El gorrión despistado

Alguien ha dicho que la distancia más corta entre una persona y la verdad es un cuento. No sé si será cierto. Ni siquiera sé si se puede comprobar la veracidad del aserto. Pero, por si lo fuera, quiero ofrecer al lector una vieja historia de la que conozco diversas versiones y de la que no puedo ofrecer una fuente original muy precisa. Las historias pertenecen al acervo cultural y su carácter anónimo las hace patrimonio de todos. Por no ser de nadie son de todo el mundo. Recientemente me la he vuelto a encontrar en un libro de la profesora García Larrauri. Quiero compartirla con el lector porque de ella se derivan varias lecciones chocantes y a la vez sugerentes.
Había una vez un gorrión inconformista que, cuando llegó el invierno, decidió, al contrario que la bandada de sus colegas, no volar hacia el sur.
Sucedió que pronto el clima se volvió tan frío que, aunque a regañadientes, no le quedó más remedio que comenzar a volar hacia donde había ido sus compañeros habituales de viaje.
Al poco tiempo se le empezó a formar hielo en las alas, y cayó al suelo en un prado. Creyó llegado su final, pero en aquel preciso momento pasaba por allí una vaca y vació sus intestinos sobre el gorrión.
Reconsiderando su situación, pensó que nada peor le podía ya suceder, pero curiosamente los excrementos calentaron su cuerpo y derritieron el hielo de sus alas. Calentito y feliz por su buena fortuna, el gorrión empezó a piar alegremente..
Al poco tiempo pasó por allí un gato callejero que al oír los gorjeos del gorrión, retiró los excrementos con cuidado y, después de propinarle un zarpazo, se lo engulló.
Esta es la historia. Aunque a primera vista pudiera parecer que no se puede extraer de ella ninguna lección, de hecho hay varias de diferente tipo.
1. No todo el que te llena de porquería es tu enemigo. Puede alguien cubrirte de basura con la mejor intención.
2. No todo el que te quita la porquería de encima es necesariamente un amigo. Alguien puede limpiarte con mala intención.
3. Si estás calentito y feliz, aunque sea cubierto de porquería, no digas ni pío.
¿Cómo saber si lo que nos está sucediendo es para bien o para mal? En primer lugar, hay que dilucidar qué vamos a considerar bueno y malo, porque no siempre está claro.
En segundo lugar, hay que dar un margen de tiempo para ver qué efectos tienen las cosas que nos están pasando. La precipitación en el juicio lleva a tremendos errores. Lo que inicialmente fue considerado bueno o malo, al cabo del tiempo resultó ser precisamente lo contrario.
En tercer lugar hay que analizar con rigor los efectos causales porque muchas veces se establecen de forma poco rigurosa. No siempre se sabe con exactitud cuál es la causa y cuál el efecto. El rigor de los nexos causales es un problema lógico y también psicológico. Pensamos: “Esa persona nos quiere destruir porque nos ha mirado, nos ha dicho, nos ha hecho…”. Resulta, a la larga, que no era así.
Al contrario, una persona parece que nos quiere ayudar porque dice o hace esto y aquello por nosotros. A la larga podemos ver que no era así. Comprobamos que los resultados de aquellas acciones fueron demoledores. Sólo buscaba su interés.
Lo que sí podemos decir es que una actitud positiva hacia nosotros mismos, hacia los demás y hacia la vida en general va a resultar beneficiosa.. Porque esa actitud será un talismán que no sólo nos permitirá descubrir lo bueno sino que nos ayudará a convertir lo malo en bueno.
El gorrión maldijo el momento en que se vio cubierto por la plasta de la vaca, pero no sabía en ese momento el beneficio vital que iba a derivarse de ese hecho. Pudo sacar una ventaja de las desventaja. Cuántas veces sucede en la vida. Una presunta adversidad trae en su trastienda mil efectos positivos.
Un vecino que no nos concedió un permiso reglamentario para construir la piscina en el jardín, hizo posible pensar en una solución consistente en utilizar una parte de la parcela que aparentemente era inútil. Su negativa nos benefició.
El gorrión bendijo el momento en el que el gato comenzó a liberarle de toda aquella porquería. No sabía que estaba preparando el menú de su cena. Una supuesta ventaja se convirtió en una terrible desventaja… Pensábamos que aquella enorme cantidad de dinero que nos tocó a la lotería nos haría felices y resulta que nos indujo a la ludopatía y acabó con nosotros y con nuestra familia. Una persona que nos instó a invertir una cantidad importante de dinero en una empresa suya que construía pisos, se largó con el dinero que inocentemente habíamos entregado.
Alardear de la alegría, cantar de manera que uno se ponga en evidencia (es la tercera lección) tiene a veces efectos lamentables. Cuando estábamos pasando inadvertidos, alguien se fijó en nosotros porque comenzamos a gritar por petulancia, por indiscreción o por estulticia, y nos convirtió en su víctima. Si el gorrión hubiese permanecido calladito, es probable que el gato hubiese pasado de largo.
No es una invitación al conformismo y a la resignación. Es una invitación a la prudencia y al sentido común. Hay quien no soporta escuchar el canto de felicidad de los otros. Y, cuando lo oyen, van a por ellos.
Algunos no pueden mantenerse discretamente en el lugar que ocupan sin hacer ostentación de su suerte. Tienen que hacerse notar. Y el efecto es una invasión destructiva. No es malo cantar, pero hay que hacerlo cuando uno se puede echar a volar. Así es: el pájaro canta sobre la rama porque, aunque ésta se rompa, él puede echarse a volar.