Dice Cristóbal Villalobos que se hizo del Málaga el mismo día que desapareció. Que nació huérfano de fútbol, sin pasión que le diera cobijo, y que “qué mala suerte”. Villalobos, que es un pillo y sonríe como un pillo, escribe tan bien de fútbol como de la guerra y bebe de Jabois, de Umbral, de Nieto Jurado porque quiere y porque puede. Dice que se hizo del Real Madrid por estética y del Málaga por situación geográfica. Dice Villalobos que ya le editan en Portugal y empezamos a hablar de lo nuestro, la tribu, las palabras, el fútbol, esas cosas.
Cristóbal Villalobos ha escrito un pequeño libro de mano, que es una joya y una enciclopedia, sobre la historia del Málaga, que es su propia historia y la de nuestra ciudad, sobre una memoria colectiva y una prosa eficaz de vidrio y metal. “Sueños y naufragios”, que así se titula la cosa, evoca a Manuel Alcántara, maestro de tantos, cuando dijo aquello de que Málaga emergía y naufragaba entre desastres y sueños, y yo pienso que es un buen título y es una gran referencia.
“Sueños y naufragios” es el relato de la historia de un club, el Málaga C.F. que las ha visto de todos los colores, subir, bajar, desaparecer y aparecer y volver a desaparecer, resurgir de sus cenizas para conquistar el cielo de Europa y los suelos de muchos corazones. Un apasionante texto que se lee en un rato y que no exige de afición, ni de malaguismos. Una brillante crónica entre los Baños del Carmen y La Rosaleda, Viberti y Pellegrini, Oliver Atom y las ganas de soñar, de creer hasta la fe. Galeano, a este respecto, escribió que “el fútbol es la única religión que no tiene ateos”.
Yo, que me he quitado del fútbol y ya solo me interesa su literatura, agradezco este ejercicio de Villalobos con la editorial Libros del K.O. Uno, que es del Atleti y ha visto caer a su equipo cruelmente en la final de la Champions, dos veces, contra tu máximo rival, sabe que ya no hay nada que saber y que es mejor leer las crónicas épicas que esperar a los goles que no llegan, a las estrellas imberbes, al minuto 93… Lo cuenta Villalobos a su manera, siempre entre profe de insti y chavea de El Palo: “fútbol como arte, como terapia, no como sufrimiento”. Pues eso.
Lo que más me gusta de Villalobos, ya le pasó con su anterior libro “Fútbol y fascismo”, es esa compleja facilidad para contar anécdotas ya perdidas, recuperándolas, engrandeciéndolas, y entreteniendo al personal, que de eso va esta profesión de la palabra. Anécdotas como aquel accidente de avión de la expedición del Málaga en Tenerife o la muerte del portero, Gallardo, al que se recuerda en una puerta de La Rosaleda. Pero Villalobos siempre cuenta más, entre el sueño y el naufragio, ya digo, con su sonrisa de pillo evocando lo que nuca fue.
Cuenta Cristóbal Villalobos, por ejemplo, que hubo dos leyendas que tumbaron al Málaga, Helenio Herrera y el divino Zamora, cuenta Villalobos sobre el lustro en la elite por obra y gracia de Viberti, el huracán argentino al que quiso el Madrid, y cuenta el Hat Trick de Guede y sobre el Jeque de Wallapop, Naranjito, el gol de Iniesta o el Trofeo Costa del Sol con sus equipos exóticos y el chancleteo en la grada, cuenta los recuerdos de la infancia, que es la única patria que tenemos, los cromos, los recreos en coles de curas, las eternas vacaciones de verano… Cuenta mucho y bien en este pequeño gran libro, mi admirado Villalobos que se asoma, cuando le dejan, por ABC, El Norte de Castilla o Jot Down, escribiendo de vidrio y metal.
Hablo con Villalobos, un rato y se me hace corto, y me dice que es del Madrid por estética y del Málaga por geografía, y yo pienso que soy del Atleti por vocación y (ya) del Málaga por voluntad y mucho cariño. Málaga y Atleti, tan bonitos y malditos, y este periodista pop que lleva años informando, entreteniendo en esta bendita Costa del Sol, ya se ha acostumbrado a ese sufrir similar y a las alegrías de mis compinches. Porque pienso en el Málaga y pienso en amigos y conocidos, Manolito Azuaga y su familia, Godoy, Pariente, Villena, y los doctores Ramírez y Trujillo, y Pedro Artillo, y Rocío…, y si a ellos les gusta el blanquiazul pues a mí también me gusta y santas pascuas porque esto es fútbol, coño, la cosa más importante de las cosas menos importantes y vale ser de dos equipos, si quieres.
Villalobos, ya termino, escribe tan bien del fútbol como de la guerra y narra con sencillez aquel Málaga capaz de subir de Tercera a Primera, reforzándose de jugadores e ilusión, hasta ganar al Barça de Guardiola, Figo y Luis Enrique, conquistar la Intertoto con Peiró y llenar, otra vez y otra, La Rosaleda, hasta aquel “penalti cabrón” que cantaba Sabina y aquella derrota alemana “de nuestras vidas”. Villalobos, que nació huérfano de fútbol, escribe como Isco, elegante y con una clase de filigrana cortada, sobre este Málaga que duele entre sueños y naufragios.