Matemáticas y ginecología

27 Ene

El misterio de las matemáticas fetales

La evaluación del alumnado es una de las tareas más complejas que realizan los profesores. Parece sencilla, pero no lo es. Algunos confunden evaluación con calificación. Otros limitan el fenómeno a una comprobación uniforme, mecanizada y descontextualizada de los aprendizajes realizados, otros se obsesionan por conseguir que los alumnos memorice, aunque no hayan entendido nada.
Le he oído decir a una profesora: “Niños, esto es muy importante. Hay que aprenderlo de memoria. Y si alguno no es capaz de aprenderlo de memoria, lo puede decir con sus propias palabras”.
La complejidad de la evaluación tiene muchos frentes, radicados en su naturaleza, en su finalidad, en su metodología, en sus consecuencias, en sus condiciones… La evaluación es un fenómeno ético, psicológico, didáctico, sociológico, filosófico…
Con la imperativa brevedad que exige un artículo de esta naturaleza me detendré en uno de los factores, escasamente considerado, que hace de la evaluación un hecho problemático.
¿Cómo se explica el fracaso en el aprendizaje? Comprobar si los alumnos y alumnas han aprendido es una tarea difícil. ¿Eso es lo que tenían que saber? ¿Así se comprueba si lo han aprendido? ¿Lo han aprendido como consecuencia de la enseñanza? Preguntas complejas. Pero ahora me quiero detener en otra dimensión de la evaluación, que es la de atribución. Es decir, la de explicación de por qué han aprendido o por qué no lo han hecho en el tiempo y forma deseados. Una cosa es comprobar y otra explicar.
Se suele explicar el fracaso de los alumnos por causas que radican exclusivamente en su forma de ser o de actuar. Hago hincapié en el adverbio que he utilizado: ‘exclusivamente’. Los alumnos suspenden, se dice, porque son torpes, porque son vagos, porque tienen una preparación deficiente, porque están en una edad difícil, porque la familia no les ayuda, porque ven con exceso la televisión, porque tienen distracciones poderosas, porque carecen voluntad, porque están desmotivados, porque son sinvergüenzas… No digo que no estén presentes estas causas en el fracaso (y otras que tienen su epicentro en el alumno), pero explicar al cien por cien la falta de éxito atribuyendo la causa a un sólo agente del sistema resulta tan arbitrario como injusto.
Una de las causas más esgrimidas por el profesorado es la mala preparación que tienen los aprendices. Cuando esto sucede en la Universidad llevaría la culpa al Bachillerato donde encontraríamos un explicación similar. Es decir, que en Bachillerato se diría que la causa está en la deficiente preparación que se les ha dado a los escolares en la ESO. Los profesores de ESO achacarán sus problemas al nivel alcanzado en la Enseñanza Primaria. Y como no podía ser menos, la culpa descenderá al profesorado de Infantil. En unas jornadas de Educación Infantil celebradas en Madrid, alguien hizo el siguiente planteamiento:
– Uno de los principales problemas que tienen las Escuelas Infantiles en España es que los niños vienen mal preparados de sus casas.
De ahí mi interpelación al trabajo de ginecólogos y comadronas que también podrían achacar el fracaso en su trabajo a la baja calidad de óvulos y espermatozoides.
Haciendo esta consideración al grupo de tutores de medicina asistentes a un curso sobre estrategias de enseñanza y aprendizaje, levantó la mano uno de los asistentes y contó una experiencia que él mismo había vivido en su práctica profesional de ginecólogo. Le pedí que me la contara por escrito y, amablemente, lo ha hecho. Comparto con lector el texto que me ha enviado.
“A la clínica privada donde trabajo llegaron dos reclamaciones en las que se exigía conocer cuál fue el pH y el resultado del test de Apgar del niño. El pH y el test de Apgar miden el grado de sufrimiento fetal durante el parto. Los padres habían visitado al psicólogo del colegio ya que su hijo iba mal en matemáticas (sólo en matemáticas). Éste, tras examinar al niño con varios tests, concluyó que el problema estaba en el parto. Revisamos la historia y los dos partos que había tenido la madre habían sido normales, por vía vaginal y sin sufrimiento fetal”.
¿Cómo es posible que, en este caso, no se analice lo que sucede en la clase de matemáticas? Si en el resto de las asignaturas va bien, ¿no es lógico deducir que “algo” falla en esa parcela del aprendizaje específico?
Llama poderosamente la atención que un fenómeno tan complejo se despache algunas veces de forma tan contundente como superficial. Las causas, a mi juicio, son dos. La primera tiene que ver con la falta de lógica. La segunda, con el olvido de la ética. Me explico. Un análisis riguroso de la cuestión (primera causa) dificultaría llegar a determinadas conclusiones. Por ejemplo, no es lógico que se piense que los niños son trabajadores e inteligentes para todas las asignaturas menos para una. No es lógico pensar que un alumno que ha ido bien en una asignatura hasta una fecha, ahora ya sea completamente inútil para aprender algo sobre ella. Hay poco rigor en la aplicación de explicaciones racionales. La segunda causa hace referencia a la ética. No es inocente el hecho de que las explicaciones siempre nos lleven al desplazamiento de la responsabilidad a otros agentes o circunstancias. La exculpación nos libera de cualquier responsabilidad. Son los otros los que tienen la culpa. No sería ético, por ejemplo, que se explicasen todos los fallos de la sanidad diciendo que los organismos de los pacientes son muy frágiles y no resisten los excelentes tratamientos de los profesionales.
Se equivoca quien piense que, al hacer estas reflexiones, estoy atacando a los profesores, descalificando su trabajo, cuestionando su tarea. No. Estoy tratando, sencillamente, de que hagamos autocrítica y de que mejoremos nuestras complejas, decisivas, arriesgadas y apasionantes prácticas profesionales.

