No estoy solo. Sé que somos una inmensa minoría, una mayoría silenciosa, un ejército invencible. Somos muchos los que estamos lejos de los extremos, dentro de los espacios comunes. Una infinitud de NOSOTROS, que tenemos la palabra como arma y caricia. A veces, crees que estás solo y, únicamente, estás de espaldas. No estoy solo.
Sé que no estoy solo. Somos una legión irrebatible los que pensamos que este país se debe iniciar, reiniciarse, porque nunca se es demasiado joven para emprender ni demasiado viejo para empezar. Somos un gran equipo con tiempo e inteligencia y vamos a cambiar las cosas. Este domingo tenemos una nueva opción: hay que votar.
No estoy solo. Esta columna va sobre lo que nos une, sobre el alambre y la necesidad de tener esperanza. Vivimos días extraños, express, líquidos, días de ruido y furia, mucho ruido, demasiado, y en esta jornada de reflexión uno, que resiste colocado delante de los focos, se da cuenta de que el bien no hace ruido y el ruido nunca hace bien.
Así es, no estoy solo. Somos muchos los que creemos que hay que votar, que nos une votar, el voto, porque hay que votar, porque es nuestra obligación moral, porque han sido muchos los que han luchado para que, ahora, mañana, podamos votar, y fueron muchos los que sin tener nada consiguieron que tuviéramos mucho, casi todo, mucho más de lo que ninguna generación tuvo, incluso algunos de ellos, mártires laicos, murieron por defender nuestra libertad. No estoy solo, estoy con todos ellos.
No, de verdad, ahora entiendo que no estoy, NOSOTROS no estamos solos. Nos unen los espacios comunes en los que TODOS estamos de acuerdo: mejora de las pensiones, 2% del PIB para I+D+I, dentista gratis, ayudas a los autónomos, esfuerzos reales por combatir el odio, sostenibilidad medioambiental, una factura de la luz más barata… Compromisos que, por cierto, todos los grandes partidos llevan en sus programas electorales y que deben ser un contrato improrrogable.
No estamos solos y mañana con nuestro voto, sea el que sea, debemos exigir que esos programas, esas ideas compartidas, un pacto de estado en materia de educación, por ejemplo, sean de obligado cumplimiento. La única forma de mejorar nuestra vida es votar y hacerlo con sentido común, ahuyentando fanatismos y estultas cegueras, insisto: votar es lo mejor y esa idea nos une.
No, no, de verdad, no estamos solos, estamos UNIDOS y nos une ese gran potencial terreno que hay entre los extremos. Sostiene el politólogo, David Runciman, de la Universidad de Cambridge, que “cuando los ciudadanos no se ocupan de la política que rige sus vidas, siempre hay otros interesados en hacerlo”. La abstención provoca que las opciones votadas sean menos representativas de la sociedad que las elige. La abstención es enemiga de la democracia. La abstención da huecos a las ideas extremas. Somos muchos más lo que estamos en el sitio adecuado.
No estoy solo y, a pesar, de que nos hagan creer que todo siempre irá a peor y que es mejor optar por los gritos y lo fácil, sostengo, a estas alturas, en este día de reflexión, que hay que votar, porque ya somos los suficientes para hacerlo, para iniciar a este país, para reinicirlo, por fin, y porque hay que entender que no hay nada más que entender y porque, si te das la vuelta, verás que estamos TODOS NOSOTROS, aquí, invencibles.