Me gusta este dibujo. ¿Pato o conejo? Se trata de un juego de interpretaciones. Unos ven un pato y otros un conejo. En ocasiones, ves una cosa y al instante la otra. Reconozco que yo suelo ver al pato. Lo importante apunta Ludwig Wittgenstein, autor de esta ilusión, es lo que acontece cuando se pasa de una interpretación a otra. De la misma manera, funciona la política española, sospecho que la política en general: un mismo fotograma, varias interpretaciones y ese tránsito continúo entre una idea y su contraria.
Wittgenstein utilizó la ilusión del pato y el conejo como ejemplo para describir lo que él denominaba ‘las dos formas distintas de ver’. Un ejemplo: un mismo gobierno sostiene la normalidad democrática del estado y, a la vez, rebate dicha idea, la cuestiona, la contradice y la sube a Twitter. Lo ven: puedes ver al pato y al conejo. Normalidad y anormalidad democrática en simultáneo. No es difícil.
De pequeño me gustaba leer cómics. Bueno, en aquella época hablábamos de tebeos. Historias de Zipi y Zape o Mortadelo. Después, llegó Tintín o Akira. Me pasaba horas releyendo aquellas historias. Lo más fantástico, esto lo aprendí con el tiempo, no era tanto lo que pasaba en las viñetas sino- y aquí viene lo importante de esta columna-, lo que reside en el hueco que hay entre las viñetas del cómic. Lo que tú rellenabas con tu imaginación, lo que no se ve, lo que hay entre el pato y el conejo.
Los ejemplos son incontables a un lado y otro del espectro político porque todos juegan al mismo deporte, la misma liga, el mismo partido… Un político autonómico comienza a levantar las restricciones con las que intentaba frenar la tercera ola de la pandemia de Covid-19 y, en simultáneo, como en paralelo, nos alerta de una cuarta ola y de una nueva cepa explosiva e impredecible. Un portavoz deja de condenar la violencia en las calles de España y condena la violencia en el Capitolio de los Estados Unidos. Una cosa y la opuesta. Elijan en función de su ideario.
Hace años, vi un dibujo, siento no recordar el nombre del dibujante ni ningún detalle más, podría ser El Roto, en el que un monigote desde lo alto de un rascacielos anunciaba el fin del mundo mientras se lanzaba al vacío. Efectivamente, era el fin del mundo, pero de su mundo. La clase política, tras el humo generado por la explosión pandémica, sigue practicando el mismo truco de magia, la misma ilusión de Wittgenstein.
La cosa va de patos y conejos pero también podría ir de gatos, del gato de Schrödinger. Estar sin estar y no estar estando. El gato de Schrödinger es la paradoja más popular de la física cuántica. La propuso el premio nobel austríaco Erwin Schrödinger en 1935. El escenario presenta un gato hipotético que puede estar simultáneamente vivo y muerto. Es un estado conocido como superposición cuántica. Si les interesa, busquen sobre ello, es de locos.
La paradoja de Schrödinger es comparable a ciertos comportamientos políticos. Estoy a favor y en contra de una administración y la contraria, tengo el éxito etiquetado de la vacunación y, en el mismo instante de la historia, la responsabilidad es de Europa, eres mi socio y mi enemigo, la mano que me da de comer y la mano que me va a asesinar… Paradojas políticas que son de todos. Ya lo dijo Billy Wilder: “Lo más importante es tener un buen guion”.
Acabo. Como cuando éramos pequeños y leíamos tebeos, la clave de este tema está en rellenar el hueco entre las viñetas, dotar de sentido crítico lo que hay en medio de la ilusión, lo que acontece cuando se pasa de una interpretación a otra, como en el juego de Wittgenstein, como en la paradoja de Schrödinger, sorteando el truco, el relato, el guion: ‘las dos formas distintas de ver’. ¿Pato o conejo?