Hace años, a la orilla de un verano, a la sombra de una siesta, leyendo Patria, de Aramburu, mi hija pequeña se acercó juguetona y me preguntó que qué era eso. Un libro, le respondí: “un buen libro”, maticé. Ella se quedó callada y volvió al instante: “no, papá, que qué es eso de la patria”. Entonces, se me debió quedar esa cara que ponemos los padres cuando no sabemos todas las preguntas e improvisé una respuesta: “supongo, Anita, que la patria es el sitio en el que uno tiene sus zapatos”. No fue la mejor respuesta para una niña pequeña o sí. A ella le valió, me pidió salir a jugar a la piscina y yo me quedé pensando en lo de la patria hasta hoy.
Como todas las semanas, monto en bicicleta por el campo, atravieso arroyos, me pierdo en los montes. Pero estos días, algo ha cambiado. Un espectáculo de luz lo cubre todo: los almendros en flor tiñen de color níveo a la Málaga interior. Paro mi bici, echo pie a tierra, hago una foto, me quedo en silencio y pienso que, de alguna manera, mi patria son esos almendros en flor, esta nieve dulce que cubre la vista, este instante congelado. Desde una colina, por encima del Llano de Alique, junto a un almendro orgulloso, frágil como un papiro, miro el Mar Mediterráneo y pienso que, por fin, he encontrado mi patria.
He pensado mucho desde la anécdota que he contado en el primer párrafo. Creo que la patria es un concepto complejo y personal. Cada uno de vosotros al leer esta columna, responderá algo distinto. Unos dirán que su patria es España, otros Andalucía, otros que no tienen patria, que son ciudadanos del mundo, algunos lo pensarán un rato y argumentarán que la patria es su familia. Roberto Bolaño, que era a la vez asesino y detective, un autor envolvente al que siempre vuelvo, dijo en una ocasión: “mi patria es mi hijo y mi librería”.
La patria es la humanidad. Creo que la patria debe ser un espacio lleno de pluralidad, de diversidad, de gente distinta, de personas que se mueven y cambian, cada una con su historia a cuestas. Una comunidad cívica en la que ser uno mismo, desarrollarte libremente, poder vivir a tope. Tendría que ver esta patria que reflexiono con la idea de ciudadanía, derechos, obligaciones, cotidianidad, con una idea de convivencia y, por supuesto, de respeto. La patria invoca a diferentes personas a convivir, sin exclusiones, y diseña un espacio común y versátil en el que echar los días.
La patria es imperfecta y, por ello, es bella. Un espacio plural, diverso, incluso sorprendente. En mi patria coexisten muchas formas de patria, de familia, de identidad, de orientación sexual, de colores y lenguas. Un espacio poco homogéneo, mutable, fantástico, del que sentirse orgulloso. Si un día nos atacasen unos alienígenas, todas las naciones del mundo seríamos del mismo bando, seríamos una unidad frente al invasor, fuera fronteras y, claro, todos tendríamos la misma patria: el Planeta Tierra. Nadie es patria porque todos somos patria.
Desde luego que no creo en la patria de las hipérboles, ni en los gritos que asustan o en patrias inflamadas que reivindican un nacionalismo exigente, monolítico, único. Y me da igual que sea España, Cataluña, Argentina, China… No creo en la imposición de una única manera de sentir. Respeto y pido respeto para el que se siente español, catalán, argentino o chino, y también lo contrario. Julián Marías, que era discípulo de Ortega, lo dejó claro: “no todo el que se sabe perteneciente a una nación padece nacionalismo, lo mismo que no todos los que tiene apéndice tienen apendicitis”.
Yo no tengo nacionalismo, ni apendicitis. Soy español, sin complejos, sin aullidos, porque es lo que me toca y me siento muy orgulloso de las cosas que hacemos bien. Me siento increíble cuando somos líderes en turismo, seguridad, patrimonio, deporte, gastronomía, solidaridad… Cuando gana Rafa, Pau o Pe, o cuando sembraba paz Vicente Ferrer por la India. También soy crítico con las cosas que hacemos mal que son muchas y también nos definen. Vuelvo a Julián Marías que en ‘España inteligible’, dejó escrito: “España es un país formidable, con una historia maravillosa de creación, de innovación, de continuidad de proyecto…”, y añadía, “es el país más inteligible de Europa, pero lo que pasa es que la gente se empeña en no entenderlo”. Ahí lo dejo.
Me siento rinconero, malagueño, madrileño, campurriano, español, europeo, humano…, y mi patria es mi bicicleta, mi perra Roma al lado y el Mar Mediterráneo enfrente. Patria es mi casa, mis hijas, mi mujer y un baño en el mar cuando todos se retiran. Mi patria son mis amigos, el siguiente viaje y estas ganas de vivir que no cesan. Mi patria es mi trabajo, la tele, la radio, esta columna, mi infancia, la juventud varada, la habitación de mi madre, una lista de canciones, una montaña de libros, una llamada en espera, una lengua voraz y rica… Mi patria es el lugar donde tengo mis zapatos, sí, y este almendro en flor que mira al mar y ya se apaga.