosidad, sin deseos de mejorar en todo. Es evidente que deberían existir las evaluaciones, las buenas evaluaciones y, sus aparejadas y consecuentes mejoras.
Un saludo, y muchas gracias, señor Santos.
Es una obviedad que la mayoría de maestra/os y prefesora/es no tienen la actitud ni aptitud mínima exigible. Los procesos de selección y evaluación periódica y continua deben mejorar e implantarse sin demora.
He leido atentamente sus reflexiones y me da la impresión que sufre un exceso de presión mediàtica. Ud. ya sabe, como muchos maestros y profesores, que se preocupa por sus alumnos y que mira de hacer lo mejor posible dadas sus circunstàncias. Observo cierta caràcter depresivo y se culpabiliza de…Mirelo de otra manera, cierto que tiene muchos alumnos que le aprecian y eso significa que Ud. trabaja bien.
P.D.: ¿Quanto gana un cirujano y un professor? Lo comento
por si hay que pedir responsabilidades.
Un colega.
Fue un gran placer de haberlo conocido el dia de hoy miguel angel santos, soy berenice nava la chica que conocio el dia de hoy en el aeropuerto e intercambiamos palabras, seguire en contacto con usted y poder apoyarme en usted con mi carrera un saludo
Es cierto que no es lo mismo que los errores cometidos afecten a un tercero o nos afecten a nosotros también. Debiera ser lo mismo, pero en general, creo que no lo es.
Arduo y difícil tema nos ha planteado Miguel Ángel esta semana: nada menos que la evaluación del profesorado. Claro, que no se refiere a la evaluación para acceder a él, esa se entiende por superada, sino a la evaluación de su actividad diaria. Yo pienso que para esa evaluación no se necesita nada especial, bastaría hablar con sus alumnos, con las familias y con sus colegas profesores y, de todo ello, se podría sacar un retrato bastante ajustado a su labor profesional. El profesor entregado y entusiasta, se ve y el manta, también.
Toda evaluación, en si misma, está bien, pero no sirve para nada, o en todo caso para desmotivar más, si no va acompañada de un trabajo o proyecto de mejora del evaluado.
Creo que la mayor parte del profesorado es muy consciente de lo que trae entre manos y harían más huelgas y protestas si no fuera por temor a perjudicar a sus alumnos.
saludos.
No amiga ©armen. Quienes agreden a los docentes no son los popes académicos, son los malos maestros, aquellos que no son críticos con su tarea y que solo ven responsabilidades en los demás.
Por otra parte, ¿dónde has visto la metáfora que el autor plantea en el artículo, para decir que está manida? Yo es la primera vez que la leo, la primera vez que veo utilizar esta certera comparación. Si en lugar de hacernos pensar, nos lleva a decir que los culpables son los popes, pues allá tú. Pero no creo que sea ese el camino.
Estimado Jymmy:
¿Por qué piensas que stoy influido por la presión mediática? Mis reflexiones naes de mi práctica, de la observación y de la valoración altamente positiva que le doy a mi profesión.
En absoluto hay tono depresivo o culpabilizador. Lo que hay en el fondo del escrito es el deseo de que reflexionemos con rigor sobre lo que haemos, con responsabilidad.
y pasión.
La comparación entre cirujanos y profesores no tiene que ver con el salario sino con la responsabilidad. No se debe pensar que, porque se pague menos se pueden hacer las codsas de cualquier manera.
Un cordial saludo. Gracias por leerme y por aportar tus comentarios.
Un corial saludo.
MA Santos
Cuanta verdad, profesor es difícil autoevaluarnos.
como siempre, es un placer recorrer estas lineas basadas en experiencia pura, que buena analogia es la que usted emplea, es cierto los profesores somos quienes guiamos a los estudiantes, y por tanto sus exitos o fracasos, son en parte responsabilidad nuestra. Coincido con su sentir, al igual que usted, a menudo me cuestiono sobre mi práctica, suelo ser para mis pupilos la maestra que siempre desee tener, aplico esa frase que dice “dar a los demas, lo que deseas para ti”, o “trata a los demas como deseas que te traten a ti”, sin embrago nunca he llegado a un nivel de satisfaccón total. siempre siento que algo más me falta, que requiero de más experiencia pues con escasos cuatro años laborando como docente aun soy inexperta, llegando siempre a la conclusión de que en esta profesión las responsabilidades son constantes….
Buenas a todos y todas, en particular a nuestro estimado Maestro Miguel Ángel.
