Cuando se roba a una persona dinero, joyas, cuadros o cualquier otro objeto de valor, si el ladrón arrepiente, puede restituirlo. Cuando se roba el tiempo, no hay forma de devolverlo. El tiempo pasa irremisiblemente. Cada uno puede hacer con su tiempo lo que le venga en gana. Nadie debería disponer del tiempo de los demás contra su voluntad.
Decía Víctor Hugo (recomiendo el interesante libro que Vargas Llosa acaba de dedicar a este prolífico escritor, “La tentación de lo imposible”): “Tan corta como es la vida, aún la acortamos más por el insensato desperdicio del tiempo”. El problema radica en que una buena parte de pérdida está forzada por personas incapaces de respetar los bienes ajenos.
Hay personas que roban el tiempo a los demás de manera impune. Se dice que el tiempo es oro, pero no parece ser de los mismos quilates que el que se utiliza para diseñar y hacer joyas. “Tener tiempo es la posesión del bien más preciado por quien aspira a grandes cosas”, decía Plutarco. ¿Por qué nos lo arrebatan? Aunque quisiéramos luego malgastarlo, ese tiempo es nuestro. El problema se agrava porque este tipo de robos se produce a plena luz, con todo el descaro, con la mayor impunidad.
Podría multiplicar los ejemplos. Me voy a detener en tres: atascos en las calles y carreteras, colas en los Bancos y esperas en los aeropuertos. Cada ciudadano tendrá una experiencia abundante en las situaciones de robo.
Cada mañana, para llegar al trabajo, muchos ciudadanos nos encontramos con un atasco considerable. Lo mismo sucede al finalizar la jornada. Todos los días. ¿Quién nos devuelve el tiempo perdido mirando la matrícula del coche que nos precede? Se puede saber que si se construyen miles de viviendas, si aumentan los estudiantes, si crecen los polígonos industriales… va a producirse un incremento de vehículos. ¿Es que es necesario ver un impresionante y cotidiano atasco para ponerse a pensar en las soluciones? ¿No es lógico crear las estructuras necesarias a medida que va creciendo la población? ¿No se puede planificar de forma razonable? No se trata sólo de saber hacer las cosas. Hay que hacerlas a tiempo. Afortunadamente Noé construyó el arca antes del diluvio. Los coches no se han multiplicado por milagro. No llegan a las carreteras de forma imprevista. ¿Por qué no se han puesto los medios para evitar estas previsibles aglomeraciones?
Cuando vamos al Banco, tenemos que hacer cola de manera casi sistemática. Puede haber una ventanilla con el correspondiente cartel: “Fuera de servicio”. ¿Por qué no nos atiende la persona que está detrás de esa ventanilla? Pues porque está haciendo las tareas que le interesan al Banco. Con más personal podrían atender a los clientes y realizar las tareas que exige la gestión de nuestro dinero. ¿No ven los directivos las colas?, ¿no saben que con más personal estaríamos menos tiempo esperando? ¿Quién nos devuelve ese tiempo perdido?
Cuando hacemos viajes de avión nos encontramos frecuentemente con esperas incomprensibles. Averías, cambios de tripulación, imprevisiones, pérdida de equipajes, demora de aviones, abastecimiento de combustible… Tiempo perdido. Lo más que recibes es una explicación de dudosa credibilidad. No le permitiríamos al ladrón que se fuera impunemente después de pedirnos perdón por habernos robado la cartera. “Perdone por las molestias, señor (o señora), la causa ha sido que quiero tener una cuenta más grande”. Resulta más indignante que te tomen el pelo. “El vuelo con destino a Málaga está retrasado por causas operativas”. ¿Causas operativas?, “qué es eso de “causas operativas”? Nos consideran imbéciles.
No sé lo que pensarán los responsables de estos latrocinios. ¿Qué hace el alcalde mientras ve la ciudad colapsada?, ¿cómo puede soportar el Director del Banco esas colas que llegan a la puerta?, ¿qué piensan los responsables de las compañías aéreas de las reiteradas esperas de los pasajeros?
El tiempo de los poderosos es oro, el de los ciudadanos y ciudadanas es basura. No hay problema alguno si lo tiramos. El tiempo perdido es inversamente proporcional a la categoría de las personas. Mientras más categoría, menos tiempo perdido. Mientras menos categoría, mas tiempo robado.
