La niña y el cigarrillo

3 Jul

He leído un libro polémico. O eso pienso. Se titula “La niña y el cigarrillo”. Su autor es Benoît Duteurtre, novelista, ensayista y crítico musical. Es dueño de una prosa clara, en absoluto preciosista. Sus novelas (hasta el momento diecinueve) contemplan la sociedad contemporánea con una mirada irónica que suscitan, a la vez, polémica y admiración. El libro que me ocupa está bien escrito (y bien traducido), pero la tesis es, a mi juicio, más que discutible. El autor viene a sostener que los niños y niñas de hoy son depositarios de muchos derechos y que los adultos van viendo paulatinamente recortados los suyos. Y pone como ejemplo el derecho de fumar.

La historia no tiene desperdicio. El protagonista, hombre muy aficionado al tabaco y muy desafecto respecto a los niños y niñas (le molestan allí donde se encuentren), se ve constreñido a fumar en los servicios de su lugar de trabajo. Para hacerlo con tranquilidad, se baja los pantalones y, en calzoncillos, se sienta sobre la taza. Lleva un destornillador para abrir la ventana y que el humo no le delate. Un buen día que se había dejado sin echar el pestillo, una niña de cinco años abre la puerta y sorprende a nuestro personaje fumando.
– ¿Por qué tienes bajados los pantalones y no los calzoncillos?, pregunta la niña.
– He dicho que salgas.
– Pero ella le corrige con su vocecilla infantil:
– ¡Aquí no se puede fumar! ¡Es por la salud de los niños!
El la echa con cajas destempladas, blandiendo el destornillador:
– ¡Que te vayas, pedazo de tonta!, son sus palabras exactas.

A partir de este hecho en apariencia inocuo se desencadena una pesadilla horrible. La niña acusa al hombre de amenazas y de abusos. Como, al parecer, no se puede poner en tela de juicio el testimonio de una niña, ya que siempre dice la verdad, la bola se va haciendo cada vez más grande. Sucesivas y terribles tergiversaciones de los hechos (policía, abogados, jueces…) llevan al personaje de la novela a pasar por un tremendo calvario. Las cosas se van complicando de tal manera que el desenlace de la obra (que no quiero descubrir del todo) no puede ser más fatal.

Me ha gustado el libro, pero no la tesis que defiende: nos hemos pasado concediendo derechos a los niños y a las niñas. En un pasaje de la obra dice Duteurtre: “La edad adulta era nuestro horizonte y nuestro ideal. La infancia estaba sometida a reglas ingratas; durante esos años, demasiado largos, vivíamos como esclavos en espera de la libertad”. Lo que viene a decir el autor con esta novela es que ahora los esclavos son los adultos y a quienes se procura una total libertad (inmerecida, desde luego) es a los niños y a las niñas.

Hace precisamente unas semanas compartí en Granada con Francesco Tonucci una experiencia de formación y reflexión en una Asociación Pedagógica que, felizmente, lleva su nombre. El eje de la preocupación eran la escuela y la infancia. Como no podía ser de otro moldo los niños y las niñas tuvieron un lugar de privilegio. Nos presentaron a los conferenciantes, preguntaron cosas sugerentes e hicieron propuestas muy lúcidas. El querido y admirado pedagogo italiano, al que se ha dado en llamar niñólogo por su apasionada defensa de los niños y de las niñas, llegó a decir que las escuelas son ilegales porque incumplen leyes que obligan a pedir opinión a los niños en aquellos asuntos que les conciernen. Y por eso habría que cerrarlas. Hablaba del artículo 12 de la Convención que dice “Los Estados Partes garantizarán al niño que esté en condiciones de formarse un juicio propio, el derecho de expresar su opinión libremente en todos los asuntos que afecten al niño, teniéndose debidamente en cuenta las opiniones del niño, en función de la edad y madurez…”.

Al autor de esta novela no le gusta esta tesis. Pero yo creo que es extremadamente justa. Porque los niños y las niñas tienen la indiscutible condición de personas y se encuentran en una posición de fragilidad social, física, psicológica, económica e institucional que debe ser protegida. Pasaron los siglos en que el filicidio estaba permitido y en los que el maltrato era una práctica común. Aún existen muchos niños explotados en trabajos inhumanos, maltratados y castigados sin piedad.

El pedagogo francés Philippe Meirieu acaba de publicar un hermoso libro que se titula “Una llamada de atención. Carta a los mayores sobre los niños de hoy”. Y habla de esta cuestión en el capítulo 3 que tiene este significativo título: “Los derechos del niño: ¿impostura o exigencia?”. Meirieu adopta, como se ve, una postura interrogativa sobre esta espinosa cuestión. Dice que “la necesaria división entre el adulto –ciudadano de derecho- y el niño –ciudadano en formación- no anula, antes bien cimenta la necesidad de formar al ciudadano, lo que vale para todos los niños y desde la más tierna infancia. Porque existe una frontera que hay que aprender a cruzar”.

