Es posible que sea verdad. Eso de que quizá la lección más grande de la historia es que nadie aprendió ninguna de las lecciones de la historia. Aunque el relato se repita o se parezca, como un bucle, una y otra vez, pasando de generación en generación, siempre se termina olvidando, perdiendo de nuevo y, finalmente, repitiendo o pareciéndose demasiado. La historia, que resulta tozuda y no cede, es un sucesivo volver a empezar que no aprendemos, una especia de bucle eterno, una rima de Bécquer… Decía Heráclito que “no te puedes bañar dos veces en el mismo río”, pero la verdad es que el río de la historia se parece mucho, siempre, a sí mismo y suena y resuena.
Hoy la columna va de historia, de lecciones de la historia y de una historia con varias lecciones. Ya en el siglo XIV, Ibn Jaldun perfiló una obra en la que trataba el auge y caída de las civilizaciones como un hecho que se repite de manera cíclica. Giambattitsta Vico, siglos después, abordaba el constante bucle repetitivo por el cual surgen y decaen los imperios. Tic tac, tic tac, una y otra vez y otra vez, ese hierro viejo: la memoria insistiendo, replicándose, olvidándose, volviendo a reaparecer como un juego de Matrioshkas. Se le atribuye a Mark Twain la frase de que la historia no se repite, pero rima. Pues eso, la historia rima.
Pensamos ingenuos que siempre somos los primeros, que lo nuestro nunca pasó antes, que somos especiales y nos solemos equivocar. Antes que el Holocausto Nazi sucedió el genocidio armenio que produjo varios millones de víctimas. Antes que la pandemia de Covid-19, la Gripe Española y la Peste Negra. Antes que la crisis inmobiliaria, fue el Crack del 28 y antes la Gran Depresión de 1873. Todo se parece demasiado y se parecerá si no aprendemos e, insisto, que no aprendemos. A los hechos me remito.
Ahora todos miramos asustados a la brutal invasión de Ucrania. Se escuchan el sonido de los misiles en las cancillerías europeas y el cielo se tiñe de rojo en Mariupol. Nos preguntamos de dónde surge la voraz vocación invasiva de Putin. Intentamos entender algo de este letal gran crucigrama y calcular dónde está la solución, cuánto durará el conflicto, cómo nos afectará realmente… No tengo ni idea, la verdad, pero sí sé que la historia se vuelve a replicar o, al menos, ya digo, que rima. Rusia, como otros tantos países e imperios, como esta nuestra España, ha reincidido en su historia una y otra vez, y lo vuelve a hacer en estos días.
Y ahora va la historia con lección. Año 1863. Levantamiento de Enero en Polonia. En verdad digo Polonia pero hablo de Polonia, Lituania, Bielorrusia, Letonia, partes de Ucrania y Rusia occidental. El pueblo, contra el Imperio Ruso. Un pueblo machacado que quiere ser otra cosa. La insurrección fue intensa pero corta. El zar solo tardó unos meses en aplastarla. Las potencias europeas quisieron intervenir pero no lo hicieron por no desatar una gran crisis mundial o una guerra a gran escala. ¿Les suena? Eso sí, se crearon unas brigadas internacionales, se enviaron divisas y armas. La prensa rusa utilizó la guerra para demostrar que todo el mundo estaba en su contra. Polonia era responsable y fue aplastada. Fin de la historia. Ahora cambien en este relato a Polonia por Ucrania y la simetría con la actualidad, más de 150 años después, da miedo.
Rusia invadiendo regiones y países, reprimiendo revueltas, pensando que el mundo está en su contra, extendiendo el terror entre sus conciudadanos, alimentando una red de espías y censura, exiliando a los opositores a Siberia, “al Gulag, Sergei, por ir contra la gran Madre Rusia”. Contra persas, otomanos, polacos, en Georgia, Azerbayan, Ucrania, desde Alaska hasta París, frente a los pueblos eslavos, nórdicos… Rusia preguntándose en el diván de Vygotsky qué es, quién es, hacia dónde debe ir ese inmenso país de diecisiete fronteras que son diecisiete cabezas. Ser o no ser, bogar hacia Europa y occidente o mirarse en el ombligo moscovita. Antes, ahora, mañana…, igual que el resto de imperios, el británico, el español, Bizancio, que nunca terminaron de saber sobre sus límites, costuras y honduras. La historia de Rusia es un bucle y una pregunta que rima, y claro que rima.
Un bucle, una constante, una pregunta, una rima de Mark Twain, un diván de Vygotsky… Rusia se repite, como España lo hizo con sus guerras civiles, y choca contra un muro y a Ucrania le toca llorar sangre mientras canta Stefania. El siglo XXI se mira en el espejo del XX y en el reflejo se ve demasiado igual, y temblamos al pensarlo. Se repite la estupidez humana, la irresponsabilidad política, el ansia de poder, el silencio y la indiferencia de algunos, el pánico, el cielo ensangrentado… Putin se parece demasiado a Napoleón, a Hitler, al Zar Alejandro, a Stalin… La historia tozuda, dentro de un bucle, una muñeca rusa. Avanzamos, sí, pero el relato no es una línea recta. Más bien avanzamos en círculos. Quizás nos toque estar retrocediendo.