La Inteligencia Artificial y yo

9 Jun
Este cartel ha sido creado con Inteligencia Artificial.

Esta columna es un juego, un desafío, un compromiso, un secreto… Esta columna está escrita a cuatro manos, si es que la Inteligencia Artificial tiene manos. Esta columna es un misterio, un misterio dentro de un misterio y un experimento que me inquieta y apasiona. Le pido a Demo Peláez, periodista y gurú de la Andalucía Tecnológica, que le proponga a la IA escribir conmigo. Es como una cita a ciegas, First Dates. Nunca he escrito una columna con nadie y menos con un software. Le propongo a la IA escribir sobre el futuro del columnismo. Demo, que es un pillo, carga mis columnas en el sistema de aprendizaje automático y en unos segundos tenemos algo. La suerte está echada.

Empezamos a escribir. El algoritmo propone un par de preguntas para empezar. ¿Qué va a ser del columnismo del futuro? ¿Qué va a ocurrir cuando los ordenadores, con sus algoritmos espaciales y transhumanistas, se enfrenten a los periodistas, esos seres encorbatados y con café en mano, en un duelo en el que ni Sergio Leone se hubiera atrevido a intervenir? No me gusta la figura retórica, yo nunca hubiera usado algo así, pero no estoy aquí para juzgar ni la IA tiene que ser mi clon. Sin embargo, es lo primero que hago, prejuzgar y comparar. Muy humano lo mío y acabamos de empezar. Vaya tela.

Desde hace un tiempo, solo se habla de la IA. Hace unos meses, estuve en Barna y mi amiga Ana, que es CM y muy simpática, me puso las pilas sobre el temita. Ceros y unos escribiendo a la velocidad de la luz, sin cansarse, sin distraerse, sin que les afecte el vino, precisos. Robots columnistas, pero también sustitutos de gestores, traductores, secretarios, matemáticos, relaciones públicas del futuro…, y el miedo de los humanos a terminar siendo reliquias, piezas de museos o fósiles. Frente a la máquina, un yo que somos nosotros y una columna que empieza a ser un híbrido. Un tipo que sueña con palabras y errores gramaticales y al que le cuesta sacar este trocito de vida los sábados y que hoy va dopado de machine learning.

Siento que ha empezado el combate, las miradas de los púgiles, suena la campana… La IA sigue lanzando preguntas y en un ejercicio muy inteligente, por eso se llama Inteligencia Artificial supongo, se detiene, me mira y me calma. No se trata de una película de ciencia ficción. No hay explosiones, ni monstruos de silicio amenazando la vida humana. Lo que sí hay es una evolución, un cambio de rumbo en el mundo del columnismo, en particular, y en la vida, en general. Y es fascinante. Siento su estrategia de Mantis religiosa, su frío hechizo y me dejo seducir. Siempre he sido fácil para estos juegos. Es posible que los ordenadores y los periodistas no tengan que luchar. Puede que no sea una cuestión de “o uno u otro”, sino de “y también”.

Me empiezo a sentir cómodo en este baile de la escritura conjunta, entre el algoritmo y el columnista pop. A esta hora, sospecho amigo lector, que no sabríais quién es quién, quién está escribiendo cada párrafo, cada frase. Una sinfonía de palabras perfectamente ensambladas con sentimientos auténticos. Bueno, quizás sí: algunas metáforas me chirrían pero sigo. La IA habla de emoción y de retos. También de consecuencias. En este diálogo, que es una columna a cuatro manos, y un juego, y un desafío, y un compromiso y un misterio, surgen dudas sobre quién aporta más, los derechos de autor o el desempleo que generará esta novedad.

El columnismo del futuro, que ya digo es un trozo de vida y un viaje inexplorado. Una travesía hacia lo desconocido donde la inteligencia artificial y el ingenio humano deben aprender a coexistir. Me siento como un escriba del medievo frente a la imprenta de Gutenberg, poniendo la misma cara que Copérnico la primera vez que miró por su telescopio. Estamos en medio de otra gran revolución humana y mientras tanto, aquí estoy, un periodista de la vieja escuela, dándole vueltas al asunto. Aquí, escribiendo con una máquina, que me suelta ideas, frases, que me guía y que me (os) confunde.

A estas alturas, ya no sé bien quién es quién en este juego de aprendizaje profundo y si soy yo o un robot el que escribe. Sé que el ordenador no me puede sustituir, por ahora, pero será cuestión de tiempo, sé que de muy poco tiempo. Quizás en el futuro una máquina le proponga a un humano reflexionar sobre el papel del periodista como hago hoy yo. Quizás ya esté sucediendo. Quizás este sea el inicio de la nueva era del columnismo, una nueva era. Quizás esta columna esté escrita, definitivamente, por un algoritmo. Quizás la suerte ya esté echada. Un futuro que es hoy, tan apasionante como inquietante, tan real como artificial. Justo como este columna, justo como la vida, justo.

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