Salva Reina, Chuki, tiene los bolsillos llenos de confeti, los pelos revueltos y una sonrisa contagiosa. Salva Reina es un mimo al que un día le salió la voz, un cómico que se hizo niño, un niño que todos los días se convierte en payaso y, cuidado, ser payaso es algo muy serio. Salva reina en Málaga, es Patrimonio de la Humanidad, contesta a todos los mensajes de WhatsApp y siempre parece estar a punto de asaltar otro escenario, de estrenar otra peli, de troncharse de risa. Salva tiene una personalidad encantadora, oficio, talento, horas de trabajo y una sala fantástica que se llama La Cochera Cabaret. A Salva se le quiere mucho y alguien le debía esta columna.
Veo a Salva Reina esta semana con motivo del estreno de la última peli de Ignacio Nacho en el Festival de Málaga. La última peli de Ignacio Nacho, producida en parte por Salva, es un triángulo imperfecto, divertido y conmovedor. Un triángulo Isósceles en el que cabe la comedia, el drama y el amor. Con un guion y unas interpretaciones geniales. Otra joya de nuestro querido Nacho, que días después se lleva una Biznaga, olé tú y enhorabuena amigo, y al que vemos en la premier junto al propio Salva, Mara y al resto del equipo. Vuelven los abrazos y las risas furtivas y un “nos vemos pronto” antes de irnos.
Con Salva casi todos tenemos un “nos vemos pronto”, una pendiente, algo que hacer, porque, ya digo, se le quiere mucho. Con grandes dosis de trabajo, talento, humildad y buenrrollo ha ido conquistando un inmenso terreno profesional y el corazón de mucha gente. Siempre con un chiste cargado, el confeti preparado, la chaqueta naranja, la mirada perfecta, desde SOS Estudiantes hasta la última de Netflix, y dispuesto a colaborar con una causa solidaria y las ganas de otro proyecto al que meterle mano y el ansia de mejorar y otra cosa que producir y así y otra vez y otra.
Hablo con algunos de sus amigos, amigos comunes, compañeros de mil batallas, y todos coinciden en su generosidad, ese talento, ese don especial para las personas, “la gente a su lado se siente afortunada”, me dice una de sus mejores amigas, su constancia, su sacrificio, lo buen compañero que es, lo divertido… Uno de ellos me dice que conocerlo sobre un escenario fue un flechazo, otro que Chuki fue el primero en creer en él, que confió en su “especutacili” antes que nadie. Por cierto, ese es uno de esos shows con taza, guiño, guiño, que más lo están petando en estos días.
A Chucki, como le siguen llamando muchos de esos amigos, le hemos visto haciendo monólogos o teatro, siendo Jozé en Allí Abajo, en Zapeando, junto a Fernando Colomo o el otro día vacilando con Roberto Leal en Pasapalabra. Haciendo pelis y promos y mucha comedia. Pero también hemos visto a Salva en un drama como Malaka o en aquel travelling brutal de “La Isla Mínima” corriendo con una oveja encima. La anécdota de la oveja, congelada y chorreante, es para que la cuente en sus memorias. Un actor total, versátil, con el touch y ese brillo especial, y esa suerte que llena la pantalla, la escena, la tele, el instante…
A Salva lo conocí en la tele a través de Álvaro Carrero -cuánto te debo Carrero, lo sé-. Yo presentaba un Late-Show muy loco y él vino varias veces como invitado, al principio, y después ya no sé en qué categoría. El caso es que venía cuando podía y nos reíamos mucho y todos intuíamos ese brillo fantástico que conquistaría el mundo. Recuerdo que en el último programa, justo antes de que lo cancelasen, acabamos tomando gin tonic de Casa Vázquez y mojando Tortas Ramos. En directo. Ya digo muy loco. Si algo podía tender a lo imposible, tendía de manera irremediable en aquel programa y Salva no solo sumaba, multiplicaba. Por aquella época, Salva empezaba otro proyecto: La Cochera Cabaret.
Salva siempre quiso tener una sala y montó La Cochera Cabaret. La Cochera Cabaret es un milagro para Málaga y ya una necesidad. Una sala donde se hace teatro, comedia, música…, y fuera del centro de la ciudad. Uno de los pocos sitios, por cierto, donde te puedes tomar una cerveza y ver cultura. Salva quiso tener un sitio como La Cochera Cabaret, y no solo lo tiene sino que lo mantiene, con lo difícil que es, y lo ha convertido junto a sus compinches en un espacio muy respetado por toda la profesión de este país, y en una productora que invierte en proyectos y arriesga. La última peli, ya digo, de Ignacio Nacho es otro ejemplo. Uno de esos espacios vitales en los que sabes que todavía puede ocurrir la maravillosa posibilidad de la vida, el arte, la risa, la alegría de vivir sobre un escenario.
A la salida de la peli de Nacho, nos encontramos con sus padres y su hermana, y todos sonríen igual, y abrazan igual, y son igual de amables y generosos. Salva tiene una familia y un entorno que se parece mucho a él: sencillos, divertidos, atentos… Su padre, Chico Reina, que es un pillo, siempre al quite, de casta le viene al galgo, me dice que nunca en la vida ha visto llorar a su hijo y lo tiene que ver en las pelis. Que “qué rabia”. Nos reímos y nos emplazamos en la siguiente. Otra vez, un “nos vemos pronto” y es cierto: nos veremos.
Durante este tiempo he entrevistado a Salva en la tele y trabajado con él en monólogos solidarios y siempre me ha encantado su capacidad para conectar con el público en el escenario y después. Lluvia de confeti, abrazos, fotos y un recuerdo irrevocable. He visto muchos genios que luego eran unos gilipollas con la gente. Salva tiene una palabra amable con todos y una foto a tiempo y un gesto…, y eso al público, que somos todos, no se le olvida jamás.
En el escenario y después, con ese brillo y ese don especial, dice Gelibter: “de los actores más conocidos y queridos de la industria audiovisual malagueña y española” y vuelve a acertar. Salva reina en Málaga y es Patrimonio de todos, con su Cochera y sus biznagas, en un photo-call del Festival, los pelos revueltos, la sonrisa contagiosa, la mirada perfecta, tronchándose de risa, justo antes de soltar otro chorrazo de confeti, aplausos, y coger un AVE para Madrid, justo antes de ese “nos vemos pronto” y un abrazo de los buenos y otra risa de las suyas.