Lo que plantea este lúcido profesor de la Universidad Lumière-Lyon 2 es que mientras el niño está en etapa de formación no es ciudadano de pleno derecho. “Antes de acceder a la mayoría de edad civil, no es un sujeto de derecho en el sentido estricto del término”. Por eso, dice que “escucharlo es reconocer su derecho a expresarse al tiempo que nos reservamos el derecho a decidir”.

Nos encontramos ante una cuestión delicada. Me sumo a la postura de Tonucci, aunque comparto algunos interrogantes de Meirieu. La educación tiene, pues, un determinante papel en la formación del ciudadano. Eso quiere decir que los niños y las niñas no sólo tienen derechos. Tienen también obligaciones y, en la medida de su responsabilidad, debe exigírseles que las cumplan. Eso es la educación.

16 respuestas a «La niña y el cigarrillo»

  1. Delicado asunto.
    Creo que, en algunos sectores, se está produciendo un excesivo énfasis en los derechos sin la necesaria contrapartida de los deberes. Leeré a Meirieu. Gracias por el toque de atención

  2. La niña y el cigarrillo”, en el título está la metáfora, anoto al autor. Existe una tendencia de autores francófonos orientados hacia la androgogía, resulta interesante. Hace algún tiempo lei a Alain de Botton, que se mueve por ese espacio.
    Me parece muya acertado el ar´ticulo. Saludos.

  3. Miguel estoy de acuerdo con el final de la niña y el cigarrillo, porque los niños tienen muy incorporado sus derechos pero no sus deberes. Hoy en día el niño manda al adulto en todos los ámbitos: casa, escuela, club, iglesia. Disponene demasiado para su corta edad.Pasamos los extremos antes eran seres mediocre y hoy son lo primero en todo. A partir de esto son hábiles para mentir cuando se trata de perjudicar a un adulto, como docente lo he visto millones de veces. En las aulas con tal de tener un poco de paz con ciertos alumnos tenes que acceder a los pedidos de los alumnos que no permiten dar clases. Ojalá alguien les ponga un freno a esta situación que se ha convertido en libertinaje

  4. Bastante tiempo se ha negado a los niños (y especialmente a las niñas) sus derechos. Es hora dre que esos derechos sean recoonocidos y respetados.

  5. Lo de la niña no tan así… Los niños a esa edad les encanta mentir, además no hacen planteos de abuso y sin duda se habría ido corriendo asustada y muy probablemente sin contar a nadie lo pasado…

    En el equilibrio esta el punto. Claro que los niños tienen derechos (bien lo sé yo, que me los recitan a diario los 4 adolescentes que tengo en casa)pero también deberes. Está en los adultos hacer que eso funcione. Hay una palabra mágica que se llama “límites” y que usada en tiempo y forma produce en esta sociedad caótica y confundida niños sanos y normales, que pueden hacer valer sus derechos y entender sus deberes aunque no siempre los cumplan…

    Es cierto que los adultos seguimos haciendo abuso de poder. Como maestros, como padres… es curioso ver lo poco que les interesa a los docentes lo que piensan sus alumnos. Y si esgrimen pensamientos opuestos a los del maestro y los defienden siempre les trae contratiempos…

    Es cierto que es difícil en el momento turbulento que vivimos estar calmos y buscar espacios de diálogo. Límites son amores y los niños y niñas los buscan y los necesitan. No todo está perdido ni todo está en crisis. Esta época tiene cosas maravillosas y entre ellas eso de hablar los padres con sus hijos e hijas, importarles lo que tienen para decir. Ellos aprenden de nosotros y nosotros de ellos…

  6. admirado profesor: soy docente desde hace 18 años y siempre tuve muy buena realción con mis alumnos. casi siempre llegó a enamorarme de mi grupo de alumnos y después me cuesta dejarlos ir. Todo esto es para decirte que el año pasado con mis alumnos de primer grado salimos al patio de la escuela y hablabamos de lo peligroso que es meter la mano en los agujeros de la tierra porque podemos ser mordidos o picados por un animal. Al aotro día me acerco a una mamá y le comento que su hijo estaba un poco distraído ultimamente. Ella me respondió: y como no va a estar distraído con lo que vos le dijiste …y yo me quede sorprendida y le pregunté que habia dicho, a lo que ella me replicó: le dijiste que lo ibas a meter adentro de un pozo. me temblaba todo el cuerpo con semejante acusación. y le dije que fueramos a buscar al niño y él delante de la madre insistió con su mentira sin pestañear.Le dije a la madre que le pregunté a los otros niños y si queria tener antcedentes mio como profesional podía averiguarlo en las otras escuelas donde transisté ( era mi primer año en la mencionada escuela) . Hablé con la directora y le comenté lo acontecido y ella me dijo que confiaba en mi. no pude salir de ese estado de desorientación por varios dias ¿porqué un niño tan pequeño,callado, al qué jamás tenia que llamarle la atención en el grado se inventara algo así?