Siempre atento y preocupado de poner en debate y mantener viva la función docente. tiempo atrás recuerdo haber tomado como referente el tema de la Evaluación docente en Chile como sistema de mejora, basado en lo que nos guía que es el Marco para la Buena Enseñanza.
desde el punto de vista técnico, sus análisis e investigaciones, con buenos antecedentes y claro, mucho que mejorar, al menos es un referente, legal por lo demás.
sin embargo, eso es una visión parcial, una de sus debilidades, puesto que imposibilita tener una amplia o más confiable mirada de la diaria acción docente, para bien o para mal, en ambos casos, aspectos que no se reflejan en un resultado técnico. Ahí creo que la pregunta o más bien aseveración –cito al texto– “Aunque claro, siempre existen formas de descubrir esa trampa. Bajando las escaleras hacia el patio después de haber estado observando el aula, un alumno me decía al ser preguntado sobre cómo había ido la clase: Hoy muy bien. ¿Por qué no viene usted todos los días? El profesor parecía otro.:” refleja a muchos.-
En mi doble función como docente y como gestor técnico pedagógico, utilizo para la reflexión mis propias clases, mis diseños (los cuales comparto y discuto, con colegas, especialistas en diferenciales, con colegas de otros colegios) esas incluyen algunas tomas video para mejorar la discusión e investigación, en otras palabras, mejorando en conjunto, no siendo punitivo, realizando encuadres y focalizando objetivamente los puntos o temas, bueno es largo de redactar, en síntesis, apertura, aulas abiertas, eso incluye la participación de apoderados a visitar el aula, y por supuesto, apoyar y participar del trabajo, claro, no siempre, y en conjunto mejoramos.
Es lo hermoso de la actividad, lo negativo, el descuido y desvalorización social de la profesión, y creo que si nos observan , lo justo para “defender” es demostrando en la práctica diaria lo que somos y valemos, – la escuela es la mejor porque yo trabajo en ella- ; me despido con una frase, recogida de un seminario del cual fui invitado a participar, “formación inicial docente en Chile”. La pedagogía es la madre de todas las profesiones.
Y el profesor que diga que se las sabe todas y, no necesita mejorar y seguir aprendiendo, que lance la primera piedra, o ¿tiza?.-
Saludos desde Chile.
Querido Carlos:
Gracias por tu comentario. Es un tipo de aportación que enriquece el artículo.
Comparto tu idea de que nadie puede decir que se las sabe todas y que todo lo hace bien.
Coincido contigo en que hay que poner en tela de juicio las prácticas para poder mejorarlas.
Es importante la autoevalución, pero viene muy bien la observación de personas que, con sensibilidad y rigor, nos ayuden a reflexionar desde fuera.
Las modernas estrategias de las “teacher´s lesson” son muy interesantes al respecto.
Gracias de nuevo.
Miguel A. Santos
Le odí decir al profesor Santos Guerra que, a medida que se sube en la escala jerárquica, va disminuyendo la evaluación y aumentando el sueldo. En la medida que se baja, aumenta la evaluación y hay que pagar. Ironías de la evaluación.
No toda la responsabilidad del fracaso es de los alumnos. Por eso me parece bien la evalñuación del profesorado. No solo como contro también como mejora.
Yo también creo igual que usted, Sr Santos, que la evaluación del profesorado es necesaria. Cuando en un aula hasta los buenos alumnos están de acuerdo en que un determinado profesor no hace bien su trabajo o no lo entienden cuando explica, no creo que sea problema de los alumnos. En nuestra profesión, como en todas, hay gente con vocación(o sin ella), muy buenos profesionales y otros que no lo son tanto. Afortunadamente, la mayoría nos volcamos en nuestro trabajo, procuramos mejorar y aprender de nuestros errores y es posible que aún así lo hagamos mal pero por lo menos ponemos empeño e ilusión y tratamos de que nuestro alumnado aprenda y esté motivado pero he de reconocer que hay algún compañero o compañera que utiliza la ley del mínimo esfuerzo y que jamás se le ha pasado por la cabeza autoevaluarse.
Animaria al autor a dejar tanta ristra de tópicos a un lado, que solo pueden encontrar un mínimo eco en personas ajenas a la profesión de docente y centrarse en la realidad diaria de las aulas. Hay multitud de docentes que podríamos asesorarle, haciéndole descubrir una realidad diaria extremadamente compleja y con una entrega profesional constante, más allá de las funciones habituales del profesorado. El docente al pie de aula es un héroe contemporáneo: más allá de sociedades neoliberalistas, más allá de políticos que no saben de lo que hablan, más allá sobre todo de “expertos” en educación que llevan décadas sin pisar un aula de infantil, primaria, secundaria, bachillerato… el docente moderno se eleva sobre este alud de miseria intelectual e impulsa, a través de las cualificaciones y un empoderamiento del alumno, a nuevas generaciones para que encuentren un futuro. Héroes modernos sin medios materiales, con sueldos cada vez más menguados, rodeados de personas que, repito, no saben de lo que hablan, pero gustan de sentar cátedra en educación. Saludos.
