¿Qué pensar de quien considerase deforme a un camello por tener dos jorabas en lugar de una sola como le sucede al dromedario? ¿Sería justo que maltratase al animal con golpes, insultos y exigencias a las que no puede responder? ¿Sería lógico que pretendiese eliminar una de ellas para que se asemejase al deseado modelo? ¿Sería razonable que le castigase por su diferencia? Lo mismo podríamos decir de quien pensase que la gallina es un águila defectuosa y pretendiese hacerla volar a base de un absurdo y estéril adiestramiento.
Un camello es un camello. Un dromedario es un dromedario. Una gallina es una gallina. Un águila es un águila. Estas afirmaciones que parecen obviedades cercanas al ridículo están frecuentemente negadas cuando, en la escuela por ejemplo, tratamos a los niños y a las niñas como si fuesen iguales, como si tuviesen que acomodarse a un prototipo. Quienes se alejan de ese modelo, de ese arquetipo, parece que tienen alguna deficiencia, alguna tara. Son, por consiguiente, niños defectuosos. Una niña, por ejemplo, sería un niño defectuoso. Por eso llora, por eso es mala en matemáticas, por eso es charlatana. Un niño con síndrome de Down sería un niño normal defectuoso, que no puede aprender nada, que no puede valerse por sí mismo. Un niño gitano sería un niño payo defectuoso, incapaz de hablar bien, de comportarse cortésmente. Un niño magrebí sería un niño español defectuoso, que no domina la lengua castellana, que no conoce las costumbres, que no sabe quién la Virgen del Rocío.
El modelo lo constituye el varón, blanco, sano, inteligente, autóctono, creyente, payo, vidente, ágil, oyente, castellanoparlante… Los demás son «anormales» o, lo que es peor, «subnormales». La institución escolar alberga problemáticas muy diversas, no sólo debidas a las diferencias infinitas individuales sino a las diferencias grupales (étnicas, lingüísticas, culturales, religiosas, económicas, de género…). Hay que caminar hacia una escuela inclusiva. Lo cual exige hacerse permanentemente esta pregunta: ¿a quién excluye la escuela?, ¿a quién le pone trabas para una integración plena?
Si un centímetro cuadrado de piel (las huellas digitales) nos hacen diferentes a miles de millones de individuos, ¿qué no sucederá con toda la piel? Con todo lo que ésta tiene dentro, con la historia y las vivencias y las emociones y las expectativas… No hay un niño exactamente igual a otro. Ni siquiera dos gemelos univitelinos pueden considerarse idénticos. Su historia es distinta, sus vivencias son diferentes.
Como en la escuela la actuación se dirige hacia un alumno tipo, quienes no responden a él, se encuentran con dificultades de adaptación. No es la escuela la que se adapta a los niños sino éstos quienes tienen que ajustarse al modelo que se propone o se impone en la escuela. Lo digo no sólo por lo que respecta al aprendizaje de las materiales sino a la forma de comportamiento y de relación.
Cuando se habla de «educación especial» creo que se produce una tautología. ¿Puede haber educación que no sea especial, que no refiera a cada niño en particular? O es especial o no es educación. El riesgo está en pensar que la diversidad afecta solamente a aquellos niños con alguna deficiencia como la invidencia, la sordera, el síndrome de Down, la espina bífida… Como si el resto constituyese un grupo homogéneo, idéntico. No. Cada niño es único, irrepetible, irreemplazable. No existe ese «alumno tipo medio» al que nos solemos dirigir cuando hablamos o cuando evaluamos.
La diversidad no es una lacra. Es un valor. Precisamente porque somos diversos podemos complementarnos y enriquecernos. Podemos ayudarnos. Y habrá más necesidad de ayuda para quienes tienen alguna dificultad o alguna carencia. La cultura de la diversidad necesita avivar la sensibilidad hacia el otro.
Imaginemos que en un Centro de Salud tuviera que atender un médico a los pacientes en grupos de 20 o de 30. Que tuviese que observar a todos los pacientes de forma simultánea durante un rato y luego recetar a todos la misma medicación. ¿Cómo podría responder a las necesidades de cada uno y de cada una? Es probable que lo que le vendría bien a uno resultaría un desastre para otro.
