Un viejo proverbio oriental dice que “los cisnes son de la familia de los patos, pero son cisnes”. Esta formulación vale para la familia de las anátidas pero resulta ilustrativo para entender a nuestra clase política y, por extensión, a todos nosotros que somos clase política. La tormenta perfecta de la crisis derivada por la pandemia de la Covid-19 nos ha puesto frente al espejo y salimos de perfil. De tal forma, que entre todos, hemos hecho de España, como diría Umbral, un gran bebedero de patos.
La responsabilidad es la habilidad de responder. Pasada la primera ola y, en medio, de la segunda, que es un baile de máscaras y miedo, aún estamos buscando las preguntas correctas. Seamos sinceros, estamos a años luz de saber responder a lo esencial. Intentamos ir a por leña cuando ya tenía que estar apagado el fuego. La falta de liderazgo de la clase política y la capacidad para asumir nuestras propias responsabilidades, cada cual la suya, advierto, nos lleva al desastre y ya somos el peor país europeo en datos Covid. Hablemos de responsabilidad y de patos.
Somos un país de patos cojos, patos que sueñan con ser cisnes, que siguen obedientes la fila, eso sí, y que piden responsabilidad a los demás patos mientras miramos a otro lado, cua, cua, a la hora de hablar de nuestro propio compromiso. El Gobierno Central delega en las Comunidades Autónomas, las Comunidades Autónomas en los equipos directivos de los colegios, los colegios en los padres y madres y, al final, la toma de temperatura se hace en casa, deprisa y corriendo, cuando se toma, que no llegamos al cole.
Hacernos cargo de cómo nos enfrentamos a la vida, de cómo la interpretamos, hacernos cargo de las decisiones que asumimos y de sus consecuencias, de las obligaciones mínimas, entender que somos co-creadores y corresponsables, ver las cosas con amplitud, saber que no estamos solos, será la única manera de salvarnos, de descubrir cuál es el bien común y eso solo se consigue siendo responsable.
Leo titulares ofendidos o hirientes del tipo: La CCAA pide responsabilidad; El Ayuntamiento invita a tomar con responsabilidad la calle; Los vecinos exigen responsabilidades; El presidente reclama responsabilidad… Todos los titulares, parafraseados, reclaman RESPONSABILIDAD, así en mayúsculas, la perfecta cuota de obligaciones e incumbencias que no terminamos de asumir para nosotros mismos siquiera.
Ser responsable es estar dispuesto a hacer un balance decimal de lo que hemos hecho, hacemos y haremos: y hablo del comité de expertos que no se reúnen, de auditorías independientes que no llegan, de saber decir “nos hemos equivocado”, de aprender del ensayo y error con valentía y sin dobleces, hablo de coger el toro por los cuernos… Recuerdo ahora que todo empezó a ir mal cuando los patos de la piscina de Tony Soprano desaparecieron de su jardín quizás camino del bebedero de Umbral.
Ausencia de responsabilidad es no tener rastreadores suficientes, afirmar que faltan médicos cuando no se les ha cuidado y se han ido a Londres, ausencia de responsabilidad es el “no pasa nada” o ese “venga, dame un abrazo, cuñado”, o que no lleves la mascarilla en el ascensor y te la pongas para salir a la calle, el botellón y la falta de inversión también, ausencia de responsabilidad es no hacerse preguntas o quejarse de todo a boca destapada para criticar al perla de turno o al gobierno contrario a nuestro ideario. Nadie está exento de su cupo, de su culpa, de su santísima culpa.
Por seguir con la comparativa fabulística, distinguía Ortega entre la fauna congresual tres tipos de políticos: tenores, jabalíes y payasos. Ya digo, por delante, que nos faltan tenores, eso parece claro. La altura de la crisis a la que nos enfrentamos medirá la capacidad de todos nosotros, de nuestra clase política, por supuesto, y sabremos si son (somos) tenores, ya digo que parece que no, jabalíes o payasos. Advierto, y siempre lo he defendido, que ser payaso es una cosa muy seria pero hablamos, se entiende, de otro tipo de payaso.
Cuantas veces eludimos nuestros deberes, compromisos y obligaciones, que son los deberes, los compromisos y las obligaciones de todos. Siempre la culpa es del otro, del otro partido, de la otra administración, del otro vecino… Esta pandemia ha dejado al desnudo nuestra fragilidad y al descubierto las flaquezas de la convivencia. Tenemos que ser nosotros el cambio que queremos proyectar. No tirar una mascarilla al suelo, no reunirnos por decenas o aunar fuerzas políticas, administraciones, estar juntos, para sacar esto adelante y no caer, como decía en su tribuna de esta semana Pedro Moreno Brenes, en la irresponsabilidad temeraria.
Y todo esto viene, lo de los animales y el compromiso, porque a estas alturas de la peli, sabiendo que somos la peli, la peli de los patos y los cisnes, los patos que cojean y se alejan de la piscina de Tony Soprano, digo que todo esto viene porque en esta peli nadie va a venir a salvarnos, ni el Estado, ni las empresas, ni los bancos, olvídense, no hay dinero para todos ni, sospecho voluntad, así que cada uno de nosotros estamos condenados a hacernos cargo de nosotros mismos que será, de alguna manera, hacernos cargo de los demás. Solo así, asumiendo cada uno nuestra responsabilidad individual nos haremos cargo de la colectiva. Si cada uno de nosotros somos responsables, todos los seremos, y estaremos mejor preparados para la gran broma final. Vamos, que cada pato se lama su pata y comience a volar hasta alejarnos del bebedero, hasta poder imaginarnos cisnes.