Una escalera. Una escalera que subir y que lo cambie todo. Una escalera hacia el cielo. Una metáfora, una realidad, una escalera, la teoría sobre una escalera. “Un día subirás la escalera y ya está”, dice uno de los protagonistas. Subir una escalera y dejar de ser un parásito.
Esta columna va sobre nosotros, nosotros frente a un espejo coreano, valleinclanesco, sobre lo que somos y lo que podemos llegar a ser, y sobre la imposibilidad de subir escaleras, escaleras que existen, sí, pero que no sirven para nada como si tuvieran los peldaños rotos. Esta columna trata sobre nosotros, parásitos, y el mito de Sísifo en una escalera.
Decía Walter Scott, héroe escocés y best seller de su época, que “el que sube una escalera debe empezar por el primer peldaño”. Parásitos, la peli de moda, de la que todo el mundo habla y que ha ganado cuatro Oscar, va sobre una escalera como una metáfora a pequeña escala de la desigualdad social de nuestros días, pero trata sobre muchas cosas más.
Parásitos es una película que aparenta sencillez y es muy compleja. Una peli llena de capas, de láminas de tiempo y espacio que se fusionan, de minerales, fumigaciones e inundaciones, de personajes que dibujan un espacio entre la globalidad y la injusticia.
No haré spoiler. No contaré nada que no deba contar. Podéis seguir leyendo la columna sin haber visto la película. Sólo diré que esta columna habla de una parte de la peli, la escalera, y que tiene mucho que ver con la situación socioeconómica de Corea del Sur y, por extensión, del mundo en el que vivimos.
En pantalla, la peli: dos jóvenes inteligentes, desaprovechados y con un gran potencial en un sucio semisótano en el que viven con sus padres, sin esperanzas, sin futuro, fumigados, mientras doblan cajas de pizzas para subsistir.
Las sociedades se dibujan en estratos o capas, unas con más poder económico y político que otras. Parásitos habla en parte de la movilidad social, o de como unos pocos afortunados deberían pasar de una clase social a otra superior, pero no pasan. No es un problema de Corea. Es un problema de todos, también lo empezamos a ver en España: universitarios sin futuro, les suena, ¿verdad?
La peli teoriza a su manera sobre una escalera, una escalera como un ascensor social, una escalera averiada que no cumple con su misión. Los protagonistas no pueden pasar de pantalla, no pueden llegar al jardín, quedan, de alguna manera, encerrados. Parásitos es una deliciosa comedia negra, familiar, o una sátira social a lo Dickens.
Subir una escalera para volver a bajarla, caer por la escalera, una y otra vez, como Sísifo, ser incapaz de hacer cima, de salir al jardín, de ver la luz, sentir que se ha roto el ascensor social, la promesa de una vida mejor, analizar la inutilidad, la injusticia, lo absurdo como en Albert Camus, y terminar, al final de la cinta, evocando a Los Santos Inocentes de Mario Camus, del nuestro, el de Santander.
Escaleras que surgen desde un sótano oscuro, escaleras de incendio, de caracol, escaleras de madera, de aluminio, metálicas, oxidadas, de mármol de Macael, escaleras con los peldaños rotos, inútiles, imperfectas, bellas… Esta columna, ya ven, trata sobre unas escaleras y una peli que lo peta y que recomiendo.
Parásitos es una gran peli irreverente, rápida, divertida y crítica, adictiva desde el primer momento, llena de giros y rendijas, una peli rara de un tipo raro, Bong Joon-ho, una peli llena de estratos y salidas de emergencia, una comedia con cajas de seguridad sin contraseña, de códigos Morse y de escaleras que suben al infierno.