Un presentador de la tele habla de la Expo, de la Copa América y de la ola de oro que estamos surfeando desde hace tiempo y termina diciendo: “Málaga está de moda”. Al instante, reflexiona en el filo del directo y entiende que lo que está de moda, como en una regla matemática, pasa de moda. Yo no quiero que Málaga esté de moda, yo quiero que Málaga sea una referencia, que crezca de manera sólida, que suene a victoria para todos y que, por supuesto, siga siendo la bella, la mía, la nuestra, la soñada.
A Málaga le toca la lotería un día sí y otro también. Los titulares de los periódicos se deshacen en seductores piropos: Málaga candidata a la Expo 2027, Google tendrá sede en el Muelle Uno, abre nuevo centro tecnológico de Vodafone, la Copa América 2024 quiere que su sede sea el Puerto de San Andrés, llegan universidades privadas, el PTA lo peta, la Marina de San Andrés (otra vez) será un nuevo Puerto Banús, la ciudad se cuela entre los mejores destinos del mundo para vivir… Juama Moreno, presidente, me dice en FITUR que Málaga fue la primera provincia de España para venir a teletrabajar durante la pandemia. El sonido de fondo es muy vacilón y huele todo bien como a biznaga y a tienda de iPhone.
Málaga convertida en una criatura mítica o algo así. Paseas por el centro, recorres La Alameda, Larios, la Catedral, la Alcazaba, el puerto y hay un ambiente de luz y milagro. Ves rostros felices de arcilla tomando el aperitivo en terrazas, turistas europeístas y bellas estudiantes de derecho. La ciudad ha cambiado tanto de unos años a esta parte que parece que viste de estreno, como de Prada o parecido, y recuerdas a Vicente Aleixandre, que era memoria y luz, cuando escribió lo de “Málaga, ciudad del paraíso” y, entonces, un terral de invierno te invade el espinazo mientras llega otro crucero a la terminal.
Me gusta ver cómo Málaga cambia, crece, se deshace de sus miserias para convertirse en otra cosa, en una especia de epifanía luminosa, y tiene planes y nos ilusionamos. Hablo con unos y otros, y a todos les encanta la posibilidad de albergar una Expo en 2027. A nadie se le escapa que una Exposición Internacional bien orquestada entre todas las administraciones, que vincule a toda la ciudadanía y con el acompañamiento de todo el país, generará riqueza, proyección y muchos puestos de trabajo durante los próximos años. Si, además, sabemos planificar la Post-Expo, entonces, habremos operado sobre la potencial plenitud de una ciudad in crescendo.
Imagino ahora, sobre este párrafo que vira, una Málaga 27 del paraíso, del futuro, sostenible, solidaria, tecnológica, culta, bella, fascinante, rica… Sonrío y me gusta, pero no soy ingenuo. Queda mucho por hacer. Hablo con Fernando Cubillo, Mr. Dato, que es un jefe de la cosa sindical y se conoce la calle al detalle, y me dice que el 51 % de los malagueños ganan, de media al mes, menos de 950 €. Que la temporalidad y la calidad de los empleos nos ponen frente al espejo y la imagen es raquítica. Y pienso que una familia con 900 pavos no puede mirar bien al futuro y sin futuro no hay esperanza y, seguro, que se duerme mal. Noches desveladas porque te sobra mes al final del sueldo.
Sospecho entonces que la Málaga de la que no se habla, la otra Málaga, duerme mal y pasa frío en casa bajo la manta de este febrero vacunado. Curro López, que es un guerrillero de la solidaridad y reparte comida en Lagunillas, me llama todos los meses: “hermano, seguimos con graves problemas, alimentos infantiles”, me dice; Rafael Salcedo, de Bancosol, me suelta otro dato a bocajarro. La última Gran Recogida de Alimentos iba destinada a más de 50.000 malagueños necesitados. De ellos, 13.000 eran niños y niñas. Está claro que hay otra Málaga, más allá del Guadelmedina, de los Cruceros, de la Expo y la sede de Google.
Cada uno desde nuestra trinchera, estoy convencido, trabajamos para que Málaga sea la referencia que queremos. Trabajadores sociales, políticos, ciudadanos, médicos, abogados, periodistas, toda la ciudadanía, en general, claro. Creo que nadie quiere dejar de soñar, ni que nos bajemos de esta ola ilusionante sobre la que cabalgamos desde hace tiempo pero este sueño, esta ola -espero que no burbuja, que las burbujas estallan-, este cielo, digo, lo tenemos que conquistar entre todos. Desde El Limonar hasta Los Asperones, desde la Casona del Parque hasta La Invisible, de Picasso a Antonio, en el Soho y en Carlinda, en los callejones de El Perchel, donde Enrique y cincuenta familias dicen que no se van, desde el Totalán hasta el Guadalhorce. Todos.
Necesitamos todas las manos y mucha sintonía para que Málaga sea lo que queremos. Como decía Donoso Cortés, “unirse, no para estar juntos, sino para hacer algo juntos”. Y poder celebrar una Expo, o una Copa América, que mola mucho, os lo digo porque lo sé, y que seamos un centro tecnológico referente y que, en definitiva, pase como en la murga de Carlos Cano: “sacabe el paro y haiga trabajo”. Hacer que Málaga sea algo más que una moda, que pasará de moda, que sea un milagro, una llave maestra y luz para todos. Hacer que Málaga sea ciudad y mar, pasado y futuro, victoria, memoria y orilla, casa, siempre casa y siempre la bella, una ilusión blanca o como dijo el maestro Alcántara, “ya en segundo de jazmines”.