  7. Sociológicamente, estamos, desde hace ya quizás dos décadas, en lo que se llama el “Síndrome de Peter Pan”, esto es, la ralentización de la madurez. Se dice que con la profunda crisis económica que estamos padeciendo en España, algo comienza a cambiar, quizás con fortuna ,en ese maltrecho contexto de relaciones paterno filiales para con los hijos, quizás el indicador con mayor déficit en cuanto a los problemas, más o menos endémicos, de nuestro sistema educativo. Que el neoliberalismo haya traído consigo, en muchos hogares al menos, una dejación de responsabilidades de los progenitores para con los hijos no puede ser excusa para perpetuar eso que decía el juez de menores Calatayud: “hay que actuar como padres, nunca como amigos”. Veremos si los hogares y las familias vuelven a ser ese núcleo sólido y sobre todo comunicativo que dejó de ser. Un niño necesita dos puntos referenciales, dos pilares afectivos básicos: por ejemplo, en educación infantil, su maestra y su madre. Si falta uno de ellos, esos objetivos de desarrollo afectivo, social e intelectual no van a completarse adecuadamente. Y si la ausencia de los padres va a ser sustituida por bienes materiales, estaremos haciendo un daño absolutamente irreparable a los hijos, justamente lo que parece sugerir el artículo. No es un tema nuevo, los sociólogos, los pedagogos y maestros hace ya tiempo que lanzaron la voz de alarma y todo lo que se hable al respecto daría la sensación que llueve sobre mojado, como la canción. ¿Soluciones? Obvias: conciliación de vida laboral y familiar efectiva, algo que cada vez se ve más lejano y que concierne a los gobiernos y comunidades autónomas de un modo absoluto. Concienciación de las familias al respecto y un trabajo profesional de los profesionales de la educación. Nada más y nada menos.

  8. Lo mejor que tenemos las personas son las personas, y los maestros-as que tenemos la suerte de trabajar con personitas en formación, todavá somos más afortunados, ellos son futuro y esperanza.

    El proceso de enseñanza-aprendizaje funciona al 50%, ellos han de asumir su 50% de reponsabilidad y nosotros el otro 50%.

    Los niños han de tener claro los limites que no pueden atravesar y si lo hacen, se les ha de aplicar unas consecuencias, ellos no entienden tanto de normas y límites pero sí de consecuencias. Por ejemplo, si les pedimos que respeten el turno de palabra para que todos podamos hablar escucharnos y hacernos entender, y no lo hacen y nosotros(los adultos) tampoco hacemos nada e ignoramos su mal comportamiento, no asumiran en hábito de respetarse. Debemos decirles la norma y que pasará si no la cumplen y nosotros aplicar lo estipulado “las consecuencias” para conseguir llevar a cabo una buena educación. Ellos se sienten más seguros si tienen claro hasta dónde pueden llegar y hasta dónde no les interesa sobrepasarse.

  9. Porque los niños y las niñas tienen la indiscutible condición de personas y se encuentran en una posición de fragilidad social, física, psicológica, económica e institucional que debe ser protegida.
    He asistido espeluznada al disparo de visitas del video que circula hoy sobre una fiesta de fin de curso, en infantil, en Andalucía.
    Son tantas las cosas que diría …pero solo siento frío y alerta.
    Yo tambien acompaño a niños de iNFANTIL DESDE HACE MUCHOS AÑOS y a otros niños que hablan de manera muy diferente a como lo hicimos en mi generación.
    Mejor dejar que hablen ellos mismos
    http://donadiriga.blogspot.com/2010/06/este-es-el-futuro-que-suerte.html
    Y que hablen los soñadores de cuentos que les forman y educan cada día
    http://donadiriga.blogspot.com/search/label/autorretratos
    O los padres que educan
    http://www.altafilms.com/las13rosas/index.php?inc=participa

  10. En su condición de personas los niños y las niñas tienen todos los derechos de los ciudadanos. No comparto, pues, la opinión de Mirieu. Ahora bien, como ya se ha dicho, no sólo tienen derechos. Y la educación consiste en ayudarles a descubrir cuáles son sus deberes un obligaciones.

  11. Los niños y las niñas tienen que tener límites y restricciones. Necesitan consistencia normativa. Y, como ellos no son capaces de ponérselos, los adultos tenemos ue hacerlo por ellos. Tarde o temprano lo agradecerán. Es difícil decir NO, pero es necesario. Y hay que decirlo no cuando a los adultos nos interese sino cuando ellos lo necesiten. Es más fácil decir a todo que sí y tenerlos contentos, pero eso les hace dañó. Además, los niños tienen muchas mañas parza salirse con la suya: suplicando, llorando, prometiendo…

  12. Los derechos de los niños se connculcan con demasiada frecuencia. La situación de dependencia y de discrimnación se refleja muy biene en el refrán siguiente: Cuando seas padre, comerás huevos.
    “Cállate, niño, que están hablando los mayores” se dice con mucha frecuncia. Entonces, los niños, ¿cuándo podrán hablar?

  13. Estoy de acuerdo que los niños niñas internalizan muy rapidamente lo que son sus derechos y no responden con sus obligaciones, es verdad que los adultos tenemos la culpa,le dimos alas,volaron y ahora es muy dificil bajarlos a tierra.

  14. Pingback: La niña y el cigarrillo, de Benoît Deteurtre | El blog de Metropolis Libros

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