Shakira es la nueva Belén Estebán. Una princesa del pueblo posmoderna y vengativa, una súper-heroína que ha dado la vuelta a medio mundo con una canción y ha superado todos los récords y leyendas. Shakira es la nueva Pantoja pero sin tragedia, todo muy 2023, con su autotune y su Bizarrap. Shakira es una niñata despechada de instituto que tiene todo su derecho a despacharse aunque me gustaría saber si ha medido el alcance de la detonación. Shakira es Emily Bronte en Cumbres Borrascosas, Macbeth, El Conde de Montecristo y El Padrino moviendo las caderas. Shakira es Neruda cuando escribió aquello de “es tan corto el amor y tan largo el olvido”.
A mí lo de Shakira “no me importa, me digo” pero, en verdad, no puedo quitarme y sí que me importa. Es como una droga o como un accidente de tráfico en la carretera que al pasar tienes que mirar y no puedes dejar de mirar. Lo hablamos en familia, y mi hija Álex me dice: ·”es el drama que necesitaba en mi vida, ajeno pero interesante”. Todos hemos caído como por un hondo y oscuro sumidero: los ciudadanos que somos consumidores de la historia y los medios que somos más tontos que Pichote. Un relato de escarnio público y universal, de venganza y trapos sucios del que diré, por delante, que no me gusta nada.
A mí lo de Shakira, como mensaje y como ejemplo, no me gusta nada y me parece una pasada de frenada. En tres canciones, la colombiana ha superado el pack del Hola -BBC: boda, bautizo y comunión por 300.000 lereles-, ha sacado la faca y ha colocado el lote completo que por eso ahora las “mujeres ya no lloran, las mujeres facturan”. Millones de visualizaciones que son dólares, zascas y navajazos a su ex. “Que sí, Shakira, que te puso los cuernos y qué es una putada” pero, al menos, para mí, si yo fuera tú, me pediría un poco más de elegancia y sororidad. * Nota: lo de citar “claramente” a Clara Chía, es poco educado, brillante y feminista. No me mola aunque lo de la Chía con Geri da para otra columna.
A mí lo de Shakira me hace tomar perspectiva. Todos hablamos de ello a todas horas y todos tenemos una opinión. Charlo con unas amigas y les pongo un ejemplo: “conocéis a mi mujer y sabéis que tengo un programa en la tele, os gustaría que tras una infidelidad pusiera a mi mujer a caer de un burro públicamente”. Me dicen que no les gustaría. Pues eso. No se trata de mujeres u hombres sino de saber estar. Ojo, que tampoco me gustaría que me puisieran los cuernos y que mal uno, Pique, y que mal la otro, Shaki. Y luego pienso en el ejemplo, en los hijos de ambos y en lo difícil que se les va a poner a todos todo por la canción y por todo lo demás.
A mí lo de Shakira, como canción, me suena a clásico que se quema en pocos segundos y que, a la vez, siempre quedará como el gato de Schrödinger. Un hit a lo Rocío Jurado, Pimpinela o Paquita la del Barrio, “rata de dos patas, animal rastrero”, pero con más flow y luces LED de fondo. Una canción desde el rencor del desamor como ya lo hizo Amy Winehouse, Luz Casal o los Siniestro Total. Una movida despechá a lo Rosalía con rabieta adolescente y una venganza servida en plato frío sobre una pantalla donde se ve el marcador de Youtube que sube hasta el infinito y más allá.
A mí la canción de Shakira me parece un pelotazo, ya digo. Un tema que viene para quedarse, sino la quemamos este finde, bien armado, y con todos sus ingredientes para que no pare. Un número 1 que ya tiene hasta la típica polémica del plagio, y con un Bizarrap que brilla en la oscuridad y que es el chico más listo de la clase sentado en la última fila. * Segunda nota: poco hablamos de Bizarrap que todo lo que toca lo convierte en oro y Trendig Topic, ya lo hizo con Quevedo, René, Duki… En fin, que igual que reconozco que la canción supera mis juicios morales de salón de té, también digo que es un temazo y que hay que celebrarlo y bailarlo.
A mí lo de Shakira también me hace preguntarme cosas como profesional de los medios. Todos hemos entrado en el juego, tirándonos por el puente de una operación de marketing gigantesca y sin pensar. Los medios vivimos de contar historias, y esta historia tiene todos los ingredientes de una novela de Dostoievski o de un buen culebrón colombiano. Historia o espectáculo pediría un poco de mesura y de reflexión antes de lo urgente. Y lo digo yo, sí, que abrí el jueves nuestro programa de la tele con la sesión, que estoy aquí escribiendo antes del cierre y que entono el mea culpa y luego la canción, “auuuuu”, mientras voy a la nevera.
Porque a mí lo de Shakira me vuelve a demostrar, y ya termino, lo humanos que somos. Seres humanos geniales y llenos de contradicciones, opiniones y paradojas. Ella, él, nosotros…Todos criticamos y todos bailamos, a la vez. Todos esperando el próximo capítulo de esta historia. Todos sintiéndonos Shakira, Piqué o Clara, entre el Rolex y el Casio, lobas y novatos entre Macbeth y Belén Esteban, un drama ajeno pero interesante que demuestra lo frágil de la vida y que nos recuerda aquello de Neruda – leer con voz lenta y engolada-, lo de “es tan corto el amor y tan largo el olvido”.