La atención a la diversidad exige cambios importantes en esferas muy distintas. En primer lugar en las actitudes de las personas. Me refiero tanto a padres y madres como a profesorado y alumnado. Hay que abrirse a los otros, aceptarlos como son, ayudarles a desarrollarse al máximo de sus posibilidades. En segundo lugar, en la organización de los centros. La atención a la diversidad tiene unas exigencias organizativas relacionadas con la flexibilidad, la creatividad, la autonomía y la audacia. Si la organización es rígida será difícil encontrar respuestas adaptadas. Si desde la Administración no se propicia, se cultiva y se apoya la iniciativa del profesorado, será imposible la respuesta adaptada a las exigencias que plantean los alumnos de cada escuela. En tercer lugar, requiere recursos personales y materiales. No se puede hacer frente a las exigencias de la diversidad sin más profesores y profesoras, sin más espacios, sin más recursos.
La cultura de la diversidad exige la puesta en funcionamiento de políticas de redistribución y de políticas de reconocimiento. Me explico. Hay grupos diferentes en la sociedad (pobres y ricos, cultos e incultos, por ejemplo). La solución para atender esta diversidad está en redistrubuir los bienes para que esos grupos se nivelen. Hay otros grupos que son diferentes (por ejemplo, creyentes y agnósticos, payos y gitanos, homosexuales y heterosexuales…). Respecto a ellos es preciso que se desarrolle una política de reconocimiento, de valoración positiva, no de igualación, no de redistribución.
Todo ello tiene que ver con la autoestima, con la aceptación de sí mismo. Porque si el gitano se avergüenza de serlo, si el emigrante se siente acomplejado, si el sordo no acepta su sordera, toda la intervención exterior resultará inútil.
La atención a la diversidad exige el respeto a todas las personas. Pero, arranca del respeto de cada persona por sí misma. Permítaseme terminar con una pequeña fábula al respecto. Una hormiga le pregunta a un elefante:
– Cuántos años tienes?
– Tengo tres años, contesta el elefante, con orgullo. ¿Y tú?
La hormiga contesta, justificando su pequeño y vergonzoso tamaño:
– Yo también tengo tres años, pero es que yo he estado malita.
No añadiré ni una palabra más. La actitud de la hormiga es demasiado elocuente.
Como casi siempre demuestra usted una gran capacidad y competencia en sus argumentaciones y, sobre todo, en la forma de presentárnosla.
Quisiera comentar algunas de los argumentos dados desde mi humilde experiencia docente en primaria.
En primer lugar, creo que la educación en nuestras aulas, especialmente en los centros públicos, es cada vez más inclusiva. Así lo vengo observando en mi realidad escolar y así lo voy comprobando en las experiencias que escriben o cuentan algunos colegas.
También es cierto que esta inclusividad no es por igual en todos los colectivos que usted nombra. Posiblemente en los alumnos que siempre hemos catalogado como de necesidades educativas especiales esta inclusión sea más efectiva. No olvidemos que, hasta no hace mucho tiempo, estos niños ni siquiera llegaban a los centros ordinarios. A este colectivo se le trata con cierta «normalidad» tanto por sus profesores como por sus compañeros, son diagnosticados para realizarle un tratamiento personalizado (ACI), son atendidos por un profesorado especializado (Pedagogía terapéutica) e incluso reciben la atención de servicios externos como los Equipos de Orientación Educativa (EOE), llamados así en Andalucía y en la mayoría de las comunidades son denominados(EOEP).
Quisiera hacer un lapsus y comentar algo en referencia a estos servicios (EOE, EOEP). No comprendo ni comprenderé nunca que en un Instituto de Secundaria cuenten con la presencia permanente de un orientador (pedagogo o psicólogo) y en cambio en los centros de primaria esta atención es comarcal, es decir, compartida por más centros.
Y digo que no entiendo este modelo porque donde realmente aparecen los problemas de aprendizaje es en la escuela, incluso en la educación infantil, y el éxito de un servicio psicopedagógico radica en el diagnóstico y la atención temprana. Será entonces más preciso un orientador (psicólogo o pedagogo) en la escuela que en un Instituto. Yo diría que son necesarios en ambas etapas educativas, pero principalmente en primaria. Porque cuando un niño llega al Instituto con dificultades en su aprendizaje ya poco se suele hacer por él en Secundaria.
Como usted bien dice la atención a la diversidad no sólo se circunscribe a esta tipología de alumnos, necesidades educativas especiales, ni tan siquiera a un espectro más amplio necesidades específicas de apoyo educativo (en donde estaría incluido el grupo anterior así como la integración tardía en el sistema educativo o las altas capacidades intelectuales, hoy de gran actualidad en Andalucía), sino que va referido a todo el alumnado que tenemos en nuestras aulas. Y aquí si que es más complicado la realización de una atención personalizada, a no ser que volvamos a sistemas como los de fichas utilizados en los años setenta con los modelos pedagógicos ligados a la Ley General de Educación.