7 respuestas a «Matemáticas y ginecología»

  1. Continuando con la metáfora de la sanidad, los profesores que se quejan de la deficiente preparación de sus alumnos podrían compararse con los médicos que se quejaran porque los pacientes les llegan \

  2. Querido Miguel, como decirte que estás en lo cierto pero que además siento que estamos en las preliminares de las preliminares de la reflexión acerca de esto que planteas… Te escuché cuando visitaste mi ciudad y creo que hay que hacer algo, en principio se podría comenzar con enseñar \

  3. Saludos querido Miguel,soy representante de padres en el Consejo Escolar de un CEIP y en un IES.Hace poco tiempo en el c.e. del CEIP tratando la primera evaluación los resultados de 6ºeran todos maravillosos practicamente todos aprobados y comento la pena que sentia al saber que en 1º de la ESO suspenderian la mitad de la clase(yo tengo los datos del IES de varios años).Me contesta una profesora que el problema es la familia y yo le contesto que es la misma familia la de sexto que la de 1º de la ESO,otras veces son las hormonas.Gracias por tus palabras.

  4. Continuando con la metáfora de la sanidad, los profesores que se quejan de la deficiente preparación de sus alumnos podrían compararse con los médicos que se quejaran porque los pacientes les llegan muy enfermos. ¿Acaso no es ése el trabajo de los médicos? Aún suponiendo que los alumnos lleguen con deficiente preparación, no acabo de entender qué ganamos buscando culpables. Empleemos esas energías en trabajar junto a nuestros alumnos, especialmente con los de menor preparación, pues son los que más nos necesitan. Los pacientes sanos no necesitan del médico.

  5. La metáfora médica es una atrocidad (aunque tenga prestigios platónicos). ¿Qué tipo de sociedad es capaz de igualar al que va al médico con el que va a la escuela? Esta metáfora debe pensarse bien… porque implica un concepto de la escuela como institución de sufrimiento. Por favor! Es decir, que con la metáfora se está indicando -identificando- la felicidad del que no necesita ir al médico como la felicidad del que no tiene que ilustrarse. ¿Es la cultura un sufrimiento? Pues apaga y vámonos, y que inventen ellos y nosotros a buscar culpables/responsables. Pero si es muy sencillo y lo decía Kant: Sapere aude. lo demás son milongas. Y sí: se puede ir al médico sano, para prevenir; se puede ir a la escuela sano, para aprender. Lo malo es una sociedad como la española que no entiende esto y sigue encastillada (en algún caso) en la creencia absurda de que las instituciones escolares son reductos del nacionalcatolicismo. Seamos serios, señores: método y rigor. y no tanta metáfora. Qué poco amamos la libertad los españoles, y el saber!

  6. Hola, Miguel Ángel.

    Te acabo de descubrir buscando el poema de Puntos de amargura; voy a continuar leyendo, porque seguro que voy a encontrar temas y escritura que me vana gustar tanto como las que acabo de ver.

    Estoy totalmente de acuerdo con lo que comentas; me parece que lo expresas de manera cristalina. Es más, creo que cualquier persona (docente o no) flexible y abierta debería entender lo que estás diciendo, y ver el sinsentido que muchas veces es el cargar las tintas en la mala base (que existirá en muchos casos, sin duda). Si todos anduviéramos echándole la culpa al que nos entregó el testigo de cualquier trabajo “por etapas” como es la enseñanza, acabaríamos… no sé… en Noé… o quizá mucho más arriba. Asumamos nuestras responsabilidades sin acudir a la comodidad de descargarnos en el anterior y admitamos nuestros errores como cualquier otro ser humano, que no por enseñar a los demás debemos creer que somos perfectos.

    Te voy a enlazar en mi blog, si no te importa.

    Saludos

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