Me sorprende la paciencia de los sufridos ciudadanos. He visto a los viajeros sin rechistar sentados en el avión más de una hora sin saber cuál es el motivo de la espera. Los he visto en la cola del Banco sin hacer una mueca de impaciencia. Veo cada día que los conductores se entretienen en pleno atasco tamborileando con los dedos sobre el volante.
Algún día habrá que hacer el cómputo de tiempo perdido a la semana, al mes, al año, en la vida. Descubriremos entonces que nos están robando una parte importante de ella. ¿Qué haremos entonces? ¿Iremos a los tribunales a denunciar a los ladrones?
Es impresionante la impunidad de los ladrones de tiempo. Nunca les pasa nada. Nadie entra en el Banco con las esposas para detener al Director, a ningún juez se le ocurre meter al alcalde en la cárcel, ningún ciudadano grita “al ladrón:” cuando ve a un responsable de una compañía aérea. Al pobre desgraciado que roba una gallina le llevan a la cárcel.
Nada digo de las consecuencias que pueden tener las esperas (casi nunca inesperadas). La casuística es infinita, pero todos hemos llegado tarde a reuniones, recibido multas por superar el tiempo de aparcamiento, perdido combinaciones aéreas decisivas, llegado impuntualmente a citas, sufrido una tensión innecesaria… Sin embargo, los “responsables” viven tranquilamente su irresponsabilidad.
El tiempo es de cada persona. Nadie debe obligar a nadie a dilapidarlo. Cuentan que cuando Bernard Berensen, conocido crítico de arte, estaba a punto de cumplir noventa años, dijo: “Me gustaría ponerme en una esquina con el sombrero en la mano, pidiendo a los transeúntes que dejasen caer en él todos los minutos de su vida que jamás utilizaron”.
Los pacientes (e impacientes) ciudadanos deberíamos demandar a quienes nos roban un bien tan preciado. No hay derecho a cometer estos robos a plena luz, de forma tan descarada y con total impunidad.
Ladrones de tiempo
13
Nov
Me agrado mucho la manera de concientizar sobre el gran valor del tiempo. Mi reconocimiento y gratitud por esto.
Si, que verdad tan grande el robo del tiempo y el desperdicio del mismo, es lo que no nos enseñaron de niños, porque no le dieron importancia y cuando realmente se dan cuenta ya es poco el remedio que se puede aplicar, todo se va en lamentos entonces es cuando la vejes y la experiencia se encuentran, y se oye decir que no hubiese hecho si no hubiera perdido tanto tiempo… Gracias por esta hermosa explicación. Siempre voy a estar leyendo todo este bello contenido. Rosaura.
Hace tiempo, mucho tiempo, pensaba de forma similar y aun hoy, en algunas ocasiones, también, sobre todo, cuando mi retraso afecta negativamente a otras personas. Pero últimamente he cambiado el enfoque y, en vez de «perder el tiempo» en colas y esperas en aeropuertos, lo «invierto», lo he convertido en un tiempo PARA MÍ: siempre llevo a mano un libro, una libreta y un bolígrafo; leo, pienso, recojo mis ideas, reflexiono, admiro el paisaje, escucho música, siento el momento, vivo…No puedo cambiar la situación, pero sí la forma de percibirla. No tenemos poder sobre los acontecimientos, pero sí sobre el efecto que nos producen.
Hace tiempo, mucho tiempo, pensaba de forma similar y aún hoy, en algunas ocasiones, también, sobre todo, cuando mi retraso afecta negativamente a otras personas. Pero últimamente he cambiado el enfoque y, en vez de «perder el tiempo» en colas y esperas en aeropuertos, lo «invierto», lo he convertido en un tiempo PARA MÍ: siempre llevo a mano un libro, una libreta y un bolígrafo; leo, pienso, recojo mis ideas, reflexiono, admiro el paisaje, escucho música, siento el momento, vivo…No puedo cambiar la situación, pero sí la forma de percibirla. No tenemos poder sobre los acontecimientos, pero sí sobre el efecto que nos producen. Y, si no permito que me roben mi tiempo, nadie me lo robará.