Usted lo describe muy bien, «Imaginemos que en un Centro de Salud tuviera que atender un médico a los pacientes en grupos de 20 o de 30. Que tuviese que observar a todos los pacientes de forma simultánea durante un rato y luego recetar a todos la misma medicación».
Es cierto, es muy difícil de imaginar, el médico realiza una atención individualizada. Pero en los centros educativos si que contamos con una media de 25 alumnos que son tratados a la vez, y de ahí la gran complejidad de una atención a la diversidad, a lo sumo un buen docente podrá establecer tres grupos, los que obtienen resultados excelentes, los que obtienen unos resultados «normales» y los que presentan problemas en su aprendizaje. Si es capaz de atender a los tres grupos ya sería un éxito.
Usted sabe que en los centros escolares, el profesor/a de refuerzo o apoyo atiende, o al menos debiera atender, a los niños con problemas de aprendizaje que no están integrados dentro de los alumnos con necesidades específicas de apoyo educativo. Esto no deja de ser una atención individualizada, aunque también es cierto que en muchos casos estos refuerzos o apoyos no se programan, no se utilizan otros métodos, estrategias, actividades o recursos distintos a los utilizados en el aula ordinaria, o bien no tienen una atención continuada en el tiempo (en muchos casos el profesor/a de apoyo suple las ausencias de otros colegas)…
Realmente una atención a la diversidad no puede recaer sólo en el maestro/a que está en el aula sino se requieren muchos más medios personales y eso supone más inversión en educación.
Pienso que, actualmente, la hormiga de la fábula le contestaría al elefante diciéndole su edad real. Cada uno empezaría a aceptar su diferencia y tratarían de respetar la diferencia del otro.
Al menos, eso quiero pensar…
Disculpad este largo comentario.
Miguel Ángel, tu argumentación es clara y contundente. Sí, cada individuo nacemos y vivimos como únicos e irrepetibles, pero por desgracia, el empeño de muchos es hacernos clones.
El primero y fundamental centro educativo es la familia. Es ahí donde mejor se puede atender a cada miembro en su diversidad. En la escuela, sería hermoso que fuera como si se fuese al padiatra: atención individual y durante cinco horas diarias si el caso lo requiriese. Sabemos lo que es en la escuela… Pero lo que si creo, es que cuanto más período educativo, menos número de alumnos debieran ser por educador y cuanto más enseñanza se pueden permitir más alumnos.
Sólo añadir que si las hermosas ideas que has expuesto rigieran en nuestra vida cotidiana, como se suele decir, otro gallo cantaría.
Durante el año 2006 tuve la oportunidad de realizar por un mes una Beca Fulbright de Intercambio para Directores de Escuela de nivel medio en EEUU. En mi caso me toco en la escuela “San Pasqual High School” al sur de California en una ciudad llamada Escondido. En una oportunidad di una conferencia sobre mi país “Argentina”, con un escenario repleto de adolescentes que bien podría semejarse a un jardín en plena primavera….casi al finalizar se abrió el tiempo para las preguntas uno de ellos dijo: ¿dígame en Argentina no hay negros? … le respondí que no era de buena educación responder una pregunta con otra pregunta, y si me permitía hacerlo, frente a esto le dije: ¿Dime de color es tu corazón?…el silencio por un instante invadió la sala… ¿Dime, díganme…hay alguna diferencia en el color del corazón de los que hoy estamos reunidos aquí?….nuevamente el silencio se hizo presente hasta que comenzaron a brotar tímidos y espontáneos aplausos que llenaron finalmente toda la sala….creo que fue un mútuo,rico e inolvidable aprendizaje.
Todos somos iguales en que somos diferentes.
Saludos desde Argentina
Horacio Muros
Cuánto hay que cambiar y que poco saben nuestros políticos.
Menos banqueros y políticos capitalistas que en lo que menos piensan es en el bien común.Eso si sus alforjas bien llenas.
Atención a la diversidad,si pero en uno privado o concertado pués los diferentes entre los diferentes van para la pública y ya me dirás como se imparte una clase en segundo de primaria con cinco en apoyo,cuatro muy retrasadillos, dos con ACI, cinco ( dos de los de apoyo ) bajo seguimiento de servicios sociales,tres gitanos,dos bastante talentosos , uno muy bueno y otro de incorporación tardía.
Me rió de la atención a la diversidad señores políticos irresponsables.Dan asco.