Juanjoshote, en mi opinión, el señor Santos se -casi- limita a decir (muy bien, y oportunamente, dicho) obviedades que algunas personas parece que no alcanzan.
Estoy de acuerdo con Juanjoshote, en lo que respecta a tanto y tanto intruso en la enseñanza hablando y categorizando sobre la misma. La opinión es libre, pero las únicas voces autorizadas deben ser las de los profesionales. Para el resto, lo mejor es aprender de los profesionales de la educación, antes de opinar. De la misma manera que un cardiólogo le hablará con propiedad y conocimiento al paciente sobre su patología. De la misma manera que un ingeniero químico establecerá las bases establecerá con propiedad las bases de un experimento. De la misma manera que un juez dictaminará la responsabilidad penal acorde a las leyes vigentes. No creo que sea tan difícil de entender. Las únicas “obviedades”, en educación, son por lo tanto las que así consideren los profesionales de la misma: los docentes.
Mira, juanjoshote (y la inevitable Laura=iatencia):
La ristra de tópicos es la que tú usas (una y otra vez. Ya es cansino.
1. De educación solo pueden hablar los docentes (increible afirmación)
2. Todos lois profesores lo hacen maravillosamente (una falsedad)
3. Nosotros (los del grupito que no dan el nombre de sus maravillosos centros donde donde hay profesores perfectos) tenemos que asesar al autor.
Pues verás. Aprende un poquito, amigo. Que te hace falta. No te empeñes en enseñar al que probablemente sabe más que tú. Que yo sepa, el señor Santos Guerra lleva a más años que tú en las aulas.
De educación puede hablar cualquiera que haya tenido relación con un aula de un lado o del otro. De hecho yo prefiero escuchar la opinión de la gente que ha pasado por mis aulas (o por las de otros) que hoy desempeñan otra profesión, me parece más enriquecedor. Con mis colegas ya hablo en la sala de profesores, y en los claustros hasta intentamos arreglar lo que no tiene arreglo.
Por otra parte, como decía antes, no todos los profesores lo hacen maravillosamente y sí es verdad que los hay que se consideran héroes, se besan cuando se miran por la mañana en el espejo y piensan que son “lo más” y que la mayoría de sus alumnos y alumnas “no sirve para nada” (por eso suspende). Son los mismos que batallan por los mejores horarios al principio de curso para poder pasar menos horas en el centro cuando los horarios deberían de ser en beneficio de los alumnos y no del profesorado, que se escaquean cuanto pueden en actividades extraescolares y guardias, que jamás se le ocurre montar una actividad y encima le ponen la zancadilla a las actividades de los demás porque sus alumnos perderían una de sus clases magistrales, que no se han reciclado en años ni piensan hacerlo porque creen que no lo necesitan y no sigo porque mi higado se resiente. Afortunadamente son pocos comparados con los claustrales que son buenos y preocupados profesionales pero haberlos hailos y lo peor es que gracias a ellos nos cortan a todos por el mismo patrón.
En septiembre cumpliré 31 años como docente (en España), muchos rodando por centros como interina y después ya como funcionaria en expectativa, supongo que ello sí me otorga la suficiente autoridad para opinar.
Estimada María Consuelo:
¡Chapeau!
Sinceramente: ¡chapeau!
Un cordial saludo. Ojalá hubiera muchos docentes como tú.
Gracias, Jesús. Soy una docente de lo más normal.
Un saludo!
Como siempre, una buena oportunidad para reflexionar acerca del gran compromiso que tenemos como docentes, agrego que los errores que pudieran tener los cirujanos y los pilotos la mayoría de las veces quedarán como usted lo ha dicho bajo tierra, no así los de los maestros que trascienden más alla de su persona afectando la vida de sus alumnos. Coincido con usted en que no podemos escudarnos de ninguna manera en situaciones externas para justificar nuestros errores y nuestra falta de profesionalismo.
Enero de 2020, sigo preocupada por el fracaso escolar. Se sigue culpando plenamente a los estudiantes, a la familia y, hay poco de análisis institucional.