Domingo. Resaca del Alumbrado y dolce far niente. Al domingo, en casa, le llamamos el Bartol@´s Day. El día de tumbarse a la Bartola y no hacer nada. Se trata de permanecer quieto el máximo tiempo posible y de que todos hagamos lo que nos apetezca. Al final, por la mañana salgo con la bici a la montaña y con la tabla al mar. Leo un poco. La tarde la descanso y veo el fútbol en familia. Hace años que no veo un partido entero. España ha empatado y yo recuerdo a Eduardo Galeano, glosador y exégeta del dios redondo, cuando decía que el fútbol es “la única religión que no tiene ateos”. A casi todos se nos ha olvidado lo de Qatar y lo de los derechos humanos. Lo sabemos pero, en verdad, nos nos importa y no nos importa porque no hacemos nada. El fútbol, debemos reconocer, tiene algo atávico y poderoso que lo borra todo. Que ahorquen a los homosexuales o que las mujeres sean tratadas como menores de edad ya es solo un breve en el periódico. En fin.
Lunes. Viene a la tele Rocío Madrid. Rocío es un vendaval ambulante y muchas risas. Rocío sabe muchísimo del negocio y podría hacer tele con ella todos los días de mi vida. Cuando llego a casa, le mando un mensaje y me contesta amable, divertida y genial: “…vimos el programa toda la familia y nos pareció chulísimo”. Qué bonito, familia, chulísimo. Martín Moniche, que es sabio, fino y amigo común, me dice de ella que “tiene una energía súper-bonita” y es verdad. Al final, acabamos el programa con una declaración de amor de Arturo Morán y una petición de boda a Sandra, su mujer: “…que si se quiere casar conmigo una vida entera”, dice. Aplaudimos, brindamos y reímos por el amor y el humor, y vuelvo a pensar que el amor y el humor estén taaaan cerca. Solo un sonido, una letra, una hache, nada.
Martes. Vuelvo a verme con Juan Gómez Jurado. Gómez Jurado presenta Todo Arde, es el autor de la Trilogía Reina Roja y el que más libros vende en España. A JGJ le he entrevistado varias veces y siempre fluye todo, como dos viejos amigos, como dos putos locos. Le pregunto cuántas entrevistas lleva y responde que “son cientos”. Le digo si es necesario tanta promo, habiendo vendido 2.5 millones de libros de su Santísima Trinidad, y responde que sí y sonríe como un niño caprichoso que se levanta a las once y pide solomillo al whisky en Sevilla. Dice que “si alguna vez has querido mandarlo todo a la mierda, este es mi libro”, y hablamos del hartazgo generalizado, y yo le contesto que me parece un slogan brutal, puro marketing, y que ahí estamos todos, “intentando sortear la mierda”. JGJ concluye, “además el libro tiene a cinco `personajes malagueños´, uno de ellos se llama `el Málaga´”, y lo dice en Málaga, “qué jodío”, y pienso en lo de saber hacer promo y en que este tipo es mucho más inteligente de lo que parece y ya parece muy inteligente.
Martes. Vuelvo a ver Rafatal que está celebrando 25 años en el mundo del cine. Ver a Rafatal es como un buen chorrazo de aire acondicionado en un día de terral. A Rafatal no se le puede dejar de querer. Rafatal es Rafatal y es casa aunque no tengas casa.
Miércoles. Os confesaré algo. Nunca había entrado en el Teatro Cervantes. Os lo juro. Sabía que la primera vez que pisase el Cervantes, sería trabajando, sobre el escenario, haciendo algo bonito. Vamos al Cervantes para presentar a Diana Navarro y celebrar los 30 años de la Fundación Cudeca. Cudeca es milagro que nació de un sueño. Recaudamos mucho dinero. Diana está increíble y su voz luminosa, de pronto, se escapa del teatro, recorre la ciudad y llega hasta el fondo del mar, a esa línea que cose el agua y el cielo. Justo ahí, en ese momento, cuando la voz de Diana parece que se va a romper como un cristal finísimo, miro al techo del teatro, que es una catedral azul y laica de la cultura, y leo: “gloria a las bellas artes”, y creo que soy feliz de emoción y doy las gracias por la suerte que tengo y por la semana que llevo.
Jueves. Me pongo al día con esta columna. Hago la tele. Preparo la presentación de mañana. Estos días, parece que todo el mundo está resfriado. Vuelve a jugar España que pierde y pasa y sufre, y cuatro países se detienen frente a la pantalla esperando que suceda el milagro, el gol, y cuando acaba el partido, antes de poner un rato de Borgen, vuelvo a pensar en Galeano cuando dijo: “…y yo me quedo con esa melancolía irremediable que todos sentimos después del amor y al fin del partido”.
Viernes. Madrugada. Escribo el final de esta columna. 800 palabras y sigo. Leo, releo, corrijo y me doy cuenta, otra vez, de que soy un tipo muy afortunado. Tengo un trabajo que me apasiona hasta quemarme y con el que me pasan cosas geniales y al contarlas aquí, por arte de magia, las ordeno y las dejo, negro sobre blanco, suspendidas en el tiempo como en una memoria externa.
Viernes. Mediodía. Presento en el Uppery Club. El Uppery Club es un sitio al que hay que ir pero al que te tienen que invitar. Me cruzo con buenos amigos. Premios Tourism Hub 2022: excelencia, talento, tecnología aplicada al turismo… Hablo con Javier Noriega, del Clúster Marítimo, que es un boxeador de la palabra, y recordamos que fue él y sus compinches de AJE los que me dieron la oportunidad de empezar a presentar aquella noche en Málaga, la primera vez, en el Museo Picasso, emocionante, febril, divertido, como esta semana en el Cervantes, como hoy aquí, en el Uppery Club, y así, adelante, siempre adelante.