El maestro de esta clase es tutor a media jornada.PATÉTICO
La atención a la diversidad es sustancial en el aprndizaje. POruqe cada uno aprende con su estilo, con su ritmo, según su capacidad y motivación. Lo que pasa es que la escuela lleva muchos años dirigiéndose a un alumno «tipo medio» que es el único que no existe. ¿Cómo se puede impartir una clase don alumnos de 15 naconalidades diferentes sin tener en cuenta esta situación?
La metáfora del dromedario y el camello o la galina y el águila son espléndidas, ingeniosas y elocuentes. No se puede castigar la diferencia, como se dice en el artículo sino tenerla en cuenta para adaptarse a cada uno.
Que gran observador es maestro, espero con mucha ansiedad sus comentarios todos los sábados y en cada uno de ellos usted me sorprende nuevamente.
Con mucho placer veo que lo saludo un coterráneo, al cual voy a sumarme, lo saludo con un fuerte abrazo desde esta Argentina que siempre lo espera.
Me gusta este comentario porque de una manera muy gráfica llama la atención sobre la importancia de la diversidad. Conocer a cada uno, adaptarse a cada uno, exigir a cada uno según sus posibilidades es la clave para el aprendizaje. Y también hará que pensar en cómo adaptar el nivel mínimo de competencias a las posibilidades de cada uno.
Atender la diversidad no solo exige tener concepciones y actitudes positivas. Hay que tener las condiciones adecuadas (organizativas, de número, de espacio, de tiempo…) para poder hacerlo. Hay que exigir esas condiciones para todos.
Nadie duda de que somos distintos. Lo que pasa es que a la hora de actuar en la escuela ese hecho incontestable se olvida. Y se olvida también a la hora de legislar.
Algo más sobre el tema: también es cierto que existe diversidad entre los profesores. No solo entre los alumnos,
El discurso sobre la diversidad tiene algunos detractores que piensan que hay que exigir a todos lo mismo, que todos tienen que alcanzar la misma competencia… En parte es verdad, pero cada uno solo podrá alcanzar esa competencia si es tenida en cuenta su capacidad y su disposición. Por eso hace falta conocer quién es cada uno, qué sabe y qué está dispuesto a hacer para aprender lo que debe aprender.
Creo que la diversidad se ha abordado últimamente con una clara preocupción por los discapacitados, pero también hay que pensar en los superdotados. ¿Qué hacen en la escuela? Muchas veces se aburren. Y otras no se esfuerzan para que no les tachen los demás de empollones. Hay que pensar en ellos.
Pues sí, me parece que a los superdotados pocas vecs se les ha tenido en cuenta. Es como si no existieran. Y existen. Hay que tenrlos en cuenta. La diversidad debe contemplar a todos y a todas. Porque esa es otra vertiende de la indiferenciación del curriculum Ha sido siempre un curriculum de varones para varones.
Hola, Zuluztrizima pelagogo,
Zoi un kamello feo, katoliko, zentimental, heterosezual,macho,ezpaniol y andal’u…
Loz progreteroz del PZOE me han arruinao la v’ia …
vaya uzted a hacerze punietaz…don hipokriton adarvi ANO.
¡Pobre hormiguita, con su autoestima por los suelos!
Además de enseñar conceptos tendríamos que ejercitar un poco más la práctica de aceptarnos, querernos, conocernos, cambiar y corregirnos para seguir creciendo y por qué no admirarnos con nuestros defectos y virtudes, que TODOS, sin excepción, alguna virtud y defectillo tenemos, ya que con el ejemplo, a la larga se enseña más que predicando. Además manifestar, expresar nuestro afecto a quienes nos tocaron como lumnos, ya que si amamos a alguien y se lo demostramos,(para un alumno la palabra de un maestro suele ser ley), ese alguien entiende y cree que es digno de ser amado, y así le resulta más fácil amarse a sí mismo, que es la causa de sentirse seguro de sí mismo y de mejorar la autoestima, cuya ausencia terminó perjudicando a la hormiguita, que se creyó enferma, y se comportó como tal.
Un abrazo querido maestro!!!
Cmo siempre acertadísismo y clarividente el señor Santos, excepto en un error de concepto y especie: el camello tiene dos y el dromedario uno. Esas ciencias…
He leído su artículo y he hecho una valoración personal en un ejercicio de clase, me ha parecido muy interesante, lo he trabajado a fondo, sacando todas las ideas que quiere expresar.
Hay un error al principio ya que el camello es el que tiene dos jorobas, siendo el dromedario el que tiene solo una joroba.