Te veo cumplir 16 años. Te veo ahora. Te veo tranquila frente a la gran explosión de ahí fuera. Te veo creciendo, sintiendo, experimentando… Te veo bien en el juego de la vida, que es de barro y agua, frente al espejo, entre cuerdas y nubes. Te veo ahora y celebro los días y lo escribo, porque es la mejor versión que tengo, y quiero correr a abrazarte.
Te veo guapa, y buena, y generosa, e inteligente, y veo que eres capaz de todo, ante la vida que te empuja, como un aullido interminable, y veo que no paras y que no dejas de soñar y, de pronto, veo, escucho, un chasquido que nos cambia la vida para siempre, y tu sonrisa.
Te veo llegar a casa del gimnasio, en tu bici, cansada, alegre, dispuesta, y subes las escaleras corriendo y dices despreocupada: “voy a estudiar”, y yo, en silencio, celebro que hayas vuelto y que todo haya ido bien y que la fiesta de todos los días, con su confeti y sus victorias, sigue acompañándote, a tu lado, ahí, arriba, en tu cuarto, tan cerca, aquí, en casa.
Te veo en tu cuarto, sí, soñando, durmiendo, saliendo por la ventana, volando, buscando un plan, un proyecto de vida que aún no eres capaz de dibujar. Te entiendo. Todo es tan complicado con 16. Hablamos y proyectamos algo que no sabemos qué es. De alguna manera, creo que sabes, que no hay problema, que siempre hay una luz, que siempre hay una esperanza, una salida de emergencia. Te veo luego.
Te veo riéndote de mí, de mi torpeza con los mandos y los dedos, frente al software. Creía que entre nosotros habría un escalón generacional y, en verdad, hay un abismo de códigos binarios y arcilla. Te veo enseñándome un nuevo mundo de igualdad, respeto y un nuevo lenguaje, y veo como sonríes maliciosa cuando uso, con incompetente cuidado, ese mismo lenguaje. Aprendo tanto de ti, aunque tú no lo sepas, aunque sigas sonriendo, aunque ya te hayas ido.
Te veo recomendándome a Rosalía, a Billie Eilish, a Ajax y Prok, compartiendo tus descubrimientos conmigo, tus playlist de Spotify, y esos tesoros que te van a definir, que serán clásicos mañana, que resuenan ahora en tus auriculares camino del insti, en el autobús, cuando aún no ha amanecido.
Te veo delante de la pantalla, iluminada por la luz azulada, bella, serena, rebelde, soñada, amada, mientras amanece al fondo del mar. Respondiendo mensajes, dando Likes, evitando la guerra, terminando la tarea y te recuerdo, hace un rato, cuando tan solo eras una niña pequeña y venías y te metías en la cama, los fines de semana, entre nosotros para no salir y decías: “nunca mássss…”
Te veo ahora, y pido que no te falte de nada, que siga saliendo el sol en tus días, que bailes con la luna, que encuentres tus caminos, las benditas rutinas y las palabras adecuadas, y pido que no te canses porque intentarán cansarte, limarte, tenerte, negarte y porque, ya verás, que la vida es bella y cómo, a pesar de los pesares, tendrás amigos, tendrás amor.
Te veo cumpliendo 16, Dios, cómo pasa el tiempo, ahora, querida Álex, y yo me asomo al filo de tu balcón, y escribo estas líneas urgentes, y te veo bien, con tu cortaviento de colores, el pelo suelto y las ganas de salir corriendo, esperando al siguiente autobús que te llevará a todos los sitios de la vida, y un secreto y una escalera y tu sonrisa y un recuerdo porque, ahora sé, que todo se acaba.