Esta es una columna enfadada. A veces, las columnas te salen divertidas o cínicas, o poéticas, o directamente no salen y se quedan encajadas en algún sitio, no sé muy bien cuál. Hay columnas solemnes, editorializantes, cítricas o polemistas. Esta columna de hoy es una columna enfadada.
Enfadada al ver incrédulo las redes sociales que son el espejo valleinclanesco de nuestros días. Enfadada por participar, como un espectador ajeno, en esta extraña ceremonia de la confusión en los tiempos del Covid 19, tiempos líquidos donde se disputan los límites de la libertad de expresión, censura, sentencia y prensa, o tiempos enconados donde el odio se esparce por WhatsApp como el Napalm sobre Vietnam. Tiempos de una extraña luz pálida y trolls.
Enfadada porque me llegan mensajes, a diario, leo publicaciones, comentarios en foros y uno, aunque sea su trabajo, ya duda de lo que es verdad y mentira. Enfadada porque amigos, a los que considero cualificados, de un lado y otro del espectro ideológico, participan en estas cadenas de mensajes irresponsables donde lo importante parece que es hacer daño, más allá de la veracidad de los mismos mensajes.
Enfadada por la gran cantidad de bulos que se siguen publicando, propagando, lanzando contra la masa, sin saber el daño que se hace, sin conocer las fatales consecuencias de tal irresponsabilidad. No, no se trata de eso, debemos estar a la altura de las circunstancias que nos tocan vivir. No vale pedir a nuestros políticos, altura de miras, grandeza de Estado, luces largas y excelencia si nosotros somos basura ciudadana.
Seré claro. Tras la crisis del Covid19 llegará una brutal crisis económica y al gran confinamiento le sucederá la gran depresión, un golpe durísimo y, entonces, otra vez, tendremos que estar a la altura, ahora sí, con mayúsculas, ALTURA, todos, nosotros, juntos, y sino juntos, muy cerca, sintiéndonos muy cerca y hablando, dialogando mucho. Me dice Loma que “el consenso está sobrevalorado”, pero al menos, el diálogo, Loma, “al menos el diálogo”, pienso. Desde la Guerra Civil, la más incivil, no habremos visto nada igual.
El FMI ofrecía esta semana unos datos letales y apuntaba: «esta previsión – caída del 8% de PIB, con un 20 % de paro- puede ser algo mejor o muchísimo peor», y yo pensaba al oírlo que los del fondo pueden ser hasta optimistas. La hostia se escuchará, durante siglos, a lo largo y ancho de la historia. Va a ser muy muy duro.
Con ello, nosotros seguimos empeñados en hacer de los espacios públicos, que en esta época de aislamiento y resistencia son las redes sociales y los grupos de WhatsApp, una especie de estercolero de la verdad. Fake News cutres que falsifican un documento de la Guardia Civil, una hoja del BOE, un meme hiriente sin gracia y con mala baba, mensajes anónimos que me piden que copie y pegue y reenvíe, informaciones sin contrastar… Ese es el nivel, nivel de críos consentidos e imprudentes. Esos somos nosotros.
Esta columna me sale enfadada porque nos estamos jugando mucho, estamos al borde de una crisis económica sin precedentes y de unos hipotéticos conflictos ulteriores que no somos ni siquiera capaces de imaginar –ruina, hambre, guerra…, la historia tiende a replicarse-, y nosotros, desde casa, con la mantita de la irresponsabilidad sobre las rodillas, nos dedicamos a difundir mentiras y odio.
Y no hablo de los derechos ni de la libertad de expresión, que eso queda claro va de serie, ni se discute, ni se va a permitir que el gobierno use la coartada de los bulos para instaurar una censura previa y bloquear opiniones, hablo de la responsabilidad de nosotros como ciudadanos. Cada vez que enviamos un bulo sin contrastar, cada vez que publicamos un comentario sin reflexión ni crítica, estamos dirigiendo la nave en la que nos encontramos hacia el desastre. Es que no lo veis, no veis que así solo vamos hacia el desastre y este país sabe de unos cuantos y grandiosos desastres.
Como una vez me dijo mi amigo, gran actor, Juanma Lara, “la única manera de afrontar el drama es con verdad”. Sentir lo que se dice, decir lo bien pensado, bajar el balón al césped, esperar antes de publicar, reflexionar, afilarse la crítica contra uno mismo y contra todo y hacerlo sin odio. Basta ya de reenviar mierda y hacer un mundo peor. Antes del gatillo fácil, un consejo, pensemos.
Eduardo Galeano sostenía que “somos los que hacemos para cambiar lo que somos”. Cambiemos. En breve, tocará la reconstrucción y tendremos que hacerla juntos. Vienen tiempos penosos. Vamos a ver cosas que jamás hemos visto y ahora toca ser algo mejor. Lo que decimos, lo que hacemos, lo que publicamos, importa y mucho, es fundamental, contrastar, ser ciudadanos críticos, responsables, que cada una de nuestras acciones sean las acciones de todos y todos debemos estar en nuestro sitio.
Disculpad la columna enfadada…, pero ya está bien.
Roberto, comparto contigo tu reflexión y tu enfado, pero permíteme mi humilde punto de vista desde la pedagogía,que de lo demás sé….. os lanzo a todos la siguiente pregunta: cómo podemos aprender a contrastar las noticias verdaderas si en esta crisis sanitaria sin precedentes en nuestro país,los políticos del gobierno central y los » expertos» nos están mintiendo desde el minuto uno, y de muchas maneras…., podíamos sacar un manual de como no decir la verdad …., contando medias verdades, ocultando datos, ignorando datos,mintiendo directamente y cambiando de opinión constantemente, de forma que lo que antes era recomendable, de repente deja de serlo, y hay que hacer justo lo contrario, y todo esto con una corte de periodistas vendidos, que son los primeros que apoyan al gobierno haciendo esa pedagogía sin el más minimo escrúpulo , y sin el más mínimo respeto y consideración al ciudadano de a pie al que han encerrado en su casa hasta nuevo aviso…. y tiene que andar lidiando con el miedo, la incertidumbre, y la ineptitud de los que cobran por cuidarnos?